El Salón de Sant Jordi se quita la máscara espanyolista
Sale a la luz la decoración renacentista original y restos de los murales de Torres García, hallazgos inesperados durante las obras en el Palau de la Generalitat
BarcelonaUn olor a amoníaco perfuma el Salón de Sant Jordi del Palau de la Generalitat. Subida en un andamio monumental, que en conjunto pesa 30,7 toneladas, una restauradora está disolviendo la pintura que decoraba un arco y vemos salir a la luz las pinturas renacentistas originales de la antigua capilla. Tienen 400 años de historia y llevaban un siglo escondidas bajo la decoración de corte religioso, bélico y monárquico encargada durante la dictadura de Primo de Rivera e inaugurada el día de Sant Jordi de 1927. "No nos esperábamos ni la cantidad ni la calidad de las pinturas que hemos encontrado", asegura Josep Girabal, codirector de la obra por parte del Departament de Presidència.
El ARA ha podido subir a lo alto del andamio de tres pisos que da acceso a las vueltas y la cúpula de la sala más noble del Palau de la Generalitat. Ocho expertos trabajan a diario para retirar las pinturas sobre tela de los años 1926-1927 y ocho más, en las pinturas sobre piedra. Las primeras se conservarán y las segundas, simples decoraciones ornamentales, se eliminarán. "El criterio es recuperar la obra original renacentista y darle una funcionalidad institucional de primer orden", explica Girabal.
Los retratos de los prohombres catalanes ya han desaparecido y el techo parece un álbum de cromos para rellenar. Las obras van al ritmo previsto: más de la mitad de las pinturas ya están fuera y se habrán retirado todas a finales de año. Después quedará la adecuación de las instalaciones y la restauración, que será más compleja de lo previsto dados los hallazgos, pero se mantiene el 11 de septiembre de 2024 como fecha icónica para descubrir a los ciudadanos el nuevo Saló de Sant Jordi, mucho más luminoso y más austero. "La gente tendrá un impacto brutal. Las pinturas eran una máscara total", avisa Girabal.
Un exponente único en el país
"Es uno de los únicos exponentes de pintura renacentista de Catalunya, están bien conservadas y son de una tipología que no es habitual y tiene más valor, el grutesco. En el renacimiento italiano eran decoraciones florales y con caras grotescas que se inspiraban en el arte antiguo; de hecho, el nombre viene de las grutas", explica Mireia Mestre, directora del Centre de Restauració de Bens Mobles de Catalunya, que también supervisa las obras. La suntuosidad del encargo que tenía el arquitecto Pere Blai, responsable de la ampliación del Palau entre los años 1596 y 1620, requería una decoración especial, hecha con pan de oro y policromía, que encomendó a los pintores Jaume Bazin y Jaume Galí. En las columnas sólo queda el rastro, pero sí se podrán recuperar en todos los arcos y habrá que ver qué sale en la cúpula y el linternón. "Aún puede haber sorpresas", dice Mestre. Las muestras auguran buenas noticias.
Pero la pintura renacentista no ha sido el único hallazgo. Al retirar las telas laterales y el yeso que las sustentaba, han aparecido las incisiones que Joaquim Torres-García había hecho sobre mortero para ejecutar los cuatro murales que pintó en los años 1913-1918, interrumpidos por la muerte de Prat de la Riba. Grandes hitos del Noucentisme que también quedaron tapados por las pinturas de las batallas del Bruc y Lepanto, por la boda de los Reyes Católicos o la llegada de Colón después del viaje a América. Aquellos murales fueron rescatados entre los años 1966 y 1973 tras una larga batalla, y hoy tienen su propia sala en el Palau de la Generalitat, lo que permite comprobar perfectamente cómo cuadran con los esbozos rayados sobre el mortero. También saben que en las vueltas de la entrada saldrá decoración original de Torres-García. Lo que por el momento no han encontrado es un quinto mural que el artista diseñó y nunca ha aparecido. Podría estar detrás del último lateral de grandes dimensiones que falta por retirar, pero tienen pocas esperanzas.
Los hallazgos ya han hecho modificar el proyecto acordado entre la Generalitat, los organismos de Patrimoni y la comisión de expertos que en 2019 avalaron la retirada de las pinturas, presupuestada en 2,4 millones Porque resulta que también se ha encontrado en buen estado el estuco blanco original de las bóvedas, por lo que se apostará por recuperarlo y no por pintar encima. No está claro cómo se integrarán los detalles de Torres García. Los técnicos garantizan que todo quedará documentado, digitalizado y conservado, dejando un testimonio de cómo era la sala para que se pueda contar in situ la historia de un lugar que ha servido de capilla, residencia del regente y museo de la Diputación antes de ser el espacio más representativo de la Generalitat.
16 meses de andamios en el Palau
La obra tiene una alta complejidad técnica y logística. Se ha aislado toda una ala del resto del Palau, del Pati dels Tarongers y la Galería Gótica, para no interferir en el día a día de la actividad política. Los despachos del Departament de Presidència se han convertido en la oficina técnica de la obra. La parte central de la sala se ha convertido en un laboratorio. A medida que descuelgan las telas, las estiran sobre el suelo, realizan los tratamientos de conservación, se enrollan dentro de unos cilindros y se extraen por la ventana que da a la calle de Sant Honorat. Se conservarán en unos almacenes de la Generalitat que no quieren desvelar. Por el momento sólo se han interesado familiares de los autores. "No decimos que sean pinturas que no tengan valor –precisa Girabal–. Son obras de artistas catedráticos de La Llotja, pero son representaciones de la época que no encajan con el momento actual".
Quim Torra, el presidente que inició la operación, no fue el primero en intentar eliminar unas pinturas que dan una visión españolista de la historia de Catalunya. Antes quisieron hacerlo Pasqual Maragall y Jordi Pujol. E incluso, durante la República, en abril de 1932, Josep Tarradellas retiró el mural de la Virgen de Montserrat rodeada de santos y reyes. No pudo terminar de ejecutar la operación, y en 1939 volvía a estar en el lugar donde todavía permanece. Será una de las últimas en marcharse. Finalmente, las pinturas "integristas, autoritarias y antidemocráticas", como las definió la comisión de expertos de Patrimoni, desaparecerán del corazón de la máxima institución democrática de Cataluña.