La valencianidad centroeuropea de Joan Benesiu
En las novelas de Joan Benesiu –como es el caso de 'Terminus'– prevalece la atmósfera, el juego de ideas, la textura estilística y el ritmo errabundo de la prosa antes que la dimensión narrativa de lo que explica
- Juan Benesivo
- Ediciones del Periscopio
- 288 páginas / 20,50 euros
Una posible definición de Joan Benesiu (Alicante, 1971), al menos del Joan Benesiu que ha escrito Terminus, sería decir que es un autor valenciano que hace literatura centroeuropea. Otra posible definición sería decir que es un escritor que se mimetiza con aquellos escritores que más admira y que al mismo tiempo es capaz de escribir con una personalidad propia y de incorporar su voz y su mirada en el tronco de la tradición literaria que probablemente más le ha alimentado, la que tiene una de las piedras fundacionales en El hombre sin atributos de Robert Musil y que a finales del siglo XX y principios del XXI alcanzó altísimas cotas de popularidad y prestigio con nombres como el checo Milan Kundera, el italiano triestino Claudio Magris o el alemán WG Sebald.
La operación literaria del autor de Gigantes de hielo (2015) y de Seremos Atlántida (2019), ambas también en Periscopio, tiene riesgos evidentes, pero al fin tiene mucho mérito. Es como intentar pintar como el George Grosz genial que era como era porque vivía y trabajaba en la sopa neurasténica de la República de Weimar, o como el Oskar Kokoschka más inspirado, y conseguirlo sin en última instancia parecer epigonal.
Novela fluvial ya la vez novela collage en la que se mezclan, como flotante dentro de una niebla sociohistórica y existencial, todo tipo de voces, de épocas (desde los últimos años de esplendor del Imperio Austrohúngaro hasta la actual Europa cada vez más antieuropeísta) y de geografías (desde la Comunidad Valenciana hasta Kiiv, pasando por Viena, Múnich y Budapest), los materiales con los que está hecha Terminus son expresiva y significativamente más importantes que su disposición. Esto es así porque para Benesiu lo que prima son la atmósfera, el juego de ideas, la textura estilística y el ritmo errabundo de la prosa antes que la dimensión narrativa de lo que explica o que la naturaleza psicológica de los protagonistas.
Una desaparición repentina e inexplicable
La novela tiene un argumento elemental y delgadísimo, que sirve no tanto como hilo conductor para desplegar una trama (con su planteamiento, nudo y desenlace) sino como argamasa para unir episodios inconexos, personajes que no tienen ninguna relación directa y digresiones de todo tipo. Guiados por una voz narradora que podría confundirse con la del autor, vamos siguiendo el periplo de Teresa, una profesora de la Escuela de Arquitectura de Valencia que está preocupada porque su alumno más brillante, Carles Miquel, acaba de desaparecer justo antes de terminar y defender su tesis doctoral. Desconcertada por tan repentina e inexplicable desaparición, a Teresa se le presenta la ocasión de viajar a Hungría y reencontrarse con una arquitecta con la que años atrás trabajó en el proyecto de rehabilitación del Museo de la Metalurgia de Tükörváros, en el este del país. A partir de ahí, Benesiu estira al lector hacia un remolino de escenas, de relatos dentro del relato principal, de meandros narrativos, de ideas y de referencias (históricas, políticas, literarias, plásticas, cinematográficas) que funciona como un juego de espejos laberíntico en el que rebotan, inquietantes y esquivos, los reflejos mezclados del pasado y el presente de Europa.
Resumido así, todo puede sonar muy grave, serio y trascendental, y en cierto modo lo es, pero Benesiu sabe dar a la novela una sorprendente ligereza, que consigue hacer pasadores los episodios más tenebrosos (los desastres de las guerras , las represiones y las matanzas del nazismo y el comunismo) sin caer en la extravagancia o en la frivolidad, aunque les pone a su lado con proyectos arquitectónicos tan delirantes como el de Atlantropa de Herman Sörgel, un alemán que pretendía secar el mar Mediterráneo para disponer de más tierras habitables y de cultivo, y con unos vídeos sexuales que se viralizan y que juegan a hacer literal la famosa máxima "Fuck Context" del arquitecto Remo Koolhaas. Este efecto de ligereza, Benesiu lo consigue gracias a una prosa de largo aliento pero siempre claro, que tiene algo medio de ensayo erudito y medio de ensoñación, y que avanza como una larga reflexión sonámbula pero lúcida, errática pero paradójicamente dirigida, o intencionada.