Literatura

Visceralidad y pasiones boscanas: sobre el último premio Documenta

Maria Arimany ganó el premio Documenta con el libro de cuentos 'Al bosque hay que llegar cuando todavía está oscuro', donde la naturaleza tiene una gran presencia

3 min
'León hambriento que ataca a un antílope', cuadro de Henri Rousseau
  • Maria Arimany
  • La Otra Editorial
  • 208 páginas / 18 euros

Los cuentos del libro Al bosque hay que llegar cuando todavía está oscuro, con qué la debutante Maria Arimany (Llerona, 1990) ganó el premio Documenta 2023, comparten una misma mirada pasional, intensa, sensorial, diría que casi deliberadamente asilvestrada, sobre los comportamientos humanos. Los protagonistas de los relatos son hombres y mujeres de ahora y sus acciones transcurren en nuestro presente digamos moderno y civilizado, pero la forma en que Arimany los aborda y nos los muestra hace que se nos impongan como presencias primitivas, o animalescas , o boscanas. No es casualidad, en este sentido, que en todos los cuentos sean tan importantes las menciones o las descripciones de ciertos espacios de naturaleza –el jardín, el huerto, el bosque– y que a menudo se mencionen de forma concretísima todo tipo de animales y de frutos. El contacto de los humanos con la naturaleza puede parecer que ha sido cortado desde hace rato, pero Arimany recalca cada vez que puede que los humanos –por entorno, por fisiología, por irracionalidad o descontrol íntimo, por necesidad de supervivencia– somos todavía naturaleza.

El primer cuento, por ejemplo, titulado Río arriba, funciona como una escena colectiva de un erotismo y de una sensualidad levantadas. Como si el Déjeneur sur la hierba de Manet hubiera sido pintado con las pinceladas voluptuosamente al ocio de un Matisse, todo ello con un trasfondo de malestar estructural y de violencia anímica, porque la libertad y las ambigüedades sexuales de la protagonista no encajan en el mundo convencional de donde procede, no son aceptados por su entorno familiar. También el segundo cuento, construido de manera sencilla pero eficiente a base de anáforas (descontando el segundo, todos los párrafos comienzan con un “hay”), tiene como ejes centrales el deseo sexual y la corporalidad.

Frescura y consistencia

Incluso el tercer cuento, Confinados, que aparentemente presenta una situación más aséptica, más reprimida, menos emocional, es pura visceralidad. Disimulada, sí; controlada, también; escondida o enterrada, por supuesto. Pero, en la práctica, pura visceralidad. Es el relato en primera persona de una chica todavía joven, pero emancipada desde hace tiempo, que al inicio de la pandemia de cóvido decide volver a casas para pasar el confinamiento. Pero lo que debería ser un paréntesis de placidez, un retorno a la seguridad cotidiana primigenia, al fin no es más que la constatación de una ruptura irreparable con el mundo de la infancia, con las figuras tutelares que acompañaron a la protagonista hasta en la edad adulta. Las cosas, cuando se acaben, se acaben: “Nunca volveremos a estar allí y nunca volveremos a ser aquello”.

La harinera borda (Amanita phalloides), una historia de despechos y venganzas sentimentales, es el cuento más largo de la recopilación, ocupa su parte central y funciona como un encadenamiento de escenas narrativas y de flashes de prosa evocadoramente descriptiva y reflexiva. Cuenta la historia de amor entre un hombre ya en la cuarentena –con una hija de once años– y una chica bastante más joven: dolores de cabeza y maravillas, y al final está siempre la fatalidad. La particularidad de la aproximación de Arimany al tema –un punto tópico, material inflamable de melodrama, si no vas vivo– es que el despecho y los reparos por la ruptura no vienen de quienes previsiblemente deberían venir. Aunque el cuento se despliega con fluidez y mantiene el interés del lector, no tiene el punch sutil y frontal de las piezas más breves.

Aunque es inevitablemente desigual –el cuento titulado Punto de escape es flojo y atravesado de clichés, el titulado Cambio de marchas es buenísimo en su retrato entre patético y sórdido de una ruptura sentimental que no se concreta–, el primer libro de Arimany es fresco y consistente.

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