Àngels Gonyalons, espléndida; y Sagarra, uno entre los mayores
Xavier Albertí dirige la magnífica 'La corona de espinas' en el Teatre Nacional
- Autoría: Josep Maria de Sagarra
- Dirección y composición musical: Xavier Albertí
- Intérpretes: Manel Barceló, Jan D. Casablancas, Jordi Domènech, Abel Folk, Oriol Genís, Àngels Gonyalons, Pau Oliver, Julia Roch, Laia Valls, Rosa Vila y Roger Vilà
Poco más de treinta años han pasado desde la poderosa, cáustica y tensa propuesta que Ariel Garcia Valdès dirigió de La corona de espinas en el Teatro Romea el 22 de diciembre de 1994. Muchos años para una obra que sin ser de las más conocidas de Josep Maria de Sagarra es, sin duda, una de las más profundas y trágicas y que constata la calidad lingüística, poética y dramática de este poema dramático escrito en 1930 y que ahora, en la mira platea del TNC de pie.
La corona de espinas se inscribe dentro de los poemas dramáticos en los que Sagarra trabaja sobre la comedia de costumbres, que en este caso se convierte en tragedia sin muertes pero con ilusiones rotas. Sagarra dibuja un retrato de los poderes fácticos de la Solsona de finales del siglo XVIII y muy especialmente de cuál era el papel de las mujeres sometidas a los imperativos machistas que perduraron durante muchos años en nuestro país. De algún modo plantea la confrontación entre las costumbres más conservadoras de la época representadas por el Señor de Bellpuig y el resto de presuntos aristócratas, y el deseo de libertad de Eudald, que llega de la Francia de la Revolución.
La propuesta de Albertí es limpia, llana, más preocupada para que la palabra llegue pulcramente al espectador con toda la intensidad y claridad que para profundizar en los temblores que atraviesan los personajes. El director logra el objetivo de deslizar la palabra versificada del poeta sin cantos y nos permite disfrutar de su riqueza. Y lo logra con un reparto en estado de gracia. Un reparto encabezado por una espléndida Àngels Gonyalons, que hace una creación de la sirvienta Marta, sin duda, uno de los buenos personajes femeninos a la altura de las protagonistas deEl café de la Marina, El hostal de la Gloria o Galatea. Ella es el motor de la historia, la pieza escondida que lo envuelve todo. Suyos son los mejores monólogos, suya es la resiliencia de una mujer que estalla al final con una corona de espinas "que echa fuego".
Muy convincente, Eudald del joven Jan D. Casablancas, aunque Albertí le mantenga en la escena final en una sorprendente inmovilidad ante los acontecimientos. Abel Folk ilustra bien la fanfarronería y machismo del Señor de Bellpuig. Magnífico (¡y qué dicción!) el Señor de Milagro de Oriol Genís y muy competentes el Sebastià de Pau Oliver y la Mariagneta de Júlia Roch. El espacio escénico de Max Glaenzel es más plástico que eficaz, con una gran puerta que conduce a un romántico jardín ilustrado con cuadros de Claudio de Lorena, pero que no presta su servicio. Fantástico el vestuario de Silvia Delagneau y Marc Udina. Vale la pena llegarse al TNC para oír la palabra sagarriana.