Interpretando las sombras de la caverna de Platón con Jose Sacristán
Juan Mayorga dirige en el Romea 'La colección', una de sus obras más oscuras
- Autoría y dirección: Juan Mayorga
- Intérpretes: José Sacristán, Ana Marzoa, Ignacio Jiménez y Zaira Montes
La colección es, seguramente, una de las propuestas más filosóficas y simbolistas del filósofo, matemático y dramaturgo y letra M de la Real Academia de la Lengua Juan Mayorga. Y también una de las más oscuras en sentido y contenido. El autor plantea el dilema de una pareja de coleccionistas lo suficientemente grandes –Héctor (José Sacristán) y Berna (Ana Marzoa)– que a lo largo de los años han consolidado una gran colección de objetos, pero no sólo de objetos, y que ante la previsible muerte buscan un heredero que se comprometa a conservarla. Por eso reciben a Susana (Zaira Montes), también coleccionista.
En la obra me parece que resuenan las sombras de la alegoría de la caverna de Platón, por lo que no vemos los objetos ni el contenido de las cajas de la colección, sino el enunciado de las cosas de las que se habla. Pero es que, además, el autor parafrasea el famoso dicho sólo sé que no sé nada, cuando Héctor dice: "Siempre es pronto para saber nada". Entendidos. Será por eso que en el texto hay indefiniciones deliberadas sobre la colección y sobre los personajes. Incluso contradicciones. Pero, como dice Héctor, la colección ha sido lo mejor y lo peor de su vida, lo que le ha nutrido y lo que le ha aterrorizado. En esta colección cabe todo.
Otra cosa es cómo esta concepción llega a los espectadores. Y diría que llega con dificultad, puesto que la estructura dramática aporta poco más que un conjunto de palabras muy bien escritas. A la colección le falta juego. El aliento misterioso del texto abonado por la escenografía cavernosa no es suficiente para mantener la atención; las escenas privadas de Susana son claramente prescindibles y la curva final no hace más que crear más dudas (interpretaciones) sobre los hechos.
Pero tener a José Sacristán sobre el escenario es un lujo. Y también un peligro. No sólo por cómo asume el personaje, sino por la majestuosa claridad y sintonía de su hablar, que obviamente va en detrimento de sus compañeros de reparto, si bien no perjudica tanto a una Ana Marzoa bien eficaz que le da la réplica con solvencia. Este Mayorga carece de la acción, la emoción y la poética de altas obras menos especulativas que le han situado como uno de los mejores dramaturgos del Estado.