Los abrazos envenenados

Joan Laporta es todo emoción. Vive el barcelonismo desde las entrañas, demasiadas veces arrinconando cualquier atisbo de racionalidad. Esto le ha conducido a golpes de genialidad que nadie hubiera sido capaz de llevar a cabo, pero también le ha convertido en un presidente errático, impulsivo y contradictorio. Forma parte del pack Laporta. Durante este mandato el presidente se ha abrazado a iconos del barcelonismo, de Messi a Xavi pasando por Koeman, y todos esos héroes terminaron decapitados poco después de recibir la bendición paterna.

Probablemente, la decisión sobre Xavi sea acertada. El tiempo, como siempre, dará o quitará la razón. El cambio brusco de rumbo de los últimos días podría ser el detonante por regenerar una institución muy tocada. Laporta ya lo hizo en el 2008, cuando siguiendo el sabio consejo de Evarist Murtra, dio las riendas del equipo a Pep Guardiola y el club, que salía de una moción de censura, empezó a tomar velocidad de crucero.

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Ahora la situación es mucho peor, sobre todo económicamente. El Barça está mucho más debilitado y sólo el equipo femenino resiste. Tampoco ese Laporta del 2008 tiene nada que ver con el de hoy. No tiene el mismo vigor ni cuenta con Johan Cruyff o Txiki Beguiristain para apaciguar impulsos. Y parece que Flick tampoco será Guardiola. De hecho, tampoco debe serlo porque nada volverá a ser igual que aquellos irrepetibles cuatro años. Pero, a pesar del presente funesto, un buen entrenador que construya a un grupo competitivo, a veces, puede ser suficiente para hacer rodar todo el engranaje. Barça y Laporta se aferran a eso.

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Ahora bien, sea o no acertada la decisión respecto a Xavi, lo imperdonable son las formas que ha utilizado el club y la sensación de improvisación que se desprende siempre. El barcelonismo exige, porque forma parte de la idiosincrasia culé, que el equipo sea modélico en la forma, cómo tanto o más importante que el qué. Y, en cambio, a nivel institucional el Barça se ha abonado a los despropósitos. No hay relato. El club parece dirigido a golpe de arrebato. El Barça proyecta la imagen de un barco a cuya deriva van saltando –muchas veces empujados– los más talentosos.

El sainete con Xavi es inexcusable. Lo abrazas, lo besuqueas, le muestras tu estima absoluta, y pocas semanas después lo echas retransmitiendo la ejecución a tiempo real a través de los medios. Se pueden tomar decisiones drásticas. Impopulares. Esto es gobernar. Por eso muchos votaron a Laporta en el 2021. Pero la forma en que se han tomado algunas de las decisiones más trascendentes demuestra que la junta no ha estado a la altura de la institución que representa. El Barça no puede ser un vodevil, semana sí semana también.

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