Josep Pla frente al espejo complejísimo de Israel
Destino recupera las crónicas y artículos que el autor de 'El cuaderno gris' escribió a partir de una estancia en el país en 1957
'Israel en 1957'
- Josep Pla
- Destino
- 268 páginas / 19,90 euros
Teniendo en cuenta el actual panorama, tiene todo el sentido del mundo recuperar las crónicas y artículos que Josep Pla escribió sobre Israel para Destino, que después convirtió en el libro Israel en 1957. Asimismo, después de los atentados de Hamás de octubre de 2023 y de la guerra de exterminio contra los palestinos que el gobierno Netanyahu lleva a cabo desde entonces, no es tarea fácil presentar hoy el libro de Pla. El periodista Andreu Barnils ha sido el encargado de prologarlo y ha salido bien: pone perspectiva histórica y compara pasado y presente –antes Israel era David, dice, y ahora es Goliat–; procura guiarse por una brújula ética coherente pero no aleccionadora; critica el paternalismo exaltado con el que los europeos abordamos el conflicto árabe-israelí y juzgamos a los judíos y los musulmanes; combina reflexión general y experiencias personales...
Aunque sólo pasó unas cuatro semanas del verano de 1957, la impresión que se lleva el lector es que Josep Pla llegó a conocer bien a Israel, y que supo contarlo con su gracia y viveza usuales, aunque, como bien señalaba Xavier Pla en su biografía, Un corazón furtivo, aquí encontramos más bien el Plan reportero, no tanto el literato. Sin embargo, esto no quita que haya párrafos que son literatura de primer nivel, por ejemplo cuando describe los azules del Mar Mediterráneo o los cipreses de Haifa.
Es cierto que, en conjunto, el libro da un efecto hacinado y descosido, y que se nota que está hecho más por aluvión de materiales dispersos que a partir de una estructura global bien pensada. Y también es cierto que resulta reiterativo. Sin embargo, la aproximación de Pla a aquel Israel fundado nueve años antes, y entonces recién salido victorioso de una operación militar contra Egipto por el control de la Península del Sinaí, sigue siendo interesantísima por dos razones: por la visión que da de un experimento nacional único en la historia del mundo –de visión admirativa mundo árabe– y por todo lo que proyecta como catalanista que debe escribir en castellano en tiempos de Franco.
El entusiasmo sionista de Pla
Empecemos por el entusiasmo que le genera el sionismo. Desde que sube a bordo del Theodor Herzl, el barco dado por Alemania como reparación por la Xoà y que zarpa de Marsella hasta Haifa cargado con judíos de toda clase y condición, y hasta que se va del país, Pla queda maravillado por todo tipo de cuestiones: por "el esfuerzo sobrehumano" del pueblo judío por preservar su identidad sionistas pioneros, por la capacidad de amalgamar nacionalmente judíos de toda procedencia, por cómo cogen el viejo prejuicio antisemita según el cual los judíos sólo saben hacer tareas fáciles (comerciar, prestar dinero) y le dan la vuelta haciéndose agricultores y convirtiéndose en expertos tecnológicos y militares...
Dos aspectos fascinan a Pla de manera particular: la recuperación del hebreo, entonces una lengua "más muerta que el latín", y los sofisticados mecanismos de ingeniería hidráulica con los que se "conquista" el desierto y se lleva agua por todo el país. Relacionado con ello, encontramos el punto más débil –e indignante– del libro: Pla obvia, o directamente descalifica, todo lo que había antes de la creación de Israel. "Beerxeba era un poblado árabe, devorado por el sol, la suciedad y el desorden total. Ahora es una población de más de 30.000 habitantes, con un centro perfectamente urbanizado...". Que eso lo escriba Pla, que fue de los primeros en criticar la devastación de la Costa Brava, lo hace aún más escandaloso. Sin embargo, cabe añadir que el capítulo dedicado a los refugiados palestinos, basado en informes de la UNRWA, es comprensivo y lúcido en su explicación de cómo han sido abandonados por todos y usados con fines espurios.
En cuanto a las proyecciones planianas, dos aspectos me parecen cruciales. Uno es cómo trata la cuestión religiosa: celebra el espíritu laico de Israel, dice que es una suerte que los judíos piadosos sean minoría, asocia la religión con la suciedad y el atraso... Pensamos en el efecto que estas opiniones debían causar entre los lectores de la España nacionalcatólica. El otro aspecto crucial, por supuesto, es la lengua. Pla escribe: "Cuando los judíos hablen y escriban su lengua, su personalidad será mucho más concreta y auténtica". Esto tuvo que escribirlo, originariamente y a la fuerza, en castellano. Sabía perfectamente que los pueblos que pierden la lengua se van volviendo inconcretos y falsos. Josep Pla fue a Israel para explicarlo como reportero y al final se acabó reflejando como catalanista.