Manel Vidal: «He mamado 'sociata' como poca gente ha mamado 'sociata'»
Cómic. Publica el libro 'El pase al espacio'
BarcelonaEl fútbol es el paisaje de fondo, más o menos abrumador según el capítulo, del libro El pase al espacio (Destino, 2025), del guionista y humorista Manel Vidal (Salt, 1989). Se trata de unas "memorias parciales", "cosas que tenía ganas de contar partiendo del fútbol", que completan el perfil de un hombre cuyo currículum incluye el podcast La sotana y el programa de RAC1 La competencia, entre otros, además de un conflictivo paso por TV3. Vidal atiende al ARA en la terraza del Centro Cívico Can Déu, en el barrio barcelonés de Les Corts.
Tu escritura es más bien de frase corta, pero con mirada larga. Cada vez que construyes un capítulo sabes dónde quieres llegar.
— Sí, tiene la trampa que sé a dónde quiero llegar porque son cosas que me han pasado realmente. Se trata de reconstruir recuerdos, y en este sentido es mucho más fácil que si escribiera ficción, que debería tenerlo mucho más estructurado. Nunca pensé que mi escritura fuera de frase corta y mirada larga; me lo pondré en el epitafio cuando me muera. Creo que está muy influida por lo que escribo antes del libro, que son guiones, radio o monólogos.
Es un libro que decepcionará a quien espere que hables de La sotana y de La competencia, que quedan fuera del libro.
— No, claro, yo... No había visto lo del Espanyol [exclama señalando un bote con el escudo del Espanyol que he dejado en la mesa]. Me gusta bastante... No tengo nada que contar de La sotana que no explique a La sotana. Y La competencia es un trabajo extraordinario, el mejor trabajo que tendré nunca, pero tiene todos los componentes de un trabajo, que significa que yo soy un subordinado de una gente que, en este caso, además, son muy buenos y todo lo que yo escribo nunca lo empeoran sino que lo mejoran. Estoy muy cómodo, pero no deja de ser un trabajo, y no me planteé contar nada de lo que tuviera que ver con ese día a día mío porque no me interesa ni a mí, contarlo, e imagino que a alguien de fuera tampoco le interesaría mucho.
¿Me cuentas quién era Christoph Frilling?
— Es una de las primeras personas que conozco cuando viví en Alemania, en 2011. Era el director de la escuela de idiomas en la que aprendí alemán e impartir clases de castellano e inglés. Era una persona cuya vida después fui desgranando a medida que le fui conociendo y con episodios diría que bastante extremos y demenciales.
De tu etapa en Alemania explicas que no has conservado ni amistades ni ataduras, pero ¿hasta qué punto te marcó el sentido del humor?
— Tengo un sentido del humor que, cuando voy a Alemania, ya existe. Lo que ocurre es que vas a vivir en un lugar donde todo el mundo se entiende mucho más fácil de cómo te entienden a ti, y eso hace que tengas que afilar cualquier forma de comunicación. Si miro diez años atrás, que son los que ya no vivo en Alemania, seguramente me ha ayudado a ser más rápido, o más afilado, o más concreto. Si tuviera que definir mi sentido del humor, creo que tiene que ver con la brevedad, con algo apuntado y breve.
Sarcasmo o ironía es que te llamaran Zirkus.
— Sí, exacto. Al equipo de fútbol donde jugué los tres años que viví en Alemania a ellos les llamaba mucho la atención que yo tuviera una forma de jugar diferente a la suya, que era mucho más pragmática. Con los alemanes ocurre algo, que la mayoría de los prejuicios son ciertos, y en este caso la forma de jugar al fútbol también era mucho más directa. Sin embargo, a mí me gustaba mucho más la floritura, y me bautizaron como Zirkus, que es el nombre que me quedó. Y hay algo de ironía alemana en este sentido, que es como un sentido del humor algo inocente: si creemos que juegas así, distinto a nosotros, te diremos así. Solo hay una capa.
Hablando de capas, en el libro hay varias. Existe una más personal, sobre todo cuando hablas de tu infancia y primera juventud, y de la relación con tu padre. Pero después hay una parte más ligada al fútbol: Manel Vidal, un señor del Barça, y mucho del Barça.
— Correcto. Mucho del Barça, sí.
¿Cuándo te hiciste del Barça?
