"La vinculación entre Iglesia e Imperio tuvo consecuencias negativas que han perdurado hasta hoy"
El Ateneu Sant Pacià reúne a los mejores expertos del mundo en el Concilio de Nicea, convocado por Constantino hace 1.700 años
BarcelonaEn el primer Concilio de Nicea, celebrado en la ciudad de Asia Menor en el año 325, se estableció la ortodoxia cristiana, que tanto reclamaba el emperador romano Constantino I el Grande (272-337). Al emperador no le interesaba tanto el debate teológico sobre si Jesús estaba subordinado a Dios, si era igual a Dios o si era Dios mismo, como mantener la unidad del Imperio, puesto que su poder se basaba en buena parte en la fortaleza del cristianismo.
Constantino convocó en Nicea a obispos de todas partes para debatir durante todo el mes de mayo y llegar a un consenso. Finalmente, se impuso el credo del Dios trinitario en contra de los monádicos arrianos. A partir de entonces, la Iglesia católica se consolidó y se dedicó a extender su doctrina teológica. En 2025 se cumplirán 1.700 años de la celebración de este concilio, que representó un cambio radical para la Iglesia cristiana. Hay un antes y un después de Nicea.
Esta semana ha tenido lugar en el Ateneo Universitario Sant Pacià de Barcelona el congreso internacional sobre el Concilio de Nicea con expertos de todo el mundo. "Cuando se celebró el Concilio de Nicea, ya no había persecución contra los cristianos, sino que el emperador apoyaba a la Iglesia y veía a la Iglesia como un elemento clave para dar mayor unidad al Imperio", explica el teólogo chileno Samuel Fernández, uno de los máximos expertos mundiales en ese concilio. El emperador no tenía preferencia teológica alguna, sino que buscaba el máximo consenso. "El problema era cómo los cristianos podían decir que eran monoteístas si creían en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y las comunidades cristianas querían dar una respuesta racional satisfactoria. Hay tradiciones religiosas en las que la razón no juega un rol importante; en cambio, en la fe cristiana, sí juega un rol importante", afirma Fernández. El consenso alcanzado y que ha perdurado 1.700 años no tenía ni la terminología adecuada. "Se tuvo que crear un nuevo lenguaje o resignificar palabras por lo que se quería decir. Muy resumidamente se trataba de defender la unidad de la esencia y la distinción de las personas", afirma el teólogo chileno.
Dos sujetos y un solo Dios
Una de las grandes controversias y que enfrentaba a diferentes facciones cristianas eran las divergencias sobre la naturaleza de Cristo. Los arrianos negaban la divinidad y la eternidad de Jesús, defendían un Dios y Padre y un Hijo, pero sus ideas fueron apartadas y marginadas. Se impuso la doctrina de que Padre e Hijo, siendo dos sujetos, son un único Dios. "No tuvo un impacto solo teológico, sino también terrenal y filosófico. No se es hijo o padre de manera absoluta, sino que existimos en relación con el otro y, por tanto, para conocerte a ti mismo no te puedes aislar de los demás, sino que debes pensar en relación con los demás", dice Fernández. La divinización de Jesús también trajo consigo una visión más dogmática de su biografía, porque ya no podía compartir los pecados e imperfecciones propios de los seres humanos. El concilio redactó el Credo de Nicea, que incorporó conceptos de filosofía en la fe bíblica.
El emperador Constantino no entró en los debates teológicos, porque lo que le importaba era que no hubiera conflictos ni facciones que pudieran enfrentarse, pero declaró que quienes no aceptaran ese credo serían desterrados. De hecho, quienes no lo aceptaron fueron excomulgados y los textos de Arri fueron quemados. En ese momento se produjeron muchos otros cambios. "Constantino se erigió en juez de los clérigos. Por tanto, si un clérigo cometía un delito, ya no era juzgado por un juez civil, sino por un religioso", destaca Fernández. Además, la Iglesia que defendía la ortodoxia contó con el apoyo del estado imperial y tuvo también ciertas ventajas con respecto a los impuestos.
La política de Constantino no solo privilegió a la Iglesia, sino que se apoyó como instrumento para desarrollar sus proyectos políticos como emperador. Bajo Constantino hubo una ingente actividad constructiva de iglesias como tales (ya no disimuladas en catacumbas o dentro de otros edificios). "Esta vinculación entre Iglesia e Imperio tuvo consecuencias negativas que han perdurado hasta la fecha, sobre todo, por ejemplo, la relación del clérigo con la justicia civil. Tras la Revolución Francesa se abolieron todas las leyes de privilegios civiles de los clérigos, pero culturalmente todavía se mantiene la idea de que los clérigos pertenecen a otro grupo", destaca el teólogo chileno.