BarcelonaTrabajo de campo, intención sociopolítica y sensibilidad artística van de la mano en el proyecto de la aranesa Alidé Sans, nacida en 1993 en Bausen, cuyo pueblo es alcaldesa desde 2023. Su última aventura musical es Arraiz (Dmusical, 2024), un disco que reúne canciones tradicionales occitanas que Sans revuelve desde el presente. Como dice ella, ha soltado la creatividad. "Me declaro responsable y culpable de todas las chorradas que he hecho", admite. El resultado de las chorradas es un álbum magnífico y un directo con una puesta en escena impactante.
Arraiz es un disco bastante diferente al que hacías, tanto por la metodología como por el contenido. ¿Por qué decides ese cambio?
— Viene de una toma de conciencia de la gran riqueza que existe en el patrimonio cultural occitano y en las canciones de tradición oral. Durante estos diez años dedicados a la música, he tenido la suerte de poder recorrer el territorio occitano y conocer a personas y colectivos que se dedican a la recuperación de estas canciones. Y también tenía muchas ganas de meterme en la producción musical de mis obras. Ha sido un aprendizaje continuo, un proceso de aciertos y errores pero muy bien, muy contenta.
¿Qué territorio has alcanzado?
— Son canciones de tradición oral occitanas, de diferentes territorios: de los Alpes, Provenza, Vall d'Aran, Roergue...
Por lo que respecta a la producción musical, has trabajado con Iago Pico, el productor de Tanxugueiras.
— Tanxugueiras me gustan mucho y me inspiran mucho, y creo que están teniendo una carrera profesional muy bestia. Me gustaba mucho su sonido y la producción musical de sus canciones, y por eso contacté con él. Fue Iago quien me animó a que yo hiciera la producción musical, y él ha asumido la parte de mezcla y máster.
Ahora montaña parece la canción en torno a la cual pivota todo el disco, ¿verdad?
— Exactamente, es la que sintetiza el espíritu del disco. De hecho, es mi canción favorita de los últimos dos años. Es una canción que está muy extendida en diferentes zonas de Occitania: en Coserans, Comenge, Arieja y el mismo Vall d'Aran. Y tiene un mensaje potentísimo. Es una chica que siente violines en la montaña y le dice a mamá: "Mamá, estoy sintiendo violines en la montaña. Si siguen sonando, tendré que irme a bailar". No puede hacer nada contra su voluntad. Y la madre, muy prudentemente, le advierte que si va a bailar, su marido la batirá. Y la chica, en un acto de liberación, de determinación, de convicción, de valentía, le responde que si debe batirla, que la bata, porque ella se volverá. Y la conversación sigue hasta llegar a la conclusión de que, al final, quien verá afectada su reputación será el marido por decidir de pegarle. Me parece que es un mensaje muy fuerte de empoderamiento femenino, y hay que entender que estas canciones forman parte de un contexto y una época. Las canciones de tradición oral occitana están plagadas de machismo, pero ésta, que es como una seta, me parece una canción que es digna de transmitir a generaciones futuras. Es una canción superactual, en verdad.
¿Te ha costado demasiado encontrar las canciones que se añadían un poco con la parte de empoderamiento que buscabas?
— No, porque llevo tiempo, con eso. Arraiz pivota en torno a tres criterios, porque, como te decía, el patrimonio de canciones de tradición oral occitano es inmenso, y era necesario hacer un cribado: canciones que fueran bailables y festivas; canciones situadas en un contexto de montaña, porque había una vocación de explicaros la realidad de estas comunidades, y canciones con cierto mensaje de empoderamiento, sobre todo femenino. No todas las canciones cumplen los tres criterios. Ahora montaña, sí. Por eso es la que sintetiza el espíritu del disco. Pero no todas pueden cumplir esos criterios.
Por ejemplo, Non lloras, Tonet no los cumpliría.
— Exacto. Pero Non lloras, Tonet explica muy bien la realidad de un joven pastor pirenaico que vivía en una cabaña fría como el hielo, sus hermanos no los conocía y sus padres estaban en el cielo. Pobre chico. Y pues salía a pasear, a cantar con las pastoras y pastores, a ver a las estrellas ya cantar como un pájaro.
La canción de esta canción se utiliza como canción de cuna, ¿verdad?
