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Enrique Vila-Matas: "He callado mucho tiempo mi encuentro con Barack Obama"

Escritor

Enrique Vila-Matas
01/04/2025
4 min
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Barcelona"Cuando creemos que escribimos nuestras lecturas, en realidad estamos escribiendo nuestra vida", leemos en Cañón de cámara oscura (Seix Barral), la nueva novela deEnrique Vila-Matas (Barcelona, ​​1948). El libro, explicado por alguien que podría ser un androide –el primero que se incorpora a la literatura vilamatiana–, nos adentra en 48 horas de escritura obsesiva, motivada por el recuerdo de un escritor muerto y la confección de un canon literario confeccionado a partir de fragmentos escogidos al azar de autores como Robert Walser Franz Kafka, Joseph Roth y Carlo Emilio Gadda.

Desde que Harold Bloom publicó El canon occidental en 1994, periodistas, críticos y escritores no hemos dejado de elegir y excluir a autores.

— Es un libro que me horrorizó desde que lo leí. Desde entonces se ha ido poniendo de moda hacer listas de cualquier cosa: los mejores libros del año, los mejores discos, las mejores películas... listas ha habido siempre. A Georges Perec le apasionaban hasta tal punto que incluso hacía listas de la compra.

Su literatura ha jugado con la idea de construir cánones, o más bien anticánones, desde la creación de la sociedad secreta de los shandy a Historia abreviada de la literatura portátil (Anagrama, 1985), reeditado ahora con ilustraciones de Julio César Pérez por parte de Libros del Zorro Rojo.

— Hay una conexión entre Historia abreviada de la literatura portátil, Bartleby y compañía (Anagrama, 2000) y Cañón de cámara oscura. En el primero me inventaba una sociedad secreta de escritores, en el segundo hacía una elección de autores que habían dejado la literatura –Melville, Hofmannsthal, Walser...– y ahora el narrador y protagonista hace una elección al azar de fragmentos de libros que configuran un canon sin duda incompleto.

Busca un "canon desplazado, intempestivo e inactual". Son consideraciones irreverentes, en los tiempos que corren.

— Es cierto que no doy importancia a la elección. El narrador comenta que está configurada por unos setenta libros y autores, pero sólo cito la mitad. Lo hago para que todo el mundo que quiera pueda sentirse incluido en la otra mitad.

No hay Shakespeare, por ejemplo. Harold Bloom, que le defendía a ultranza, debe estar revolviéndose en la tumba...

— Shakespeare podría estar en la otra mitad. Y también Witold Gombrowicz o Raymond Roussel, dos autores que han sido muy importantes para mí durante décadas. A lo largo de mi vida me han interesado muchos libros más que setenta, sean clásicos, modernos y contemporáneos.

Tal y como suele ocurrir en su literatura, su protagonista a veces lee a autores mucho más jóvenes que él.

— Aparte del canon que construye, el narrador comenta también algunas de sus lecturas durante el último año y medio. En el canon incorpora nombres como los de Xavier Nueno [Barcelona, ​​1990], que tiene un ensayo donde pide que en vez de aumentar nuestras bibliotecas debemos aligerarlas, la misma tarea que emprende mi protagonista. También Camila Cañeque [Barcelona, ​​1984-2024], que tiene un libro, Las palabras finales [La Uña Rota, 2024], en la que intercala su autobiografía con más de 450 últimas frases de novelas y relatos que fueron importantes para ella.

Cañón de cámara oscura nos cuenta 48 horas decisivas –ya la vez poco activas– de la vida del protagonista: pasa revista a sus recuerdos y espera que su hija vuelva de Suiza.

— Es una novela de catacumba, al igual que lo era Montevideo (2022). Alguien me preguntó hace pocos libros que me quedan por escribir. La verdad es que no sé. No me preocupo mucho por estas cosas.

En Montevideo había un viaje a Uruguay. Aquí es una expedición hacia el fondo de uno mismo.

— Cuando me leen, los lectores buscan una misma voz, pero ésta cambia mucho libro tras libro. Aquí he probado una voz extrema.

¿La voz de un androide?

— Es una voz que avanza a través de fragmentos. Me gusta la energía que da esa fragmentariedad. Es como si en cada capítulo la novela volviera a empezar. Me hace pensar en lo que decía Godard sobre sus películas, que empezaban a la mitad.

El punto de partida es una fiesta en el pasaje Mercader convocada por la comisaria de arte Chus Martínez.

— Parte de una fiesta real. Durante mucho tiempo fui un experto en la vida nocturna, pero hace años que no bebo alcohol y que apenas salgo de casa. Una noche hice una excepción y examiné, desde la lucidez, todo lo que ocurría a mi alrededor durante una...

Mientras el personaje busca un taxi dice que en la confluencia entre el pasaje Mercader y la calle Mallorca tiene una alucinante experiencia.

— Esto también viene de una anécdota personal. He callado durante mucho tiempo mi encuentro con Obama. Ocurrió una noche que Bruce Springsteen tocaba en Barcelona. Salía de la librería La Central. Mientras esperaba un taxi pasó el cortejo del expresidente Obama y lo identifiqué claramente. Era el mismo sitio donde, años atrás, había visto al poeta Juan Eduardo Cirlot. En la novela propongo que este lugar irrelevante ya la vez literario le llamemos Punta Obama.

¿No teme que si bautizamos a Punta Obama se convierta en un enclave turístico?

— No creo que pase, porque es un lugar donde lo único que puedes hacer es estar de pie.

El protagonista querría vivir escondido en un agujero: pero en vez de "cavarlo en medio del bosque", como recuerda que dijo Kafka a Milena Jesenská, intenta hacerlo en su despacho, donde guarda los libros escogidos del canon.

— Quiere cavar ese agujero para estar solo, pero le es imposible, porque incluso en esta soledad conviven varias voces: la del personaje, la del autor del personaje... y la de aquél inquilino negro que vive en su interior, expresión que viene de un ensayo de Alberto Savinio sobre Guy de Maupassant, autor que acabó sus días en pleno delirio.

Usted comparte la pasión por los autores desgraciados que tiene el protagonista de Cañón de cámara oscura.

— Supongo.

Y el gusto por las vanguardias. Cuando al personaje le preguntan cuándo empezó a oírse escritor cita unas palabras de Gino Severini, pintor y escritor vanguardista: "De repente, la literatura apareció en mi guante como un violento remolino llegado desde Noruega".

— No me siento un autor vanguardista. Lo mejor de las vanguardias ha terminado incorporándose a la tradición. Muchos de los autores que han sido considerados extraños han explotado un error propio una y otra vez que, sin pretenderlo, ha hecho avanzar la literatura. Pienso en nombres como Proust, Joyce, Kafka y Beckett. Todos ellos han sido gente rara y al mismo tiempo se han convertido en maestros.

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