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¿Qué hace un estudiante del MIT en un instituto del barrio de Lamine Yamal?

Alumnos del Massachusetts Institute of Technology realizan estancias en Cataluña

Daniel, estudiante del MIT, haciendo una estancia en el instituto Àngela Bransuela de Mataró
10/03/2025
4 min
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BarcelonaPasea por el pasillo y, si uno cierra los ojos y sólo oye los comentarios que le hacen, podría ser una auténtica estrella del fútbol o uno influencer con miles de seguidores adolescentes. "Daniel, guapo, ¿cómo estás, tío"?, le dice un alumno de unos catorce años, como si fueran amigos de toda la vida. La escena se va repitiendo con pequeñas variaciones, un choque de manos, un abrazo con palmaditas rápidas en la espalda y todo tipo de saludos más típicos de una película yanqui, que de un instituto catalán. El protagonista que genera tanta expectación podría ser Lamine Yamal, ya que estamos en un instituto de su barrio (en Rocafonda, Mataró), pero es Daniel, pronunciado con acento americano.

Él es uno de los pocos alumnos brillantes del Massachusetts Institute of Technology (MIT) que ha ganado una de las plazas del Global Teaching Labs, una iniciativa en la que estudiantes de este gigante de la investigación viajan a distintos países para promocionar la pasión por las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM) en institutos de secundaria.

Daniel lleva menos de un mes en Cataluña y que hace de profesor (o de ayudante) en el Instituto Escuela Àngela Bransuela, pero reconoce que se le ha hecho corto. "Desde pequeño siempre me ha gustado la tecnología y pensé que era una buena oportunidad para, tal vez, poder transmitir a gente más joven esta pasión y que se peguen como lo hice yo", explica entusiasmado. Se expresa en castellano porque ya le hablaba antes de venir, pero las tres semanas en el instituto de Mataró han sido como un máster para él para aprender, al menos, algo de catalán. "En bachillerato aprendí francés y tengo la sensación de que el catalán es una mezcla entre el castellano y el francés, por lo que me es un poco más fácil de entenderlo que otra lengua", reconoce.

Daniel, estudiante del MIT, dando una clase a 2º de ESO del instituto Àngela Bransuela de Mataró.

EduCaixa lleva seis años colaborando con el MIT para coordinar que vengan estudiantes de la universidad de Boston a diez institutos o escuelas de la zona metropolitana. Ahora, sin embargo, a esta combinación se ha añadido un componente más: el programa de estancias de los estudiantes del MIT se ha alineado con centros catalanes que tienen en marcha el programa FAIG (Haciendo por Aprender, Imaginando Globalmente) del departamento de Educación para acabar de remachar aún más el clavo.

A grandes rasgos, el FAIG tiene la misión de acompañar a las escuelas en el aprendizaje por proyectos maker –aprender haciendo cosas que se pueden aplicar a problemas o necesidades reales de su entorno– y, para ello, dota a los centros participantes de las máquinas y material necesario para instalar un laboratorio de fabricación digital.

"Una de las cosas que tuve que hacer antes de irme de Boston fue aprender cómo funcionaban las máquinas que tienen aquí en el instituto y los programas que utilizan porque son algo diferentes de las que yo conocía. También fue refrescante para mí ver otros programas y otras maneras de trabajar", detalla Daniel. Explica que está estudiando física en el MIT y, por tanto, al no tener nociones de educación, antes de venir también hizo algunas sesiones "sobre cómo hacer que los alumnos estén engaged", es decir cómo conseguir que estén motivados, se diviertan y, como consecuencia, aprendan.

De una cuña por la puerta a una casita por los pájaros"

De esta forma, Daniel se ha pasado la mayoría de la estancia en el laboratorio del instituto mataronense. Por el espacio pasan sobre todo los alumnos que hacen tecnología que están recibiendo la formación para utilizar la cortadora láser, la impresora 3D y la bordadora. Con ese conocimiento están recibiendo encargos de la misma escuela. Por ejemplo, ahora un grupo de educación especial ha dibujado unos logos y el grupo de alumnos que hay en el laboratorio debe ver cómo diseñarlos con letra fácil de leer y ver qué material utilizar para que sirvan para rotular todas las aulas del centro.

Otro encargo es hacer cuñas por las puertas, pero también hay sesiones de robótica en las que hay que superar obstáculos a un robot y momentos de recreo en los que los propios alumnos, siempre con supervisión, pueden venir a diseñar cosas que creen que la escuela necesita. Por ejemplo, un alumno creyó que al borrador de la clase le hacía falta una funda y la diseñó con una impresora 3D. Y una chica de 3º quiso hacer de cero una casa por los pájaros del patio con madera.

Quedarse en casa la profesora

Más allá de la inspiración que el estudiante del MIT puede dar a los alumnos de ESO, una parte importante del programa es el intercambio cultural que viven los universitarios como Daniel. A diferencia de otros casos en los que los estudiantes se quedan a dormir en un apartamento o en un espacio compartido con otros compañeros, en su caso la inmersión fue total, ya que se fue a vivir a casa de Rita, una de las docentes del instituto. Esto ha permitido que los fines de semana el futuro físico del MIT haya ido a ver una función de los pastorcillos o haya visitado varios lugares del país para conocer un poco más la cultura y la lengua catalana.

"No debería decirlo, pero es verdad que una de las cosas que más me ha gustado venir es la comida", dice riendo Daniel, quien también asegura que una de las cosas que más le ha llenado tampoco tiene nada que ver con la física ni con la educación. "Ha sido muy gratificante crear relación con los alumnos, creo que aparte de tecnología podía enseñarles otras cosas de la vida. Ellos me han explicado muchas cosas de su día a día y yo, aunque no sé todo, les he intentado ayudar. Con algunos ya es casi como si fuéramos amigos".

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