Misterio y terror en la sala grande del TNC

'Ils nous ont oubliés', que adapta una novela de Bernhard, es un diálogo no siempre fructífero de la literatura con el cine en el que la forma se impone al contenido

2 min
Un fragmento del montaje de la obra de Bernhard

'Ils nous ont oubliés'

Teatre Nacional de Catalunya. 12 de marzo de 2022

Seguramente que a Séverine Chavrier, directora del Centre National de Création de Orléans - Loiret, le encantan las películas de misterio y terror, desde Murnau hasta Hitchcock o Wes Craven. Y, por supuesto, también las de Stephen King y su Jack Torrance, de quien el viejo Konrad parece un alter ego.

Y si lo pensamos es porque su mirada sobre la magna novela de Thomas Bernhard El horno de cal, que ha inspirado Ils nous ont oubliés, es un diálogo no siempre fructífero de la literatura con el cine con un absoluto predominio de la imagen en streaming sobre el texto. Un diálogo al que se suma la espléndida banda sonora en directo de Florian Satche, que recorre íntegramente las cuatro horas de función y que resulta definitiva en la creación de las oscuras y tétricas atmósferas de la narración.

Explorar la maldad humana

En El horno de cal Bernhard explora la maldad humana buceando en los últimos días de la tóxica relación matrimonial, que acaba con asesinato, de un presunto científico (Konrad) que se recluye con su mujer inválida en un antiguo edificio fabril perdido en las montañas para escribir un tratado sobre el oído. La dramaturgia de la directora se centra en el proceso de incomunicación y autodestrucción de los protagonistas e incluso añade algún personaje.

La propuesta de Chavrier, tan alejada de la que Kristyan Lupa nos ofreció en el Teatre de Salt en el Temporada Alta de 2007, apuesta radicalmente por la tendencia de cierto teatro contemporáneo de imponer la forma al contenido y de alimentar, podríamos decir enriquecer según como, la propuesta escénica con recursos visuales de alta tecnología, lo que cambia tanto la experiencia del espectador como la de los intérpretes, a menudo convertidos en muñecos. Esto último es lo que pasó en un primer acto en el que ni una eminente profesora de francés podía entender las palabras amplificadas y distorsionadas de los actores, lo que provocó una notable deserción entre el ya no muy abundante público del estreno absoluto de esta coproducción del TNC con cuatro teatros franceses. Afortunadamente, en el segundo y tercer acto la función mejoró al equilibrarse la experiencia visual con el fundamento textual. Aun así, no evitó una segunda y numerosa deserción. Y es una lástima, porque una vez entrados en los códigos de la directora y renunciando a otras emociones que no fueran las provocadas por las brillantes composiciones audiovisuales (Quentin Vigier), la experiencia resultaba de lo más interesante, con aportaciones mágicas como el cuervo de Poe, las palomas o los fantasmagóricos muñecos. 

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