Crítica de teatro

Soberbia, memorable, Vicky Luengo

La actriz sobresale en un montaje que muestra el 'modus operandi' y el impacto de la violencia de género

Vicky Luengo en el monólogo 'Prima facie' que llevará al Poliorama.
2 min
  • Autoría: Suzie Miller
  • Intérprete: Vicky Luengo
  • Director: Juan Carlos Fisher

Una de cada tres mujeres ha sufrido algún tipo de acoso sexual. Lo dice Tessa, una joven abogada que se dedica sobre todo a defender a acusados ​​de abusos sexuales. Una mujer a la que el mundo se le vuelve cuando se convierte en víctima.

"Algo habrá que hacer", dice una soberbia Vicky Luengo –que precisamente ha abandonado el diminutivo en su nombre artístico en ese montaje, en el que está gigante–. El monólogo de la dramaturga australiana radicada en Londres Suzie Miller ha sido unánimemente aplaudido allá donde se ha estrenado, como en el Poliorama, en esta propuesta bien dirigida por Juan Carlos Fisher. Cuando, tras las citadas palabras, se apagan los focos, todos los espectadores se levantan impelidos por un resorte emocional implacable que conecta con la tragedia de la protagonista y con tantas tragedias cotidianas de ese orden.

La interpretación de Luengo es memorable, pero es que el tema no está ni mucho menos resuelto, a pesar de la mejora establecida por la discutida ley del sólo sí es sí sobre el consentimiento en las relaciones sexuales. Y es que la ley la interpretan los jueces que o bien van a remolque de la letra de la ley o bien la interpretan de forma tan dislocada como la de la Audiencia Provincial de León, que recientemente consideraba la cultura gitana un atenuante de la agresión continuada a una menor. Algo habrá que hacer con estos jueces. Y no sólo con ellos sino también con el jurado que juzga al agresor de Tessa.

Prima facie, expresión jurídica que indica que después de un examen inicial existen pruebas suficientes para proceder a un juicio, sigue el esquema de las películas o series judiciales sin olvidar ninguno de los elementos que elevan el dramatismo. Tessa es una joven triunfadora procedente de una familia muy humilde que explica el cómo y el qué de su vida y de las argucias legales con las que ha trabajado para defender a sus clientes. Una larga introducción con un ritmo frenético y un monótono registro de simpatía que, obviamente, se rompe. Luengo llora y se emociona. Vive la perplejidad, el dolor de las víctimas, que se extiende por la platea. Un éxito merecido. Vale la pena.

¡Ah!, sepan que está en castellano, un hecho cada vez más presente en nuestra cartelera teatral y en teatros muy bien subvencionados.

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