Música

Una gran noche de milonga y utopía con Jorge Drexler

El cantautor uruguayo hipnotiza con simpatía y buen arte al público del Palau de la Música

Jorge Drexler en el Palau de la Música.
21/03/2025
3 min
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BarcelonaJorge Drexler tiene varias virtudes. La más notoria, sin duda, es la capacidad de meterse el público en el bolsillo con un solo gesto, como arrodillarse para agradecer la ovación de bienvenida que le dedicó el jueves el público del Palau de la Música. Y acto seguido, al terminar la primera canción, ¡Oh, algoritmo!, quitarle solemnidad. "Qué maravilla tocar aquí, con las entradas agotadas desde enero. No sé lo que estaban pensando cuando las compraron, pero me encanta", dijo el cantautor uruguayo. Ambos conciertos en Barcelona, jueves y viernes, cierran la gira del disco Tinta y tiempo (2022), que Drexler despide solo con sus guitarras, un teclado y un par de invitados puntuales, como la cantaora andaluza Ángeles Toledano, con quien cantó Soledad. Curiosa ironía.

El formato, de músico monologuista, concuerda con el talante de este Franco Battiato de la milonga, un músico que establece una relación de confianza e intimidad con los espectadores. Parecía que les había invitado al comedor de casa a tomar un café, charlar y cantar, porque el público de Drexler canta mucho y canta muy bien. Por eso él puede permitirse cantar a capella la canción Al otro lado del río cediendo buena parte de las estrofas a las dos mil personas que llenaban la sala modernista. O tocar Me haces bien en el último bis sabiendo que la voz cantante será colectiva.

Otra virtud de Jorge Drexler es la riqueza musical de las composiciones. Las defiende con naturalidad, como si fueran la cosa más sencilla del mundo, sin ningún tipo de virtuosismo, aunque no todo el mundo tiene las facultades técnicas y artísticas para interpretar de forma tan convincente y emocionante piezas como Tinta y tiempo, Sea y Hermana duda. Además, optimiza los recursos de manera que con una cámara y una pantalla transforma Disneylandia en un artefacto más propio del David Lynch experimental que de un cantautor convencional.

Con la misma naturalidad combina humor y emoción sin que el salto de uno a otra comprometa la sensibilidad del show. Por ejemplo, dedicó La edad del cielo a la memoria de Joan Rosselló, el cofundador de The Project —la promotora del concierto— que murió hace unos meses. También recordó al padre muerto, al que dedicó Bolivia justo después de hacer un divertido e ingenioso "interludio urbano", que es como definió la versión de Ella perrea sola, de Bad Bunny, y Tocarte, el tema que compuso con C. Tangana para el disco El madrileño. "Música urbana de cámara", dijo sobre cómo convirtió en milonga el hit de Bad Bunny. Y con el mismo buen humor explicó la peripecia de la grabación de Nominao con C. Tangana.

El concierto mostró también a Jorge Drexler utópico a pesar de todo. El que antes de cantar Milonga del moro judío dice: "En estos días agradezco tener una canción así para cantarla". El que recuerda que Bolivia fue el único país que en 1934 dio un visado a su familia, que huía de la Alemania nazi, y que otros familiares fueron acogidos en Venezuela en 1975 cuando escapaban de la dictadura uruguaya –"Los fenómenos migratorios son de ida y vuelta", dice. Y el que entrelaza versos antibelicistas en Frontera, porque "la guerra y la vanidad comen en la misma mesa". En definitiva, una gran noche de milonga, simpatía y utopía con Jorge Drexler.

Jorge Drexler en el Palau de la Música.
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