Ser importante es ir a una biblioteca
BarcelonaLa escuela de mi hijo no deja de darme motivos para pensar que no habríamos podido elegir ninguna mejor para él. La última vez que lo pensé fue en la reunión de inicio de curso (aquella que es tan necesaria como eterna), cuando hablaron de las actividades previstas durante el año. Una de las que contaron con más ilusión fue la visita que realizarán a la biblioteca del barrio. Aprovecharán para realizar el carnet a todos los niños que no lo tengan, y la maestra explicaba la ilusión que les hace tenerlo. Aún fue más allá y añadió, con una gran sonrisa, que el carné les hace sentir importantes. ¡Ah, qué maravilla, pensar que ser importante es estar acreditado como usuario de una biblioteca! Es un mensaje muy potente, este que destila la visita.
He vuelto a pensar leyendo Bibliotecas públicas, un libro que la escocesa Ali Smith publicó en el 2015, pero que ahora sale traducido al catalán por Dolors Udina en Raig Verd. El libro recoge doce cuentos de la autora, muy buenos, pero tiene una particularidad: mientras la escribía, Smith se dio cuenta de que estaban cerrando muchas bibliotecas públicas en Reino Unido. En el libro, explica que en muy pocas semanas, 42 bibliotecas habían vivido la amenaza de cierre o de transmisión a voluntarios, y calculó que, según la estadística, entre el período en que había empezado a escribir el libro y el momento en que lo publicara, la cifra ascendería a mil. A partir de esta constatación, empezó a preguntar a la gente de su alrededor, conocida y desconocida, qué pensaban de las bibliotecas públicas, y recogió sus respuestas en una especie de capítulos cortos que se intercalan con los cuentos (que , por cierto, no pasan en bibliotecas, pero giran en torno a la lengua, la escritura o la lectura).
Uno de estos capítulos me hizo pensar en la relación de los niños con el carnet de biblioteca, porque Smith recoge el testimonio de la poeta Sophie Mayer, que ha escrito un libro sobre las heroínas de la televisión contemporánea. Una de las escogidas es la Buffy cazavampiros, y destaca que una de las armas que utiliza para mantener a raya a los vampiros es, precisamente, un carnet de biblioteca. Cuando Smith le preguntó por el carné como arma, Mayer fue contundente: "Las bibliotecas salvan el mundo, por supuesto, pero fuera del modo narrativo del heroísmo: a través de la acción contemplativa, anónime y colectivamente" . Esta idea de la colectividad es recurrente en otras respuestas, que hablan de las bibliotecas como espacios de libertad, democráticos, que permiten, por ejemplo, el libre acceso a la tecnología. Un espacio necesario para los más pobres, aislados y menos capaces de nuestra sociedad, que Richard Popple sostiene que son los más perjudicados por los cierres de bibliotecas. Éstas también funcionan como punto de encuentro y de socialización, y algunos de los testigos hablan incluso como un lugar de protección. Me ha gustado especialmente la ternura con la que la escritora Miriam Toews explica cómo vio, por casualidad, a su madre dormiéndose al sol en el sillón de una biblioteca. Sin que fuera su idea inicial, Ali Smith acaba rendiendo un homenaje a las bibliotecas públicas, muy pertinente ahora que acaban de celebrar su día internacional. Valorémoslas, cuidémoslas y celebrémoslas, nosotros también: sacamos nuestro carné de biblioteca de la cartera, y sintámonos importantes.