Juan Luis Guerra despliega la coreografía de la felicidad en el Cruïlla
Éxito apoteósico del músico dominicano en la última jornada del festival
BarcelonaEl Cruïlla 2022 deja para la historia del festival unos cuantos conciertos excepcionales, como el que ofreció Jack White el viernes. El guitarrista norteamericano desplegó una sólida sesión de blues y rock con una banda impecable. Lógicamente, el momento álgido llegó a medianoche, cuando después de la magnífica Lazaretto tocó Seven nation army, de The White Stripes, con el público esparciendo lo-lo-los por el Fòrum. Antes había defendido con convicción el blues más desgarrado y marciano de las tres primeras canciones del disco Fear of the dawn (2022), y después organizó la parte final con más piezas de la época White Stripes.
Aun así, el día gordo de esta edición era el sábado, básicamente por la presencia de Juan Luis Guerra y Rubén Blades, que han reunido a 25.000 espectadores, convocados tanto por la magnitud artística de los dos gigantes como por las ganas de pasar una noche inolvidable en el Parc del Fòrum. No será fácil que estos dos músicos vuelvan a coincidir en el cartel de un festival europeo y, además, disponiendo de tiempo para ofrecer conciertos generosos. Por lo tanto, hablar de acontecimiento histórico tenía todo el sentido. Quizás por eso había tantos espectadores con la pulsera amarilla, la que identificaba a los que habían adquirido solo la entrada del sábado.
Juan Luis Guerra ha respondido a la gran ovación de bienvenida con una actuación de una hora y media rebosante de bachata, merengue y salsa, siempre con la magia melódica que caracteriza al autor de La bilirrubina. Como en el memorable concierto de 2019 en el Palau Sant Jordi, la quincena de músicos de Los 4.40, dirigidos desde los teclados por Janina Rosado, han acompañado al cantante dominicano en un repertorio muy parecido al del disco en directo Entre mar y palmeras (2021), que ha empezado con las canciones Rosalía y La travesía, después de la cual Guerra ha pedido que todo el mundo hiciera la clave, el patrón rítmico que conecta las músicas caribeñas latinas con el suelo y que permite mantener el bailar activado todo el rato.
Una conga gigante
No han faltado las referencias a Dios, a quien Juan Luis Guerra ruega a ritmo de merengue en piezas como Para ti. Y sobre todo ha estado presente la coreografía de la felicidad que baila el público y que esta vez ha sido impresionante: solo había que ver a miles de personas entregadas al poder de La bilirrubina, algunas incluso formando una conga gigante. Así de eufórico ha sido el final del concierto, con el Fòrum convertido en mar de felicidad.
“¿Queréis bailar salsa?”, había pedido Juan Luis Guerra una hora antes. “¡Sí, pero no hay sitió!”, gritó una espectadora, que aun así no paraba de bailar. Pocas veces se ha visto un concierto tan multitudinario en el Cruïlla, con tantísima gente implicada de pies a cabeza, y tan transversal generacionalmente. Otro ejemplo de la excepcionalidad de la tarde ha sido cuando el público ha cantado Burbujas de amor, llenando el recinto con unos versos infalibles que van de la metáfora cursi al erotismo romántico: "Quisiera ser un pez / para tocar mi nariz en tu pecera / y hacer burbujas de amor / por donde quiera / Oh-oh-oh pasar la noche en vela / mojado en ti"... Era muy emocionante sentirse dentro de esta ola eroticoromántica. Y justo después, Guerra ha dejado que los 4.40 se hicieran cargo de unos minutos de la actuación, que él ha aprovechado para coger aire y firmar discos a un espectador.
A pesar de un inicio con la voz no muy bien sonorizada, el concierto ha sido impecable, con la banda funcionando a pleno rendimiento, sobre todo cuando tocaba subir el ritmo en El costo de la vida y El farolillo, pero también en el tono más íntimo que han otorgado a Ojalá que llueva café. En el momento de cerrar esta crónica el Cruïlla ya esperaba al otro gigante de la jornada: Rubén Blades.