Literatura

Los gusanos invasores pudren la manzana

El tema sempiterno de la intolerancia sobrevuela 'Otro edén', de Paul Harding, desde un punto de vista más cristiano que moral o filosófico o antropológico

'Otro Edén'

  • Paul Harding
  • Ediciones de 1984
  • Trad. Marco Rubió
  • 288 páginas / 19,90 euros

Los sueños, las esperanzas y la resistencia de quienes no encajan en un mundo intolerante con la diferencia son tres de los ejes de la nueva novela de Paul Harding (Beverly, 1967), Otro edén. Inspirada en unos hechos reales de 1912 en la isla de Malaga, frente a la costa de Maine, la novela de Harding también es una historia de racismo y gentrificación turística en la isla de las Manzanas –dicta así en homenaje a los árboles que plantaron en 1873 la primera pareja que se instaló, Benjamin Honey, que había sido esclavo, y Patience, su esposa irlandesa–. Cien años después, los descendientes de los primeros pobladores todavía viven allí, pobres y hambrientos, pero felices y protegidos, hasta que son acosados ​​por las autoridades del continente, la gran civilización que quiere realizar limpieza étnica. Harding transforma la crónica historicista en poesía fragmentaria. Por desgracia, no busca el desafío estético, tiene un estilo de prosa algo anticuado y un simbolismo bíblico pesado (la narración describe la vida cotidiana de los isleños, pero comienza con un diluvio digno de Noé). Sin embargo, la narración es sólida y se adapta a las normas del género de la novela histórica.

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La trama está ambientada en EEUU de principios del siglo XX, cuando los prejuicios contra los negros y los mestizos se tapaban con la etiqueta de verdades científicas. Los recién llegados miden a los isleños con cinta métrica y reglas de metal como si fuera un experimento, con desprecio y superioridad: los miran como si fueran de una especie diferente a la humana. Debido a las leyes de segregación, la mayoría de los negros eran considerados débiles mentales. Como si la mezcla de razas y sangre no pudiera producir más que imbéciles, idiotas y degenerados. Los defensores de la eugenesia -políticos, promotores inmobiliarios, darwinistas, etc.- dan el pistoletazo de salida a la tragedia de los habitantes de la isla de las Manzanas.

Repulsión visceral hacia los negros

La llegada intrusiva de Matthew Diamond, un misionero y maestro de escuela jubilado del continente que enseña muchas cosas a los niños de la isla de las Manzanas, es un arma de doble filo: aparte de idealista, es un racista de manual, un supremacista blanco, y siente una repulsión visceral hacia los negros —sólo salva a Ethan Honey, un niño de ojos verde y pelo liso que al que puede hacer pasar por blanco y fomentarle el talento artístico a Massachusetts—. Diamond piensa, con condescendencia, que el estado debe intervenir para salvar a los isleños. Quizás lo que le falta a Otro edén es más el interés de Harding por el lugar y por la comunidad que ha construido que por las reacciones del mundo exterior ni por el destierro causados ​​por los poderosos. Cuando empezamos a leer un drama interpersonal, el autor enseguida interrumpe la escena para describir oleadas y cabañas.

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El tema sempiterno de la intolerancia —y los interrogantes sobre si va a durar por los siglos de los siglos, si los diferentes deben ser considerados inferiores, si deben ser privados de dignidad— sobrevuela Otro edén desde un punto de vista más cristiano que moral o filosófico o antropológico. La manzana pronto se pudrirá con los gusanos invasores; algo parecido a lo que ocurre narrativamente. La prosa recargada y la trama defectuosa hacen de la novela una secuela de la Biblia: Paul Harding establece muchos paralelismos entre Esther (la abuela de Ethan, uno de los personajes más interesantes y menos explotados, puesto que a menudo la encontramos fumando en un mecedora) y Moisés, los habitantes de la isla y los hebreos en el desierto, el gran diluvio y el arca de Noé con las inundaciones... Un libro entretenido para los amantes de la literatura histórica basada en hechos reales y para los lectores a los que no les importa leer una novela como quien asiste a una clase magistral.