La historia de tres Primitivo: padre, hijo y nieto

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'Camino de sirga': ¿una novela irrepetible?

La memoria pesa. La memoria es el presente del pasado. Nadie escapa del todo. Ésta es la historia de tres generaciones de Primitivo: padre, hijo y nieto. Sus vidas transcurren entre la Mequinenza minera, la Tossa de Mar de los inicios del turismo bohemio y la Bélgica del exilio. El patriarca se llamaba Primitivo Moles Trilla, llevaba una barba ufana, era el sastre de Mequinenza y un socialista librepensador. Aprendió el oficio en la Barcelona revolucionaria y, al regresar al pueblo, se unió –no casarse– con una camarera de El Jardí, local para sirgadores y mineros. Tuvieron cinco hijos que llevaron el apellido de su madre, Sancho, porque legalmente eran hijos de madre soltera. El mayor se llamó Primitivo y, cuando formó familia a su hijo le puso –¿cómo, si no?– Primitivo, alias Primi.

¿Qué pasó con esta saga atravesada por la Guerra Civil y la construcción del pantano de Ribarroja que hundió a Mequinenza? Miquel Berga ha seguido la vida de los Primitivo en el libro Un país extranjero (Tusquets), una historia familiar que se lee como una novela y que, por la parte de Mequinenza, evoca el universo recreado por Jesús Moncada, mientras que Tossa de Mar emerge a través de la historia de Nancy y Archie Johnstone, dos ingleses que construyeron un hotel en 1935, establecimiento que en 1938 acabaría convirtiéndose, por su voluntad, en una casa para acoger a niños huérfanos o refugiados. Fueron a parar Primitivo Sancho y su hermanito Justico.

Pero Primi, el nieto, alto funcionario de Bruselas, desconocía ese paréntesis bélico infantil del padre y el tío cuando, por azar, con su pareja Isabelle decidieron comprarse una casita en Tossa. A partir de ahí, estirando los hilos, arranca la reconstrucción de un pasado oculto, borrado. ¿Quién quiere recordar las penas?

El primer Primitivo, tras pasar por el campo de Argelès, regresó a casa: él había evitado que en Mequinenza, durante los años revolucionarios, hubiera asesinados o confiscaciones. El nuevo régimen le envió igualmente a la cárcel. Salió muy débil y murió en 1942, a los 54 años, enterrado en el rincón del cementerio al que iban a parar los no bautizados, suicidas, moros, masones, ateos, locos, indigentes y otras «almas en pena». Su hijo Primitivo ya trabajaba en la mina desde hacía un par de años, justo al cumplir los 14. Se pasó dos décadas bajo tierra, picando piedra, hasta que el embalse puso fin a la industria minera. Entonces decidió probar suerte en el extranjero, en las minas de Lieja, donde en 1966 nacería el Primi: un belga de Mequinenza, donde pasó todos los veranos con su familia.

En el libro hay muchas historias paralelas. La de la pareja Johnstone, dos intelectuales periodistas –él acabó muriendo en Moscú como ciudadano soviético–, y sus amigos catalanes –en especial el escultor Enric Casanovas y su esposa Leonor–; la de la colonia extranjera de la Tossa de los artistas y los escritores; la de la Mequinenza de los años dorados –con la intervención de una maestra supuestamente amistanzada con Primo de Rivera–, y la de los años de decadencia. Y sobre todo la de Justico, el tío soltero y politizado. Debido a un accidente prematuro, en la mina duró poco: como medio millón de españoles, se marchó a Alemania, donde pronto se afilió al poderoso sindicato del metal encabezado por Willy Brandt, que había estado con el POUM en la Barcelona en guerra y que se convertiría en futuro canciller. Idealista, Justico viajó a Cuba, Moscú y Nicaragua sandinista, donde trabajó de voluntario. En la capital rusa, en la época de Bréjnev, parte de una comitiva turístico-ideológica de un grupo de trabajadores españoles, fue recibido por Dolores Ibárruri. Allí, en un determinado momento, un «niño de la guerra» preguntó si había algún aragonés. Justico se identificó y el hombre, de Saidí, al ponerse ambos a hablar en catalán, se emocionó, lloroso. La lengua es también memoria viva.

Paseando por el cementerio de Mequinenza, rememorando todas estas historias cruzadas de dignidad, Miquel Berga encuentra «un misterio añadido al propio de la muerte: el misterio de los limpios de corazón». Los Primitivo.

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