Difuntos reconvertidos en inteligencias artificiales
'El dios de los helechos' recoge tres narraciones de Daniel Galera donde late la sensación de colapso inminente
- Daniel Galera
- Malas Hierbas / Literatura Random House
- Traducción de Joana Castells Savall
- 280 páginas / 19,90 euros
El dios de los helechos, tríptico de novejas de Daniel Galera (Sao Paulo, 1979), propone un viaje desde el pasado reciente a un futuro postapocalíptico en el que las expectativas y la pérdida se mezclan en un mundo de rápida transformación.
La primera historia –que da título al libro– es relatada en tercera persona por un narrador omnisciente: Manuela se pone de parto durante la jornada de reflexión de las elecciones brasileñas. Todo apunta a que la extrema derecha subirá al poder y la incertidumbre por el futuro de Lucas (un periodista que hace de escritor fantasma y practica boxeo mientras fuma) y Manuela (profesora de literatura con TOC y adicta a la lectura de relatos extremos llenos de horror corporal) se mezcla con la incertidumbre y el peligro por el porvenir del país a manos de Bolsonaro. A medida que avanzan las contracciones (Lucas las anota todas en la tableta en un Excel) y la pareja desconecta internet de casa para apagar un poco el mundo exterior, "construyendo un cobijo contra el asedio del resto de urgencias" y la respiración agitada y las llamadas con el obstetra, la narración penetra en los pensamientos de ambos y aparecen los miedos personales y políticos por un futuro poco hermoso. Un detalle: Manuela siempre ha regado los helechos con sangre menstrual disuelta en agua, pero ahora hace nueve meses que las plantas están privadas y, sin embargo, "aguantan firmes".
En la segunda, Tokio, el protagonista de este mundo postcapitalista acude a un grupo de apoyo para personas que quieren aprender a convivir con sus difuntos, ahora reconvertidos en unidades de inteligencia artificial gracias a las grandes corporaciones que han creado una tecnología que permite humanos escanear la mente y descargar recuerdos en dispositivos externos. En paralelo, Galera sigue la complicada relación que el personaje —narrador en primera persona— tuvo con su madre suicidada a los 56 años, una mujer rica de sensibilidad inhumana, a la que él odiaba: "Empecé a odiar a mi madre después de una noche en Tokio, cuando yo tenía dieciocho años”. Le dice al terapeuta que su intención es matar a la copia que tiene en sus manos. La narración habla de un mundo devastado por los desastres climáticos y los problemas de abastecimiento a partir de la Granja Urbana Cristal que el protagonista crea en un edificio y hace crecer para "ayudar" a los "congéneres a seguir encontrando alimento en una tierra que ellos mismos habían devastado".
Convivir en simbiosis con la naturaleza
Por último, en la nouvelle que cierra el libro, Bugonia, estructurada en diecinueve partes, el autor imagina de forma radical una pequeña comunidad postapocalíptica —el Organismo— que ha creado su propia cultura más allá del fin de la civilización, que convive en simbiosis con la naturaleza (el antropocentrismo ya no prevalece y las personas se ven obligadas a compartir el protagonismo con otros animales y plantas), hasta que toda una serie de amenazas externas de un planeta destrozado ponen en peligro la supervivencia de su frágil ecosistema basado en un sistema de colmenas. La "tierra antigua" (nosotros) les queda muy lejos. Flama, la protagonista, va en busca de la calma y de la superación de los miedos, es respetuosa con el trabajo y la vida de las abejas (que le duermen en el pelo) y cuando las observa "le parece detectar patrones en aquella geometría colectiva, volvas de lenguaje". La Vella enseña al resto del Organismo que "el pasado no necesitamos" y choca con Alfredo, que llevó libros y lleva décadas escribiendo un relato sobre lo ocurrido en la Tierra.
El dios de los helechos es un libro con ecos claros de las obras narrativas de Borges y de Kazuo Ishiguro, ese tipo de relatos especulativos y oscuros en los que prevalece el retrato emocional y humano de unos personajes multidimensionales y complejos descritos con una prosa riquísima rellena de metáforas imposibles de tan admirables. De las distopías que propone Galera se pueden aprender nuevas formas de vivir en sociedad, nuevas facetas de las interrelaciones personales. El simbolismo de los helechos se puede interpretar como un reflejo de la resiliencia y la vida que persiste a pesar de las adversidades.