Estreno teatral

Ivan Benet i Aida Oset: "Nuestro hijo nos ha dado estabilidad"

Director y actriz, estrenan 'Una mena de Alaska'

Ivan Benet y Aida Oset fotografiados en el Teatre Lliure
5 min

BarcelonaSon pareja artística y sentimental y dos caras muy conocidas del ecosistema teatral catalán. Ivan Benet (Vic, 1976) tiene una larga carrera como actor que, desde hace unos años, ha diversificado ejerciendo también de director de escena. Aida Oset (Barcelona, ​​1983) combina la música, la interpretación y la docencia. Juntos debutaron con La ligereza y otras canciones (2018) y ahora vuelven a coincidir con Una especie de Alaska, un texto de Harold Pinter sobre una mujer que vuelve en sí después de veintinueve años dormida. El espectáculo será en el Teatre Lliure a partir del 7 de mayo y hasta el 1 de junio.

¿Qué tiene la obra de Pinter que le haya empujado a llevarla al escenario?

IB: Pinter se dedica a contar cosas que son imposibles de contar. En ese caso no sabían qué pasaba con esa gente enferma que quedaba paralizada, en estado vegetativo. La prenda habla del momento en que una mujer se despierta, basada en un caso real, y lo hace con una serie de capas misteriosas, metafóricas y simbólicas muy interesantes. Quizá sea la sociedad que está dormida. ¿Qué ocurrirá cuando deje de estarlo?

AO: La protagonista se despierta y decide volver a dormirse, no sólo por cómo ve el mundo sino porque no puede asumir el tiempo pasado. Cuando se durmió, esta mujer tenía 16 años y cuando despierta, más de 40. Su hermana es una señora; la situación ha cambiado radicalmente.

En su proyecto anterior, La ligereza y otras canciones, también hablábase de enfermedades y enfermeras. ¿Por qué?

IB: Existe una relación entre las patologías y el teatro que me atrae. Son obras sobre cómo los seres humanos cambiamos. Leyendo la biografía deOliver Sacks fui a charlar en la pieza de Pinter. Sacks decía que sólo Pinter había sabido plasmar exactamente lo que le ocurrió a los enfermos cuando despertaron. Me fascina el mundo de la salud mental; al fin y al cabo, somos una sociedad enferma. Debemos cuidarnos, y el teatro, en cierto modo, nos ayuda a hacerlo.

Hay gente, en cambio, que huye del mundo de los hospitales y médicos. ¿De dónde viene su fascinación?

IB: Hace unos años me encontraron una enfermedad crónica en sangre, un déficit de la vitamina B12. Tengo que administrarlo de forma artificial. Cuando me lo diagnosticaron, en el 2013, el trasiego fue bestia, parecía que podía ser mucho más grave. En el hospital me di cuenta de que todo era muy relativo. Gracias a esto he trabado amistad con el médico que me ha tratado y siempre he encontrado que su mundo es muy teatral.

AO: Son lugares en los que la vida y la muerte están en su máxima expresión. Energéticamente son muy potentes. Y precisamente la pieza de Pinter va de esto, de la conexión entre la vida y la muerte, el sueño y la realidad.

¿Cómo funciona como pareja creativa?

AO: Lo llevamos bien, de no ser así no habríamos repetido. Para ponernos en sintonía con el espectáculo, hace tiempo que he ido pasando a Iván toda la música que hacía. Y en la sala de ensayo, tengo plena confianza. Me conoce mucho, sé lo que quiere de mí en cada parte del proceso. Ya sabe cómo gestiono los nervios y las inseguridades. Cada intérprete es un mundo independiente. La ventaja de conocernos mucho es que él sabe guiarme muy bien. Sé que no me va a dejar en la estacada.

IB: La gente de teatro estamos acostumbrados a mezclar su vida personal con la profesional. Es un trabajo muy endogámico: se crean familias. En el caso de Aida, todo es muy natural. Somos perfeccionistas, pero no somos obsesivos con el trabajo.

