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"Gracias a las mazmorras sadomasoquistas hice la transición"

Susan Stryker, figura fundacional de los estudios trans, visita Barcelona para presentar la antología de ensayos 'Cuando hablan los monstruos'

Barcelona"Después de licenciarme en la Universidad de Oklahoma, me pareció que si me doctoraba en historia podía llegar a hacer carrera académica y tener una vida cómoda, tranquila y aburrida hasta mi jubilación", comentaba Susan Stryker (1961) el mes pasado en el CCCB Cultura y Cultura de Barcelona.

El lugar donde escogió el doctorado, la universidad californiana de Berkeley, le cambió la vida. "Era Foucault quien escribió que había sitios en Nueva York y San Francisco que podían definirse como laboratorios de experimentación sexual –continúa Stryker–. En la década de los 90, San Francisco era una ciudad en la que pude liberarme de mis aspiraciones burguesas y, sufriendo muchas trabas materiales para sobrevivir", acabó encontrando mi encuentro. Fue en el ambiente sexual radical y underground de la ciudad californiana que Stryker descubrió quién era y cómo quería ser. "Gracias a las mazmorras sadomasoquistas hice la transición –asegura–. La intimidad que encontré me permitió ampliar mis intereses y deseos hacia todos los campos de mi vida". Además de salir del armario por duplicado, "como transgénero y como lesbiana", Susan Stryker se convirtió en una de las figuras fundacionales de los estudios trans, tal y como demuestran ensayos como Historia del trans (2008; en castellano en Continta me Tienes, traducido por Matilde Pérez y María Teresa Sánchez) y la reciente antología Cuando hablan los monstruos (Bellaterra Ediciones; traducido por Javiera M. Mac Pherson). "Después de muchas vueltas, he terminado haciendo vida académica", recuerda: actualmente es profesora emérita de estudios de género en la Universidad de Arizona.

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Marineros ávidos de sexo y reescribir Frankenstein

Cuando hablan los monstruos recorre tres décadas de trayectoria en algo más de 200 páginas. Empieza en los años 90 en el Albatros, un "bar de mala muerte situado en la zona portuaria de San Francisco", habitado por "moteros y leatherdaddías que buscaban acción en un mar de marineros ávidos de sexo: se abrían paso a codazos entre los chicos de las fuerzas marítimas que deambulaban por los barrios bajos, ansiosos por ser abordados por alguna de las prostitutas que trabajaban entre la multitud". A partir de aquí, dedica textos a la escena artística trans el temas, hasta llegar a la entrevista final con la escritora y académica australiana McKenzie Wark. Actualmente, para mí tiene más que ver con cuestiones de racialización que de género. Vivimos todavía en un paradigma eurocéntrico de la concepción del cuerpo, y todo lo que se aleje físicamente nos marca". Aunque nos hagan creer que "vivimos encarcelados en nuestra carne", Stryker considera que "debemos ser capaces de trascender esa limitación". "Puedo decidir sobre mi cuerpo, y éste quiere ir hacia los lugares, y éste quiere ir hacia. celebrados del volumen es Mis palabras a Víctor Frankenstein desde lo alto del pueblo de Chamonix.

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"Es la reescritura de una escena del Frankenstein de Mary Shelley –hace memoria–. Era 1993, un momento muy complicado en mi vida: acababa de hacer la transición, había encontrado un trabajo de mierda como profesora de historia de Estados Unidos en una universidad de segunda fila, y mi pareja acababa de tener una criatura". La veintena de páginas del ensayo cambian, desde la rabia, la imagen que se tiene de las personas. pienso que convirtiéndonos en monstruos abyectos se nos da un enorme poder, casi oracular, desde donde expresarnos –sigue–. Como escribe Donna Haraway: «Un monstruo nos promete un futuro distinto». El monstruo rompe moldes. Es un mensajero de lo extraordinario. Si escucha a las personas trans, acabará descubriendo sus costuras y suturas".