— No recuerdo un momento concreto en el que me hiciera del Barça, que significa que lo soy por esporas. En mi casa yo no tenía un abuelo del Barça y uno del Espanyol, sino que sólo tenía un abuelo y era del Barça, y mi padre también lo era, y mi entorno era cerradamente culé. Por tanto, no hay una decisión vital. Pero la formación de mi yo culé, por decirlo de un modo algo pretencioso, bebe mucho de mi abuelo, que era un señor de Barcelona que había ido mucho a ver al Barça y que, además, tenía una conversación rica en el tema del fútbol.
Dedicas dos capítulos a dos futbolistas como Iván de la Peña y Sergi Busquets, que siempre he pensado que en realidad eran dos jugadores pericos.
— Bien, Iván de la Peña lo acabó siendo, y Sergi Busquets habría encajado perfectamente. Al igual que ahora Gavi, del Barça, sería trasladable mañana mismo al Atlético de Madrid. Iván de la Peña acabó siendo un jugador perico sin que lo pareciera cuando estaba en el Barça. Y a Sergi Busquets sí le verías un talante que podría encajar perfectamente con el Espanyol, aunque quizá hubiera sido un jugador diferente, porque él está muy influido por la cosa de La Masia, Guardiola y todo ese tipo de tradición de su posición. Recuerdo mucho a Iván de la Peña marcando en el Camp Nou dos goles, el primer año de Guardiola, 2008-2009. Entonces está la ruptura mía con Iván de la Peña, porque celebra muchísimo esos dos goles.
Pero le recuerdas, porque Iván de la Peña te da el título del libro.
— Sí, él era un jugador que hacía mucho lo del pase al espacio, se prodigaba muchísimo, y yo quería jugar así cuando era muy pequeño. Cuando crezco quería parecerme a algo más posicional como Sergi Busquets, y he fracasado en ambos intentos. Clarísimamente, además.
Deunidó las veces que admites fracasos en el libro. Uno de esos fracasos es el desarrollo académico, que hace que tu padre te envíe a Alemania a trabajar. ¿Eso te pesa?
— Me ha pesado bastante durante un tiempo, pero tampoco ha sido un trauma que me haya inmovilizado. Hablo de los fracasos porque estoy en un momento de mi vida que puedo mirar atrás y reírme. Es un libro que va un poco al fondo de estos fracasos, pero son fracasos con los que mucha gente puede sentirse más o menos identificado, porque hay muchos momentos cuando eres joven o cuando eres idiota, valga la redundancia, que te equivocas o fracasas.
¿Humoristas que hagan buenos pases en el espacio?
— Voy a ser muy poco original. El otro día presenté el monólogo de Magí, Modgi, en el Teatre de Salt, y no pensé en estos términos, pero sí pensé: lo bueno que es construyendo, y eso no deja de ser un pase al espacio. Se hace autopasadas, Magí. Qué bueno es haciendo ver que va hacia un lado y entonces yendo hacia el otro, que esto ya genera una comicidad, o preparando muy despacio ya fuego muy lento un remate muy contundente.
¿Qué guión te gustaría escribir?
— Hay un guión que me gusta mucho haber escrito: el del vídeo de retirada de Marc Gasol, dicen que perico como tú... Lo escribimos con Magí y es un guión que recordaré haber escrito porque pudimos pensar cómo esa persona hablaba no sólo con el país, ni con España, sino con el mundo. Si tienes tres segundos para contar a tus nietos qué has hecho, creo que una de esas cosas que haría es contarles esto. Y aparte de eso, me gustaría hacer guiones de muchas cosas. He hecho guiones de radio, para la tele, para monólogos... El otro día hice el guión para una gala de premios por primera vez, ahora he hecho el libro... Quizás me gustaría hacer una peli, más adelante. Si podemos hacer un guión de una o de una peli sitcom, o un guión de una serie para... iba a decir para TV3, pero no sé si será posible...
Si alguna vez tuvieras limpios, como les contarías tu relación con el PSC?
