Ganar la Vuelta a Cataluña calzando una zapatilla y una alpargata

BarcelonaEn 1911, lo de ir a una bicicleta aún era visto como algo un tanto excéntrico por muchos catalanes. En las grandes ciudades, ya era una imagen normal ver a ciclistas esquivando los tranvías y los coches, pero en ciertas comarcas se veían pocas bicicletas, especialmente porque las carreteras eran fangares. Por eso la primera edición de la Volta Ciclista a Catalunya fue todo un reto para los 34 valientes que se apuntaron. Eran otras épocas, en las que los corredores salían cargando a sus espaldas todo tipo de repuestos y todo lo que hacía falta en caso de sufrir pinchazos y problemas técnicos. Por el camino, con suerte recibían la ayuda de vecinos o campesinos, que les dejaban beber del porrón, tomar un bocado o, si era necesario, descansar un rato bajo una higuera.

La primera edición de la Volta fue rebautizada como "la edición del frío", ya que el clima no ayudó mucho. El ganador, Sebastià Masdeu, llegó con el frío al cuerpo a la línea de meta, feliz por el triunfo, pero hecho añicos por el cansancio acumulado en aquellas tres etapas muy largas justo después de Navidad, del 6 al 8 de enero. "Al llegar éramos como fantasmas, nos hacían entrar en un bar para tomar café bien cargado o no reaccionábamos", recordaría. La primera etapa unió Barcelona y Tarragona, la segunda Tarragona y Lérida, y la última, Lérida y Barcelona, ​​con un total acumulado de 365 km. La prueba era una idea de gente como Narcís Masferrer, entonces director de Mundo Deportivo, un hombre que se hizo un harto de crear competiciones, publicaciones y federaciones, ya que era un apasionado del deporte que llegaba del norte de Europa. Una figura clave del deporte catalán que acompañado de amantes de la bicicleta como Miquel Arteman, Francesc Maria Peris o Ramon Torres, crearon esta carrera que, a partir de 1923, pasaría a ser organizada por la sección ciclista de la Unió Esportiva Santos.

Masdeu, nacido en Tarragona en 1899, amaba tanto su tierra que deportivamente era conocido como Tarraco, como si fuera un gladiador romano. Hijo de unos tenderos, de él se contaba que siendo menor de edad se había marchado de casa en lo alto de una bicicleta para ir a ver en directo algunas etapas del Tour de Francia y se había quedado sin dinero para regresar. Se apuntó a carreras que ganaría, a pesar de ser demasiado joven, y llegaría a recibir donaciones de ciclistas locales, maravillados por su carácter. Después de debutar en la Volta a Tarragona en 1908, Masdeu no dudó en apuntarse a la primera edición de la Volta a Catalunya, buscando la fama, unos dineros y la gloria. Aquella primera edición, los organizadores tomaron el ejemplo del Tour de Francia y diseñaron etapas muy largas y con un recorrido que más o menos diera la vuelta al territorio. En este caso, sólo se evitaron Girona y los Pirineos, entonces nevados. Con el tiempo, los organizadores ya entenderían que no era una buena idea hacer una carrera en enero, con etapas tan largas y pasando por lugares como el paso de la Maladona, el collado de Lilla y el collado del Bruc, retos titánicos entonces, ya que no estaban asfaltados. Masdeu demostró ser el más fuerte y se llevó un premio de 975 pesetas al imponerse al barcelonés Josep Magdalena, que ganaría su segunda edición. El vasco Vicente Blanco, un valiente que en 1910 había debutado en el Tour de Francia, acabó tercero en la general.

Masdeu, que entonces llevaba un bigote a la moda, gordo, decidió afeitarse justo antes del inicio de la carrera. En las costas del Garraf, bajo la lluvia, se escapó con otros corredores, en una etapa que acabó convertida en un duelo entre él y Magdalena en la rambla de Tarragona. Tarraco, que conocía cada palmo de terreno, fue el más fuerte y ganó su primera etapa, aunque no recibió las felicitaciones que se esperaba, ya que muchos vecinos no le reconocieron inicialmente sin el bigote. En la segunda etapa, Masdeu fue tercero, ya que cayó por culpa de un perro, pero sacó unos minutos a Magdalena, que lo pasó peor. Masdeu explicaría que tras caer se recuperó en una masía donde le dieron un vasito de anís que después quisieron cobrarle. No lo pagó, al parecer. La Volta, pues, se decidiría en la última etapa, con Masdeu como favorito. Ahora, cerca de Jorba, cruzando una riera del río Anoia, Masdeu perdió una zapatilla, que se llevó el agua. “En la última etapa caí en el agua. Fue en un vado. Quedé un poco aturdido y el agua me congeló. Cuando me recuperé salí disparado, pero una zapatilla se me había quedado clavada en el barro. No me detuve a rescatarla”, recordaría en una entrevista en Mundo Deportivo años más tarde. Un campesino, al ver que le faltaba una zapatilla, le dejó su alpargata para que pudiera seguir pedaleando. Así Masdeu evitó descolgarse del grupo de escapados, donde iban Magdalena y Blanco, al que pilló en el Coll del Bruc para conseguir finalmente el triunfo de etapa y de la general en el velódromo de Sants... con una zapatilla y una alpargata. "Tenía 22 años y ganar la Volta me dio popularidad. Todas las jovencitas murmuraban mi nombre cuando pasaba", recordaría el ganador, que en 1939 fue el director general de la Volta.