Música

Homenaje estelar a Jaume Sisa, el cantautor galáctico

Marina Rossell, Roger Mas, Quimi Portet, Guillem Gisbert y una veintena de músicos más reivindican la fuerza del disco 'Malalts del cel'

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Sisa en un momento del concierto.

Barcelona"¡Jaume! ¿Dónde estás?", gritaba un espectador casi al final de Malalts del cel, el homenaje que una treintena de músicos de la escena catalana han ideado para reivindicar un disco de Sisa de 2016 –uno de los mejores de su trayectoria, y su despedida– que el cantautor galáctico nunca presentó en directo.

Perdido entre asteroides y estrellas, Sisa se hizo rogar algo más, quizás para saborear el éxito del homenaje, que había arrancado puntual este miércoles en el Teatre Grec con Roger Mas interpretando la canción que inaugura el disco, Malalts del cel. "Larga es la historia y no se ha acabado", entonó, con un deje que recordaba a Sisa. La influencia del autor de Qualsevol nit pot sortir el sol se hizo notar, explícitamente, en interpretaciones posteriores, como las de Guillem Gisbert en Els anys, David Carabén en La vella cançó y Julio Bustamante en la breve –pero emocionante– La llum. "Buscaba allí en el horizonte: el cielo, la luz, el amor", cantó, en medio de una noche calurosa y estrellada, limpia de nubes.

Marina Rosell en un momento del concierto.

Lobos, hipopótamos y niños

Con dirección escénica de Ignasi Duarte, que planteó un concierto cohesionado y sin interrupciones, los invitados reivindicaron la fuerza de un disco monumental –diecinueve canciones– que pasó demasiado desapercibido cuando apareció hace seis años. El septeto que secundó a los cantantes, comandado por Gregori Ferrer al piano y con, entre otros, el Cuarteto Brossa, sonó de fábula en todo momento, respetando los arreglos originales, enriqueciéndolos puntualmente. Fueron ellos los responsables de acercar la velada a las fragancias, fastuosas y nostálgicas, de la música de entoldado que atraviesan buena parte de las canciones de Sisa, y de aliñarlas, cuando hacía falta, con detalles musicales de todas partes, desde el sirtaki (Tornarà la primavera) hasta el guiño klezmer del final de Hipopotàmia, que interpretaron con gracia Tronco. Entre los mejores momentos de la noche estuvieron las versiones de Llops udolant (magníficas Tarta Relena), Tanca la porta (Maria Rodés), El nen (Maria Arnal) y Lluna del capvespre (Marina Rossell, esplendorosa). Joan Garriga sonó más desigual: consiguió hacer brillar el acordeón de La moral al manicomi, pero la voz no lo acabó de acompañar. También supo un poco mal que algunos de los cantantes tuvieran que consultar puntualmente las letras para no perderse.

Dos de los invitados más galácticos de la velada, Quimi Portet y Quim Carandell, de La Ludwig Band, se reservaron dos de las perlas del disco, Duchamp y La ratlla de l'horitzó. En el primero lo acompañaban Tarta Relena, esta vez con armonías vocales sesenteras; en el segundo salió a solas, aunque después, en los bises, se acompañó por el resto del grupo y, dando un salto atrás en el tiempo, interpretaron Coristes i numismàtics, de 1979. Justo después, la treintena de participantes en el homenaje fueron añadiéndose a la versión épica de La primera comunió, de Galeta galàctica (1976). El mantra final, "tenemos que hacer, la primera comunión, en el balcón, disfrazadas de caballo", consiguió invocar finalmente a Sisa, que se fue colocando en el centro del escenario para cantar y bailar este retorno glorioso. Antes, sin embargo, había recitado unas palabras enigmáticas: "Ve, peatón, en son de paz. Ve, forastero, ve el primero. Llena el fardo de nuevas voces. Lávate las manos con juegos de niños".

El homenaje rozó, en sus fragmentos más inspirados, el nivel de un disco que corona y cierra una de las trayectorias musicales en catalán más singulares y arriesgadas del último medio siglo.

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