La poesía catalana según la divulgación creativa de Enric Casasses
'Noticia de la poesía catalana' es un libro delicioso, excitante e instructivo que funciona como una muestra de hermenéutica de autor y de divulgación creativa
Noticia de la poesía catalana Enric Casasses
- Empúries
- 200 páginas. 18,90 euros
En la Advertencia inicial de la presente edición de Noticia de la poesía catalana. De los orígenes al siglo veinte, Enric Casasses explica que escribió “la primera versión de esta noticia alrededor del año dos mil tres o cuatro, cuando el poeta mexicano Orlando Guillén me pidió que hiciera un epílogo para la antología bilingüe de poetas catalanes del siglo XX que él estaba acabando de traducir al catalán”. incluía quince poetas: doce hombres (Liost, Carner, Riba, Salvat Papasseit, Foix, Pere Quart, Bartra, Espriu, Vinyoli, Brossa, Ferrater y Estellés) y tres mujeres (Leveroni, Arderiu y Salvà).
Poco más de veinte años después, Casasses ha vuelto ahora a ese epílogo, lo ha ampliado y enriquecido, le ha independizado de la antología que le motivó –ahora ya no hay que hacer entender de uno público que no sabe nada de la historia de la poesía catalana– y ha hecho un libro delicioso, excitante e instructivo que funciona, a la vez, como una muestra de hermenéutica de autor y de divulgación creativa, un poco en la línea de la Historia del Arte de Ernst Gombrich, con la diferencia de que Gombrich era un académico y Casasses es un poeta, y no deja de serlo nunca, ni siquiera cuando escribe en prosa y no pretende hacer poesía.
La historia de la poesía catalana con rigor
Cuando hablo de hermenéutica de autor y de divulgación creativa no me refiero sólo al uso vibrante e imaginativo con el que Casasses trabaja la lengua, en las antípodas de la aridez gélida de la literatura académica y de la pobreza esquemática de la literatura divulgativa , por ejemplo cuando de un monje del siglo XII del monasterio de Ripoll dice que hace versos “en un latín de estar por el claustro”. Me refiero también a que Casasses cuenta la historia de la poesía catalana con rigor, pero según sus intereses y predilecciones, reivindicando aquellas obras y aquellos autores que más le han marcado y de los que más ha bebido, haciendo una genealogía poética en la que él y su obra encajan justo en el centro. No es un reproche, es lo que hacen todos los creadores cuando cuentan la historia de quienes les han precedido en su arte o su oficio, y quienes no lo hacen no es porque sean más nobles sino porque no tienen ni los conocimientos ni el talento para hacerlo.
Para Casasses, seis son las figuras, las obras, los movimientos o las realidades poéticas que dan forma y envergadura a la poesía catalana a lo largo de la historia, que marcan un punto de inflexión y la reorientan y la resignifican, o incluso y aunque la hacen nacer o renacer. El número cero de todo, dice, son los trovadores: Casasses escribe lleno de nostalgia del sueño provenzal, pero es una nostalgia vital, nada estantez. Después, viene el número uno, Ramon Llull, a quien da una importancia no sólo fundacional sino perdurablemente absoluta: todavía hoy somos como somos porque Llull estuvo, estuvo. Después, viene el número dos, Ausiàs March, poeta medieval modernísimo, poeta antiguo posmoderno, poeta sin adjetivos y en mayúsculas. A la hora de explicar el período antes conocido como Decadencia, Casasses hace una finta brillante y se saca de la manga el número tres: la poesía anónima popular. Es exacto: durante los siglos de arrinconamiento y castellanización, y más allá de excepciones como el Rector de Vallfogona, la poesía y la lengua catalanas se mantuvieron vivas y creativas gracias al pueblo anónimo. Por eso, al cabo de tantos siglos, fue posible el número cuatro, la figura estelar y compleja y clarísima de Jacint Verdaguer. Y también la poderosa pulcritud violenta de un Joan Maragall, que es el número cinco.
Naturalmente, este esqueleto de nombres y obras esenciales es complementado por toda una pródiga galaxia de nombres y obras quizás no esenciales pero sí importantes y valiosas, tanto del campo de la literatura como del arte o de la política, que Casasses cuenta con gracia y energía y vistosamente. Los momentos más altos y brillantes del libro son aquellos pasajes acelerados de condensación y de síntesis. Su aspecto de digamos bohemio y sus aires de trovador medio punki a menudo hacen que el personal obvie algo evidente y elementalísimo sobre Casasses, que es que, si bien es cierto que es todo esto, igualmente cierto es que es un erudito . Quien lea este libro lo tendrá clarísimo.