Antònia Font, crónica de una euforia anunciada
Más de 11.000 personas disfrutan en Inca con el regreso del grupo mallorquín
Inca"El directo nunca ha sido su fuerte", dice Victòria. "Sí, claro, pero antes los buscábamos siempre en las verbenas", contesta Antònia. En su trigésima (larga), años atrás se mamaron conciertos de Antònia Font como las que más. "Yo los he escuchado, son cultura general, pero no los he visto nunca en directo, este será el primer concierto", decía Malena, que resalta la edad –"22 años, eh!"– en los baños habilitados en el polideportivo Mateu Cañellas de Inca. Desde Bunyola, Margalida se reía con una amiga: "¡A ver si me gustan, que los he escuchado mucho!", pronunciaba minutos antes del concierto. El músico Miquel Serra ha hecho los honores como telonero y, cuando las antenas del escenario lo han sintonizado, allí estaban: Antònia Font. Y pegando botes estaba todo el mundo, Un minut estroboscòpica. Y pegando botes estaba todo el mundo, prácticamente, hasta que han acabado con Viure sense tu (canción añorada en la actuación de Barcelona en el Primavera Sound).
Casi nueve años después de despedirse con un concierto de tres horas en el Teatro Principal de Palma, Antònia Font ha vuelto a deslumbrar al público mallorquín durante más de dos horas de actuación este sábado en Inca. La fauna (selénica) presente era muy diversa: desde viejas glorias que los seguían de verbena en verbena durante los primeros 2000 hasta juventud huérfana –hasta el sábado– de un concierto del grupo que mejor canta la Mallorca moderna, pasando por "filas de niños" pequeños. Quién sabe cómo han cambiado, durante estos años, las vidas de las más de 11.000 personas que se reunieron en el polideportivo Mateu Cañellas, pero una cosa queda clara: la conexión con Antònia Font, a pesar de los años de silencio, estaba y se ha encendido (si es que alguna vez se había apagado) ardiente y poderosa.
Era evidente que sonarían los hits: que si Me sobren palabras (la segunda canción, uno de los primeros momentos con el público desatado), que si Oh la la (una de las queridas del nuevo disco), que si Alegria, Wa yeah, Calgary 88... Sí, Antònia Font en esencia ha estado. Pero también en entraña: allí nos queda Portaavions, Cartes de Ramiro (a cappella, claro), Bamboo, Batiskafo Katiuscas, Islas Baleares.
El concierto en Inca ha llegado después de dos ensayos con público en Sant Cugat del Vallès y del concierto en el Primavera Sound. Quizás por eso no ha sido el mejor de Pau Debon, pero ¿quién lo ha notado? Y, en caso de verlo, ¿qué? El público quería fiesta y catarsis, y todo el mundo ha hecho su papel para que fuera así y se ha abandonado a la euforia, al espectáculo nostálgico de Joan Miquel Oliver, Pere y Pau Debon, Jaume Manresa y Joan Roca. Nostálgico, sí, pero con un disco nuevo debajo del brazo que ha corroborado que el grupo todavía está muy vivo y que la gente quiere más a Antònia Font.
Mallorca se ha visto orgullosa
Aun así (es decir: con Armando Rampas, Vos estim a tots igual, Vitamina sol, Tots els motors...), Inca ha vibrado con fuerza. "Cantemos, bailemos, lloremos", replicaba Debon al principio, emocionado por el gentío. "¿Son los Rolling Stones mallorquines?", ha comentado alguien en la barra observando, con una mezcla de orgullo, satisfacción e incredulidad, la marea humana que llenaba el Mateu Cañellas. "Yo creo que por el pop que hacen serían más nuestros Beatles", ha contestado otro. Ni Rolling ni Beatles: ¡antenas parabólicas, mediterráneo, calàpets, nenúfares, princesas, mil ciento cincuenta condones y Antònia Font!
La música ha sido el eje central del encuentro multitudinario de este sábado, pero se ha vivido una emoción social y colectiva que no puede menospreciarse: una parte de Mallorca se ha querido mucho, a la vez y a coro, y se ha visto orgullosa. "Mir enfora i, més o manco, lo de sempre és lo que veig", canta Antònia Font en Venc amb tu, la canción que cierra el último disco, un tema que también dice "quan veig es meu futur amb es seus interrogants d'una sola cosa estic segur: venc amb tu". Es doloroso explicarlo, es una percepción casi inconsciente: han sido las sonrisas, los reencuentros, los pechos hinchados de todo el mundo cantando canciones de vida, la liberación emocional de los más herméticos, porque se ha sentido tan cómodos como en el comedor de casa. Y han llegado los fuegos artificiales (la canción no, pero la pirotecnia ha estado) que han prendido para iluminar (¿más?) la noche.
Llegan y se van, es así. Antònia Font ha estado y el concierto acaba. Como dos amantes perfectos que, valientes, deciden juntarse, aunque sea por una noche, aunque sea por poco más de 140 minutos. Aquellos que todavía no saben si son amigos o si son amantes. En cualquier caso, se quieren igual; es que se quieren mucho. Inca lo ha visto.