Una investigadora de Cambridge asegura que ya podemos hablar con los fallecidos
BarcelonaUna llamada Katarzyna Basinska, investigadora de la Universidad de Cambridge, Inglaterra, como un día no sabía qué hacer, inventó un procedimiento informático gracias al cual, ha dicho, podremos hablar con los difuntos. Es un síntoma más del descrédito de las religiones y de la ya hace tiempo diagnosticada "muerte de Dios". O una suplantación blasfema. O una tontería.
Si no se demuestra lo contrario, cuando uno muere desaparece para siempre de la existencia secular. Para los creyentes, las almas de los muertos –la cuestión de la supervivencia del cuerpo ya está apenas en materia de discusión– pasan a un mundo ultraterrenal, en el que sobreviven a su manera: es materia de fe (Platón creía; Aristóteles, a veces sí, pero generalmente no; y todavía estamos aquí).
Pero algo que se ha demostrado imposible es que los difuntos hablen, porque para ello habría que volver a la vida y poseer la misma larinx que uno tenía en vida. La investigadora, que habrá leído muchas novelas espiritistas sobre la visita a la tierra de seres difuntos en forma corpórea, está convencida de que gracias a un algoritmo, un avatar, un chatbot o algo parecido –palabras que mucha gente no sabe lo que quieren decir– hablaremos con nuestros seres queridos y no les para.
De hecho, para una misión como ésta ya teníamos la memoria, la propia, que es capaz incluso de darnos reviviscencias de las arrugas en el rostro del abuelo o del perfume que se ponía la abuela. Toda la obra de Marcel Proust gira en torno a esta vivificación del pasado, y para eso no hacían falta siquiera fotografías o películas domésticas: ahora ponen en los tanatorios, otra muestra de la poca capacidad que tiene mucha gente de alcanzar dignamente que un ser que era ya no es.
Según la investigadora, el teléfono móvil nos ofrecerá "una experiencia distinta, en la que la despedida ya no será definitiva". Y añade: "Será más bien un "hasta ahora". Será un cambio de estado: ya no estarás en carne y hueso, pero podrás volver, incluso hacerte inmortal": es justamente lo que postulan muchas religiones. La cosa hace una gracia que asusta, por no decir que es un artificio que no sólo irá contra la creída inmortalidad del alma, sino contra las leyes más elementales de la naturaleza; y, en especial, contra el poder que tiene la muerte de los demás para que la gente ordene un poco y dé sentido a la vida propia.
Decía Walter Benjamin que, cuando muere un ser querido, seguimos hablándole, hasta que llega el momento en que el otro ya no nos entiende. Es lógico: "vive" en la eternidad, que emplea un lenguaje desconocido, una lengua que no reproducirá ni la más sofisticada inteligencia artificial.