La dignidad y la desesperación de quienes quieren pan y justicia
La Casa de los Clásicos presenta una nueva traducción de Anna Casassas de 'Germinal', obra de Émile Zola, uno de los gigantes de la novela del siglo XIX
- Émile Zola
- La Casa de los Clásicos
- Traducción de Anna Casassas
- 576 páginas / 29,95 euros
De Émile Zola (París, 1840–1902), considerado el padre del Naturalismo según los manuales de literatura más convencionalmente académicos, a menudo se habla de él como un novelista anticuado, pesado, didáctico. Y en parte es cierto que lo es. Sus novelas poseen una solidez lineal y una claridad expositiva típicamente decimonónicas. La prolijidad con la que narra algunas escenas y situaciones hace que ciertos pasajes parezcan sobrantes y cargantes. Y el espíritu científico a la vez que reivindicativo con el que aborda las injusticias, los conflictos de clase y la condición subalterna de muchos personajes hace que sus libros tengan una dimensión socioideológica tan explícita que puede bordear la pedagogía propagandística.
Y, sin embargo, Zola es un novelista extraordinario, uno de los gigantes de la novela del XIX, un siglo novelísticamente gigantesco. Ahora el lector catalán podrá volver a constatarlo leyendo Germinal, una de sus obras más paradigmáticas, publicada originariamente en 1885 como parte del ciclo de Las Rougon-Macquart, un estudio narrativo panorámico y detallista de la sociedad francesa durante el Segundo Imperio. La edición que ha hecho La Casa dels Clàssics dentro de la colección Bernat Metge Universal es impecable: prólogo hiperpolitizado de Maria Sevilla Paris, que invita a discutir, y traducción afinada, como suele ser habitual, de Anna Casassas Figueras.
Ambientada en una colonia minera del norte de Francia, no lejos de la frontera belga, Germinal reconstruye y relata el día a día explotado y degradante de los mineros y sus familias, que contrasta con la vida de bienestar y privilegios de los burgueses propietarios de la compañía minera. Planteada así, la situación narrativa general puede parecer maniquea, y algo sí lo es, aunque Zola era un observador demasiado inteligente y un novelista demasiado astuto para no complicarlo todo con sutilezas, matices y contradicciones. En todo caso, estas sutilezas y matices no diluyen lo más mínimo cómo eran las cosas y cómo Zola las veía y se proponía contarlas: por un lado, los trabajadores pobres, explotados y sometidos a todas las injusticias; por otro, los burgueses adinerados, explotadores y parásitos de todas las injusticias. Y, entre ellos, el conflicto.
Vidas devastadas
Germinal es una novela populosa, con una galería de personajes riquísima, cada uno de ellos con su subtrama y su psicología. Pero el personaje de Étienne es el que elige Zola para que nos haga de guía a través de las condiciones de trabajo espantosas de los mineros (los sueldos de miseria, las temperaturas extremas, los accidentes provocados por derrumbes e inundaciones) ya través de sus vidas devastadas por la impotencia, la desesperación y las desgracias y las desgracias y las desgracias revuelta. Étienne es un maquinista que ha sido despedido por un conflicto no ideológico (eso es importante, y demuestra la finura de Zola) y que llega a la colonia minera de Montsou buscando trabajo. Encuentra y, además, es acogido por la familia Maheu, en la que conviven tres generaciones, todas ellas marcadas por la mina: los hombres viven tragados por las profundidades de la tierra, las mujeres están gastadas de tanto parir, los viejos tosan y escupen palmitos negros como el carbón, los niños pasan hambre...
Aparte de la prosa, de una precisión musculosa que combina perspicacia y vistosidad, ideas y dramatismo, la gran virtud de Germinal es como Zola va ampliando poco a poco el foco y va enriqueciendo progresivamente el mundo que retrata. La omnisciencia del narrador al principio centra toda su atención en la cotidianidad de la mina, pero a medida que Étienne se convierte en un abanderado de la lucha sindical y toda la colonia le sigue a él y los Maheu en una huelga durísima, la novela se abre e incorpora todas las actitudes de la lucha política (pactistas sensatos, los tonos del socialismo (desde el negro nihilista hasta el rosa reformista, pasando obviamente por el rojo revolucionario) y, también, todas las discusiones, disputas y crisis que definieron la Primera Internacional.
Majestuosa y combativa, Germinal es una obra maestra de la literatura de denuncia. Pero es, también y sobre todo, una obra maestra de la literatura, lisa y llanamente.