Cómo es un Peter Pan de la catalanor
BarcelonaLa autora estadounidense Kay Hymowitz escribió el ensayo Manning up en 2011, donde describe una nueva etapa vital, la preadultez, un período flotante entre la adolescencia y la edad adulta, que ella vincula a la educación prolongada, la dificultad de acceso a crédito, el aplazamiento para formar una familia y la cultura del ocio digital. Hymowitz describe cómo este nuevo fenómeno ha impactado más negativamente en los hombres, ya que las mujeres tenemos un reloj biológico más claro, que nos avisa cuando ya va siendo hora de que la preadultez acabe. No debe olvidarse que el acceso a un trabajo bien remunerado oa una vivienda propia se han convertido en empresas dignas de Frodo Saquet y la Comunidad del Anillo. Hymowitz sostiene entonces que es fácil que, sin un guión vital claro, muchos hombres jóvenes queden atrapados en una cultura de "hombre-criatura": gozan de los privilegios de la madurez (sexo, consumo, libertad de movimientos) pero evitan las obligaciones (economía propia, familia, cuidados).
En Teoría del juego, la nueva novela de Arià Paco, ganadora del premio Anagrama de este año, tenemos la oportunidad de adentrarnos en el mundo interno de Ernest, su protagonista, un buen ejemplar de "hombre-criatura" de la catalanor. Aunque la promoción de la novela la presenta como una reflexión sobre la vulnerabilidad y contradicciones entre las nuevas masculinidades y el feminismo, a mí me ha parecido un retrato espléndido sobre la progresiva infantilización de la sociedad.
Más culpa, menos empatía
Ernest se mueve en un ambiente de izquierda alternativa y feminista, y reflexiona sobre la adecuación de su deseo y fantasías sexuales, que él asocia a un modelo antiguo masculino de dominación, en una generación que se mueve con nuevos códigos sociales. Pero la culpa que Ernesto dice sentir por mostrar un deseo "demasiado masculino" parece más una culpa performativa que reparadora. Investigaciones recientes (Vescio et al., 2021) muestran que, cuando la identidad masculina se siente amenazada, aumentan la culpa y la rabia pero cae la empatía. Es lo que observamos en Ernesto, ya que la culpa es la coartada perfecta por parecer un buen chico deconstruido pero, en la práctica, comportarse como un Peter Pan del siglo XXI.
Según la teoría de juegos, la jugada óptima es aquella que garantiza el máximo beneficio con la mínima pérdida posible, y eso es lo que pone en práctica: maximiza el placer sexual y sentimental que le proporciona el poliamor, sin pagar las fichas básicas de la ética relacional como la claridad, el tiempo o la consideración. Además, representa a los hijos de una clase trabajadora ascendente que ha podido ofrecer a la descendencia el privilegio de elegir vocación sin presión económica inmediata (entiéndase carreras vinculadas a las humanidades) y que ha provocado una dependencia prolongada (según el Observatorio de la Emancipación, sólo un 14,8% de los jóvenes menores de 3). Pero las tesis feministas se estrellan ante ese egocentrismo infantil que nunca acaba, ya que nadie piensa en el bienestar y la libertad de las madres de esta generación de privilegiados precarios, que aún deben pagar piso y cervezas a sus hijos.
El protagonista deLos gritos, la fantástica y sorprendente novela de Víctor Recort, escritor de la misma generación que Paco, y ganador del premio Documenta 2024, da una pista clave para todos aquellos Ernests que quieran despegarse del juego: "Un hombre sólo lo es en tanto que es capaz de devolver, al menos, la misma cantidad de besos de buenas noches que recibió de pequeño". Nada más que añadir.