¿Cómo gestionar las jerarquías?

AO: Lo hablamos todo. Evidentemente, hay momentos de desacuerdo, y cuando ensayamos estamos en un lugar vulnerable. Pero Ivan crea muy buena sintonía con los equipos, es muy empático. No trabaja desde la jerarquía del director sino desde la complicidad y el respeto.

IB: Estoy en contra de las jerarquías abiertas en esta profesión. Tiene que haber liderazgo y una autoridad bien entendida. Como actor, cuando me dicen lo que debo hacer, no me gusta. Prefiero trabajar desde la sugestión: la gracia de este trabajo es influirnos unos a otros. El líder debe escuchar. Todos los montajes en los que ha habido buena sintonía son los que han salido bien, me han hecho crecer artísticamente y me han sacado de mi zona de confort.

¿Cómo se relaciona con el oficio?

AO: Siento que es muy inestable. He ido haciendo cosas, pero no tengo continuidad, y pueden pasar muchos años entre un proyecto y otro. Vivo mucho de la docencia, me da estabilidad económica. Mi gran reto es saber sostener esa discontinuidad. Imagínate estar meses sin hacer tu trabajo: ¿cómo te sentirías? Cada proyecto se convierte en algo muy importante, cuesta relativizarlo.

IB: Yo tengo continuidad, soy un privilegiado. En mi promoción del Institut del Teatre éramos tres chicos y el resto, chicas. Salí con un contrato ya firmado, y desde entonces prácticamente no he parado. Desde hace unos años tengo la suerte de poder elegir algo. Ahora estoy tratando de combinar el trabajo de actor, tanto en audiovisual como en teatro, con el de director.

Cuando Julio Manrique entró como director del Teatre Lliure, te fichó como adjunto a la dirección. Pero poco después dejaste el cargo. ¿Por qué?

IB: En ese momento nuestro hijo tenía un año y medio. Me di cuenta de que el trabajo me pedía demasiada implicación y yo quería estar con él. También me di cuenta de que me estaba desviando de lo que quería hacer, que era hacer de actor y director. Las tres patas eran imposibles. Podía ser creador y director adjunto, pero entonces la pata más importante, la de padre, dejaba de existir. Entonces tomé la decisión. En esta vida no puedes hacerlo todo.

¿Cómo combina la crianza con el trabajo?

AO: Actualizándolo semana a semana, proyecto a proyecto. Ahora el niño tiene tres años. Los primeros seis meses yo estuve de baja, pero Iván no pudo cogerla.

IB: Tenía unas funciones programadas, pero para estar presente en el parto de mi hijo las dejé de hacer y entonces no tuve derecho a baja. Me había comprometido, pero no tenía un contrato firmado y coincidían con las seis primeras semanas después del nacimiento, que por ley son obligatorias. No podía trabajar y tampoco cobrar la baja. Esto demuestra lo desprotegidos que estamos los artistas en muchos temas. Pedí el paro.

¿Cómo ha cambiado el hecho de ser padres?

AO: Para el trabajo creativo, el cambio es grande. Antes componía cuando me venía la inspiración. Ahora esa posibilidad no existe. La inspiración debe venir el rato que tengo por crear, y si hoy no viene, intentaré que llegue mañana. Tengo la sensación de que dispongo de mucho menos tiempo, pero curiosamente lo acabo haciendo todo. Me he vuelto más pragmática, ahora tenemos un calendario compartido y todo debe encajar. Pero es una experiencia muy bonita. Teníamos muchas ganas de tener un hijo, hacía años que lo buscábamos y compartirlo juntos es fantástico.

IB: La ventaja de nuestro trabajo es que cuando estás, estás mucho. El oficio es inestable y, de alguna forma, nuestro hijo nos ha dado estabilidad. Él está ahí siempre, no puedes decir: "Hoy me levanto más tarde". Nos ha dado una fuerza y ​​alegría enormes. Porque nos ha cogido que ya somos mayores, ¡que si no yo tendría diez! Nos ha dado mucha vida.

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