Sí. Es un vals. Por tanto, es canción no festiva, pero sí bailable. A mí me la había cantado mi madre como nana. Y me hizo mucha gracia porque el día que salió el disco me escribió una chica, de madre aranesa, pero que vive fuera del Vall d'Aran. Y me dijo: "Me ha emocionado muchísimo porque esa canción me la cantaba mi madre cuando era pequeña y nunca la había vuelto a escuchar". El poder éste de la música, que se te queda clavada en el alma.
¿Cómo te enfrentas a unas canciones que están hechas para una época y contextos que no son los actuales? ¿Cómo lo haces para encajarlas en el presente?
— Es que algunos encajan solas, como Ahora montaña. Cuentan historias bastante actuales. Hay que entenderlas desde la perspectiva de que forman parte de otra época, pero se pueden construir muchos puentes con la actualidad. Por ejemplo, La molera, que es un mix de dos canciones que hablan de una molinera. Una relata la historia de una molinera que está bien decidida a bailar, y tenga nueve monedas o una, ella se va a bailar sin remordimientos. La otra es sobre una molinera que era hermosa como la plata, y pasan tres capitanes... Hay muchas historias en las que pasan tres señoritos y hacen cosas...
Cosas terribles.
— Normalmente, sí. Y pasan estos tres y dicen: "Es hermosa como la plata, ¿cómo la podemos tener?" Y uno de ellos responde: "Mira, le haremos tisana y así le encantaremos". Veo un tema de actualidad: agresión sexual a través de sumisión química. Y por ahí va el videoclip que hemos hecho.
Hablando de la contemporaneidad, el tratamiento musical te sitúa en el presente, en la línea de otros artistas que trabajan con la tradición y la modernidad. Pienso en canciones como Bella calla.
— Me declaro responsable y culpable de todas las chorradas que he hecho. Quiero decir, sí he mantenido la melodía de las canciones, pero he soltado mi creatividad y adelante. Son canciones que me hacen vibrar, que me gustan. Bella calla tiene una melodía preciosa. Lo bueno de la música de tradición oral es que es de todo el mundo y no tiene copyright; por tanto, lo coges y lo expresas como a ti te hace vibrar.
Instrumentalmente, ¿qué decisiones has tomado que sean muy diferentes en otras ocasiones?
— Las guitarras eléctricas, por ejemplo, están bastante presentes, con distorsiones y todo. Las voces están más procesadas que en otras ocasiones, hay suficiente sonoridad electrónica, porque la producción la he hecho en casa con mi ordenador y mi teclado, y también hay grabaciones de instrumentos tradicionales, como el pandero cuadrado y, en Non lloras, Tonet, el pifre, que hacía la vida que no lo sacaba. El violín eléctrico también es muy importante.
Por ahora hay un contexto muy favorable al tipo de música que haces, con artistas como Júlia Colom, Marala, Rodrigo Cuevas...
— Es que algo se está moviendo. Estamos viviendo unos tiempos de una uniformización y una globalización muy descaradas, y necesitamos volver a cosas más cercanas, como esta vuelta a la naturaleza, a las raíces, a una identidad colectiva más cercana y con ese sentido de pertenencia. Me parece que por eso todos estos proyectos están tirando más adelante. Si he podido hacer esto ahora mismo ha sido también porque durante la pandemia de la covid tuve tiempo para aprender a utilizar programas de edición de sonido, que no tenía ni idea. Y ha abierto muchísimas posibilidades a mi creatividad.
Un amigo dice que eres "una cantautora con botas", punky y de montaña a la vez.
— Quizá sea una reafirmación personal. Hay algo que me gusta mucho de la tradición. El último nido vital de la cultura en Occitania han sido comunidades culturales que se han basado en la autosubsistencia y que, por tanto, necesitaban realizar prácticas de cohesión social; se necesitaban unos a otros, había prácticas colectivas, eran una comunidad. Y este disco va un poco en esta línea: si recuperamos la cultura, hagámoslo desde esa animosidad.
¿Es la música una de las herramientas más importantes en esta consolidación de la recuperación cultural occitana?
— Sí. En cuanto a la lengua, ahora es muy difícil encontrar lugares y círculos sociales en los que espontáneamente se hable la lengua, si no es con colectivos que tienen cierta vinculación política y un ánimo de conservar la lengua. Y dónde más se escucha es a través de la música. Ahora puedes encontrarte muchos grupos que cantan en occitano, pero que no lo hablan. O casi no le saben hablar.