Cinema

El terrorífico miedo de confinarse con un monstruo

El debut de David Casademunt, 'El páramo', retrata desde el terror el efecto del aislamiento y el peso de la herencia

BarcelonaEra 2014 cuando David Casademunt escribió el primer borrador de El páramo. Quería explicar un cuento de miedo desde los ojos de un niño que se siente solo, que todavía es incapaz de entender a sus padres y no puede descifrar un entorno hostil. Después, con los coguionistas Fran Menchón y Martí Lucas, profundizaron en la soledad y el aislamiento imaginando una cabaña en medio de la nada y la pusieron en el siglo XIX "para alejarnos de la actualidad y las tecnologías que nos permiten estar hiperconectados", explica el director. Pero ha venido una pandemia y ha provocado un nuevo giro en la película convirtiendo a una familia que se recluye en una masía en un retrato que puede hablar alegóricamente de nuestros confinamientos y de los efectos que tienen en la salud mental.

Es una nueva capa de lectura que no le va nada mal a esta historia fantástica y estéticamente tenebrosa, sobre la que plana siempre la sombra de una bestia. El director es otro de los valores que salen del plantel del ESCAC: en 2015 dirigió el documental Rumba Tres. De ida y vuelta y aquí debuta en el largometraje de ficción. Casademunt tuvo la confirmación de que Netflix le produciría la película justo antes del covid, de la mano de la productora Rodar y Rodar; dibujó el story board en pleno primero confinamiento, un año después la rodaban, en octubre se estrenaba en Sitges y este jueves llega a la plataforma.

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Los protagonistas de El páramo son un niño preadolescente (Asier Flores, que solo con 12 años ya ha intervenido en films como Dolor y gloria, El páramo y Érase una vez en Euskadi) y sus padres, un hombre rudo y de pocas palabras (Roberto Álamo) y una madre protectora y decidida (Inma Cuesta). También esta cabaña y este paraje árido funcionan como protagonistas. "El paisaje es un contexto realista pero también es una representación mental de los miedos de los personajes", afirma el director. Para huir de la oscuridad de la época, la familia se instala en una llanura inhóspita donde apenas hay conejos, y delimitan su terreno con unos tótems de madera que causan pesadillas al niño. Más allá, se supone que solo hay peligros.

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La aparición de un hombre herido y la marcha del padre transforman lo que era una vida sencilla en una pesadilla irrespirable para la madre y el hijo. La película habla de "los miedos que heredamos, y las heridas y los monstruos que genera este miedo", dice Casademunt. "El gran tema es si seremos capaces de vencer a estos monstruos o tendremos que convivir siempre en un loop sin fin entre padres e hijos", reflexiona.

Pero ¿quién es la bestia?

Si El páramo del título es el primer lugar donde se aíslan, a medida que avanza la película se van recluyendo en espacios más pequeños. Cuanto más se acerca esta presencia que los acosa, más miedo y menos espacio tienen: se encierran en la casa, se encierran en la habitación, hasta que no les queda donde ir. "Esta estrategia para vencer el miedo puede provocar que paradójicamente sea más peligroso lo que está dentro de las paredes que lo que hay fuera. Porque el miedo acaba condicionándote y transformándote", apunta Casademunt.

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La madre deja de ser esa mujer amorosa y entra en una espiral que el niño medio le sigue y medio observa con distancia. Le da miedo el monstruo pero todavía le da más miedo perder a los dos progenitores. Este es el verdadero cuento de terror: dejar de ser querido. El niño pasará a ser el responsable de la casa por pura supervivencia. "Lo que vive este niño es una experiencia fuerte que lo lleva a crecer de una manera repentina. Vive unos miedos que yo experimenté de niño y adolescente, y me parecía lo más honesto que él explicara la historia porque es con quien más me identifico", explica el cineasta.

A la hora de materializar los miedos, la película juega con elementos reales, imaginados y relatados para conseguir un clima y una tensión. En la cabeza, Casademunt admite que tenía el Polanski de La semilla del diablo y Repulsión, y el Shyamalan de El bosque y Señales. También está el Bayona de El orfanato y Un monstruo viene a verme. "El título anterior de la película era La bestia, y tenía un doble sentido. Nos servía para plantear ¿quién es la bestia? ¿Es el monstruo paranormal? ¿O la madre? ¿O el propio miedo? ¿O es el propio niño? Todos los personajes pueden ser la bestia para los otros", apunta Casademunt.