Un año sin poder bailar

Las salas de conciertos esperan empezar a ver la luz si funciona la prueba del Palau Sant Jordi del 27 de marzo

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Sala Razzmatazz, vacía desde hace un año.

BarcelonaEl último concierto en la Sala Razzmatazz de Barcelona fue el 9 de marzo del 2020. Hace más de un año. “Fue un concierto de Louis Tomlinson, un exmiembro de One Direction. Fue muy divertido, y también muy complejo de montar”, recuerda Lluís Torrents, codirector y gerente de Razzmatazz. Torrents se emociona explicando las peculiaridades de ese concierto, “de fenómeno teen”, con las entradas agotadas y público durmiendo en la calle días antes. “Teníamos a la gente de seguridad trabajando toda la noche anterior, para que los chicos pudieran entrar para ir al lavabo; también les daban agua. Fue un concierto de mucho trabajo, pero muy chulo. Es bueno que los niños vivan la experiencia de la música en directo”, dice Torrents. A pesar del sold out, el concierto fue deficitario para la sala: “Con el alquiler que cobramos al promotor no cubrimos los gastos de producción que supone abrir la sala. La mayoría vivimos de las barras, y ese día no llegamos a facturar ni 1.500 euros, porque eran niños y niñas y entre cinco se beben una cocacola”. 

Después llegó el confinamiento, y desde entonces la gran equipación musical del Poblenou no ha subido la persiana. “Si no nos dejan que la gente pueda bailar, salas como la nuestra es difícil que podamos abrir. Nuestra actividad es inviable con criterios de distancia de seguridad”, dice el codirector de una sala que tiene 130 trabajadores en ERTO y pérdidas mensuales de 150.000 euros. “Hemos acumulado más de dos millones de euros de pérdidas en un año. Y hemos recibido unos 200.000 euros de subvenciones de la conselleria de Cultura, el ministerio de Cultura y el Ayuntamiento de Barcelona, y también de la conselleria de Empresa, que nos ha dado una pequeña ayuda como club. No es ni un 10% de las pérdidas”, lamenta Torrents, que aun así admite que puede sentirse afortunado, porque “la gran mayoría de discotecas que no hacen conciertos como máximo han recibido 20.000 euros de subvención”.

“En este país la viabilidad de las salas de conciertos depende de la explotación como discotecas, y toda solución que no prevea esta realidad no funcionará”, corrobora Dani Castellano, director de la Sala Stroika y de la Casa de la Música de Manresa, y miembro de la discográfica Propaganda pel Fet! En la Stroika el último concierto antes de la pandemia fue uno de Albert Pla el 7 de marzo del 2020. Los que estaban previstos el fin de semana siguiente ya no se pudieron celebrar. “Volvimos a hacer música en directo el 13 de diciembre, con el bolo de Juantxo Skalari, pero lo único que hemos programado son los conciertos del Curt Circuit y del SALA.CAT, dos ciclos subvencionados”, explica Castellano. El registro de daños: 18 personas en ERTO y la sombra de un concurso de acreedores que sobrevoló en octubre pero que ahora parece desvanecerse. “Ahora no estamos en una situación de cierre, pero la incertidumbre sigue presente”, dice Castellano. 

“Empezamos a ver la luz”, dice con la mayor de las prudencias Carmen Zapata, la gerente de la Associació de Sales de Concerts de Catalunya (ASACC). “De las 87 salas asociadas, hay cinco que seguramente no volverán a abrir, pero no podemos decir los nombres porque están intentando buscar un traspaso y para evitar la especulación y la devaluación no quieren que se haga público. Pensamos que caerían muchas más, pero según cómo vayan las cosas puede ser que acaben cerrando más”, recuerda Zapata.

Ciclos con financiación pública como Sala BCN, SALA.CAT y Curt Circuit han aportado un poco de aire a las salas, pero el futuro depende de la posibilidad de poder acoger al público sin distancia profiláctica. “Cuando hicimos los conciertos del SALA.CAT, subvencionados por la Generalitat solo abrieron 37 salas, y casi todas volvieron a cerrar cuando se acabó el ciclo”, precisa la gerente de la ASACC. Lo que no ha faltado es iniciativa, ni imaginación. El equipo de la Stroika, aprovechando el bagaje adquirido con el proyecto Casas de la Música y con el apoyo del Ayuntamiento de Manresa, montó el Vibra, un festival de cinco noches al aire libre que en junio tendrá la segunda edición con once noches. “Y ya tenemos un sold out: Zoo”, dice Castellano. La sala de Manresa también se reinventó como bar en diciembre, pero con las restricciones horarias “no tenía sentido abrir”.

¿De dónde viene la luz, pues? Por un lado, está la elaboración de un plan sectorial que prevea las condiciones de reapertura. El miércoles varias asociaciones del ocio nocturno, incluida la ASACC, se reunieron con los departamentos de Interior y Salud. “Marc Ramentol, secretario general de Salud, y Elisabeth Adad, secretaria general de Interior, nos dijeron que, independientemente del grado de vacunación, su objetivo es que en verano se pudiera empezar a recuperar y a reabrir el ocio nocturno”, explica Torrents, que asume que habrá restricciones de aforo y de horarios, y que es posible que al principio se prohíba el baile, pero “cuanto más gente vacunada, menos restricciones”.

¿El calendario más prudente? “Dudo mucho que una sala como Razzmatazz pueda recuperar la actividad teniendo en cuenta que nosotros tenemos que poder trabajar sin distancia de seguridad. Si pudiéramos abrir con un 60% de aforo y parar la sangría, o cubrir gastos, ya nos ayudaría a aguantar más tiempo”, dice Torrents, que en ningún caso valora abrir sin que se pueda bailar. “Convertir el Razz en una gran cafetería no es lo que queremos. Nuestra actividad es la música en directo y el baile. No podemos ni queremos renunciar a ello. No nos dedicaremos a hacer pan, no somos panaderos. Nos dedicamos a hacer que la gente baile”, añade.

De todas maneras, el calendario de reapertura puede cambiar si funcionan pruebas piloto como el concierto de Love of Lesbian en el Palau Sant Jordi del 27 de marzo, y si se sigue trabajando en la línea de posibilidades que abrió el ensayo de diciembre al Apolo. “Estamos encantadísimos con que la conselleria de Salud esté viendo que fuimos pioneros con la prueba de la Apolo. Hemos exportado toda esta información a Europa y parecía que nos pasarían la mano por la cara, pero la semana pasada se pusieron las pilas, y están colaborando con el concierto del Sant Jordi. Estamos encantos, por fin”, dice Torrents. El propósito de las salas, compartido por festivales como el Cruïlla –que ayer reconfirmó que se hará en julio –, es que se empiece a trabajar con certificados de vacunación o de inmunidad y que la gente pueda hacerse pruebas de antígenos que queden recogidas en una aplicación del móvil. “Si los resultados del Sant Jordi son buenos y podemos llegar a trabajar con este tipo de certificados, entonces sí podríamos empezar la actividad antes”, dice Torrents.

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