Literatura

Un padre y un hijo que se buscan y no se encuentran: 'Caballo, atleta, pájaro', de Manuel Baixauli

El autor de 'El hombre manuscrito' publica una de las novelas destacadas de esta reanudación

3 min
Un fotograma de 'Le Havre', una de las últimas películas de Aki Kaurismäki
  • Manuel Baixauli
  • Ediciones del Periscopio
  • 250 páginas / 19 euros

Hay un rastro del cine del finlandés Aki Kaurismäki en las novelas de Manuel Baixauli: una brevedad de las escenas y de las frases, una sequía en la expresión de los sentimientos, un gusto por narrar las vidas de los personajes que quedan en los márgenes de la sociedad. Comparten las ganas de detener la vida en movimiento, de darle pausa y reflexión, aparte de la búsqueda de un sentido estético que llene su vacío existencial. El cineasta lo hace con planos largos y silenciosos y el escritor despliega unas estrategias narrativas que atrapan al lector como quien pesca en el raíz: tirando una malla al agua con plomos que la hunden y que luego recupera llena de peces. Las múltiples tramas de la novela –finas, sutiles, nunca de trazo grueso– se envitricolan poco a poco pero de forma inexorable, hasta configurar ese arraigo, lleno de sentidos y de metáforas que se iluminan unas a las demás y que acaban revelando un dibujo diáfano, trazado en la arena de playa por un trozo de caña que las olas del mar han dejado a los pies de un niño que lo cuenta con una lengua limpia y transparente y arroz al horno.

Baixauli también es dibujante y pintor, y el gusto por la estética y la imagen impregna todos sus libros, que son, sólo en parte, libros sobre libros, con gusto por los juegos metaliterarios: los lectores habituales del autor valenciano reencontrarán personajes y elementos que saltan de un libro a otro, como el Archivo de las Ondas o personajes como Màrius Monturiol, o tropezarán con algún escritor de éxito minoritario (todo es relativo) que identificarán fácilmente. Y todo al servicio de una historia y de unos personajes que están vivos: en este caso, un padre y un hijo que se buscan y no se encuentran. Alapont es un carpintero viudo que vive en un pueblecito de la costa valenciana y Aristides, su hijo rebelde, quiere ser cineasta. Alapont está angustiado por lo que cree que es un hijo que descarrila, y Aristides vive ahogado por lo que él considera la pequeñez de la vida de pueblo. Ambos se equivocan y ambos aciertan. La novela puede leerse como una reflexión sobre diferentes paternidades, las biológicas y las que no lo son: a veces estamos más cerca de quien elegimos hacer de padres o de hijos que de los que nos ha tocado por lotería.

Las narices gigantes del marjal

Pero hay más capas: la de la creación artística como refugio desde la que desafiar el estado de las cosas, que aquí se centra sobre todo en el cine, pero también en la arquitectura y la escultura: una de las mejores imágenes del libro, por enigmáticas y por sugerentes, es la de unas narices gigantes que aparecen por la marjal y donde la gente vierte cosas y, si se avecina, puede sentir respirar. Un marjal que, en lugar de estar lleno de agua, está lleno de café, como si el mundo se hubiera vuelto un inmenso humedal de café oscuro al que somos adictos. Estamos exactamente dentro de un cuadro de De Chirico, con edificios duplicados por el mundo y figuras humanas que deambulan como en un sueño. El libro está lleno de referencias a directores de cine, que van de Bresson a Bergman, pasando por Béla Tarr, Dreyer o Tarkovski, de quien es la cita "Dureza, sequedad, calma", que podría ser el lema con el que afronta la vida el carpintero protagonista, y quizás también el escritor Baixauli. Del japonés Yasujiro Ozu, un personaje alaba "la sencillez, la claridad, la humildad de cada presa, la capacidad de expresar, sin dramatismo, sentimientos profundos con escenas, diálogos y situaciones aparentemente banales". Es una frase que podría aplicarse perfectamente a toda la obra de Baixauli, ya esta novela en particular, que consigue colocar al lector en un estado de semivigilia, aquél en el que el cerebro se libera de todas las tensiones diurnas y se pone a funcionar en otro modo, libre como un caballo, como un atleta, como un pájaro.

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