La Cubana por amor al arte, y muy recomendable
'El amor venía en taxi', en el Teatre Romea, tiene un ritmo endemoniado y una precisión absoluta
- Guión e idea del espectáculo: Jordi Milán.
- Guión: Jordi Milán, Toni Sans y Rubèn Montañá.
- Dirección musical: Xavier Mestres.
- Intérpretes: Anna Barrachina, Xavi Tena, María Garrido, Núria Benet, Montse Amat, Bernat Cot, Oriol Burés, Laia Piró, Toni Sans, Victor G. Casademunt, Rubén Montañá, Albert Mora, Javier Mestres, Ariadna Clapés, Ferran Casanova, Laia Ferrer Vila.
La Cubana explora y explota siempre la parte más lúdica de la vida, incluso cuando organiza un funeral (Adiós, Arturo). El juego es su territorio y la diversión su objetivo. Y en esto coinciden exactamente con los planteamientos y objetivos de las compañías de teatro de aficionados a las que rinden homenaje en el nuevo espectáculo, que lleva por título una de las obras del maestro Rafael Anglada más frecuentadas por aquellas, El amor venía en taxi. Un taxi que lleva en el maletero la historia de la compañía y sobre todo ese fantástico y recordado Cómeme el coco negro y unas cuantas dosis de Paral·lel.
Porque no es sólo un homenaje al teatro de aficionados, sino también un homenaje al teatro (lo han hecho siempre) y, sobre todo, una mirada nostálgica cargada de entusiasmo y reconocimiento hacia los artistas que en los años cincuenta entretenían a los espectadores y maquillaban la tristeza y grisura.
La Cubana propone un viaje en 1959 y al escenario de un centro parroquial donde la compañera titular ensaya la obra de Rafael Anglada. Cada martes a las 22 h, un numeroso grupo de mujeres y hombres (¡cuántos años hace que en el Romea no se veían hasta 17 intérpretes y músicos en directo!) se reúnen para pasarlo bien y hacer teatro. Cubaneros todos como surgidos de un cómic con el punto de exageración que les caracteriza, porque hay muchos tipos de teatro, pero el de La Cubana es único.
Todo ello es una excusa perfecta para navegar con ellos hacia otros escenarios y recordar a Alady, Bella Dorita y Los Vieneses. Y si la tropa de La Cubana ha crecido hasta lo imposible, qué podemos decir del alud de vestuario y de la recuperación de los telones pintados de la época (Castells Planas y Hermanos Salvador) que enmarcan la función y le confieren un no sé qué de adorable antigüedad. Todo ocurre a un ritmo endemoniado y con una precisión absoluta. Coreografías, humor blanco y muchas canciones de antes y otras nuevas, como la dedicada al teatro de tresillo (espantando) o la que cierra la función, porque todos hacen teatro por amor al arte. Y el público venga a dar palmadas. Muy recomendable.