BarcelonaCuando me separé, hice tres cosas que llevaba mucho tiempo deseando, pero que había dejado aparcadas: hacerme un tatuaje, comprarme una moto y apuntarme a clases de escritura creativa. Las tres actividades me aportaron distintos grados de autonomía y felicidad: el tatuaje me reafirmó como señora de mi cuerpo; la moto me proporcionó un conocimiento y una conexión diferente y especial con Barcelona, mi ciudad, y las clases de escritura creativa me ayudaron a superar el duelo de la separación, construir nuevas amistades y iniciar una carrera literaria. Mi experiencia no es única y, de hecho, al igual que hace unos días hablábamos de los beneficios que tiene leer libros (especialmente de ficción) para la salud, muchos estudios científicos ya han mostrado cómo la escritura creativa también tiene efectos positivos en la salud mental y física de las personas que la practican. Entre otras cosas, puede promover una toma de decisiones más saludable y una mejora tanto de las relaciones interpersonales como de la salud mental y las perspectivas laborales. En esta misma línea, un estudio reciente de la Universidad de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, observó cómo los participantes de un grupo de escritura reportaban mejoras en calidad de vida, salud mental y situación profesional.
Ya en los 80, los investigadores Pennebaker y Beall hicieron escribir sobre experiencias traumáticas durante cuatro días a un grupo ya otro sobre temas triviales. En un inicio, los primeros se sintieron más tristes, pero después visitaron el centro de salud casi la mitad de veces que el grupo control durante los siguientes seis meses, es decir, que expresar emociones mediante la escritura podía reforzar el sistema inmunitario, puesto que los análisis de sangre mostraban una mayor actividad de glóbulos blancos.
Mejorar el pensamiento crítico
En escuelas y universidades de países tan diversos como Estados Unidos, Turquía, Alemania, China o Italia distintos investigadores introdujeron actividades de escritura creativa en las clases y los resultados mostraron mejoras en las habilidades, la fluidez y las ganas de escribir de los estudiantes, así como una expansión en el vocabulario y el dominio de las estructuras gramaticales de las distintas lenguas. Estas actividades también fomentaron una implicación cognitiva y metacognitiva más profunda, mejorando el pensamiento crítico y la expresión emocional, especialmente en los estudios centrados en escuelas de primaria. A su vez, estimularon el pensamiento creativo en general, ayudando a los alumnos a adquirir perspectivas más innovadoras en su día a día.
En Reino Unido, un estudio de la Universidad de Plymouth y de la Universidad de Nottingham Trent mostró que escribir poesía puede proteger del aislamiento, la soledad y la depresión o la ansiedad; y otros estudios, tanto en Inglaterra como en Escocia, concluyen que la biblioterapia comunitaria y los grupos de escritura creativa terapéutica favorecen el bienestar de las personas mayores, ya que les ofrecen un espacio único en el que los participantes se sienten reconocidos, aceptados e inspirados, incluso aquellos pacientes afectados de demencia.
Los profesionales de la salud y de la educación del país no tenemos excusa por no empezar a introducir en nuestra práctica prescriptora y curricular todo este tipo de herramientas con evidencia científica demostrada y, además, de coste reducido. La calidad de vida de nuestros conciudadanos y la salud de la lengua nos lo agradecerán.