— Les explicaría que en un principio yo había trabajado para el PSC. Cuando era pequeño, simplificando muchísimo y dejándome mucha gente en los márgenes, y lo siento mucho, estaba el pujolismo y el maragallismo. En casa éramos maragallistas, y veníamos de ser de Felipe [González]. Había asistido a una Fiesta de la Rosa y le había dado la mano a Pasqual Maragall en un homenaje a Ernest Lluch. O sea que yo he mamado sociata como poca gente ha mamado sociata. Y entonces debería explicarles a mis nietos que, más adelante, cambié y ese partido también. Y cambiamos tanto que acabaron pidiendo mi cabeza por una colaboración que hacía en la tele por un chiste que habían entendido perfectamente. Esto es lo que debería explicarles. Más o menos.
¿Te supo mal por Joel Díaz, sobre todo?
— Para Joel y para Magí, que también es verdad que muchas veces se es un poco injusto con él, porque se dice "Hostia, Joel qué gesto más heroico", y Magí hizo uno muy similar, si no lo mismo. Pero sí, por ambos. ¿Me sabe mal por Joel y por Magí? Muchísimo. Pero nunca me han hecho sentir culpable, ni responsable. Saben perfectamente, y todos lo sabemos, que no es culpa mía. Y además es un gesto y una decisión del PSC que ya era incomprensible y autoritaria cuando la tomaron, y está envejeciendo muy mal a medida que pasa el tiempo, creo yo.
¿Cuál es el mejor recuerdo que tienes relacionado con el humor? ¿Y qué recuerdo te gustaría olvidar?
— Empiezo por lo que me gustaría olvidar. Cuando era muy pequeño bromé una broma, que no llega ni a humor, es protoprotoprotohumor... En una carrera popular de niños de una escuela, en un pabellón de Salt, había un fotógrafo y le tapé una de las fotografías que estaba haciendo para hacerle la broma. Se enfadó muchísimo, y creo que allí entendí que las bromas podían enfadar, que es algo que como humorista es importante recordar. Hemos tenido que tener un posicionamiento y un discurso muy claros sobre el mundo en catalán, y también hemos tenido que tenerlo sobre los límites del humor. Algo muy básico, y que se explica bastante en este ejemplo, es que tú puedes decir que hay libertad de expresión, y eso lo creo y lo defiendo hasta las últimas consecuencias, pero también es importante que tu cerebro recuerde que puedes doler. Esto lo explica muy bien Javier Cansado, que es un cómic que me gusta mucho. Ten en cuenta que puedes herir muchísimo con el humor, porque es un arma de destrucción masiva real. Paralelamente y de forma aún más contundente, tengamos en cuenta que nadie debe pagar un precio ni penal ni laboral por haber bromeado, sea cual sea.
¿Y buen recuerdo?
— Al principio de hacer El sótano jugaba bastante con la cosa de la provocación y el humor negro, a veces en tuberías, como tirando con una escopeta en las ferias a ver qué ocurría. Hacía poco tiempo de los atentados de Barcelona y Cambrils de agosto del 2017, e hice unos chistes en los que no había un ensañamiento pero sí hablé del chico que encontraron en un coche y que le había asesinado el terrorista. Era delicado y se respiraba fuerte en ese momento, y un día me escribió una chica que me dijo: "He venido con gente que eran amigos de esa persona que murió en estos atentados, y hemos ido a cenar, y ha sido superliberador porque hemos hablado por primera vez". Ellos tenían todo el derecho del mundo a decirme: "Tío, no tienes derecho porque ese duelo que estamos pasando todavía es demasiado reciente". Y yo quizá podría haberlo defendido, o no, pero, de puta suerte, sirvió para que ellos hablaran por primera vez. Es un recuerdo que tengo como muy bonito.
En el libro, cuando describes a Kluivert, dices que jugando es tan estético como poco efectivo. ¿Es Catalunya exactamente como Kluivert, tan estética como poco efectiva?
— Hay ese tópico, que siempre nos pierde la estética. También es verdad que cuando veo actos o galas que montamos, tampoco creo que estemos tan bien estéticamente.
¿Quién te ha dado más disgustos, el Barça o el Proceso?
— Me ha dado muchas más alegrías al Barça. Disgustos el Proceso me ha dado uno, pero también creo que es interesante que vayamos pasar página. Hace tiempo que considero que lo he hecho, pero es importante no quedarse ahí, en ese disgusto; creo que hay gente que se ha quedado encallada o que incluso ahora lo está vehiculando de una manera que no me gusta. El Barça me ha dado muchos, muchísimos, e incluso me han dado muchas ganas de enviarlo a la mierda, pero al igual que el país, no se puede, no sale.