Fútbol

El otro club de fútbol que enamora a Aitana Bonmatí

El AE Ramassà, de las Franqueses del Vallès, celebra 50 años con una apuesta por acoger a mujeres refugiadas que huyen de la violencia

El AE Ramassà, de las Franqueses del Vallès, celebra 50 años con una apuesta por acoger a mujeres refugiadas que escapan de la violencia
09/07/2025
3 min

BarcelonaMedio siglo de vida pensando que otro fútbol es posible. El AE Ramassà ha celebrado los 50 años de historia abriendo las puertas a quien lo necesita, tal y como suele hacer el club de Les Franqueses del Vallès. Un club diferente, especial, porque tiene sus equipos federados, pero en 2014 decidió dar un paso adelante constituyéndose como ONG. Desde entonces, se ha convertido en el hogar y espacio de seguridad de muchas personas, especialmente mujeres refugiadas. Cuando el Ramassà juega, sus futbolistas pueden olvidar durante un rato los problemas que arrastran. Algunas chicas vienen de países donde les tiraban piedras si querían hacer deporte. Una de las jugadoras de este año huye de un matrimonio forzado en Pakistán y nada sabía del fútbol. Ahora le da la vida.

El Ramassà empezó en el 2021 un proyecto de fútbol femenino inclusivo para refugiadas que trabaja con más de 35 mujeres. Un equipo que tiene una madrina muy especial, Aitana Bonmatí. "A través de ACNUR llegué a la Asociación Ramassà porque trabajan mucho con las mujeres que vienen de países en guerra y que deben desplazarse aunque no quieran. Son mujeres refugiadas que utilizan el deporte como elemento aglutinador. No es fácil huir de tu casa y venir a este mundo. He compartido entrenamientos con ellas y son venidos a mi campo. ayudan a encontrar una forma de vivir mejor", dijo la jugadora hace unas semanas en el acto de presentación del libro de relatos solidarios del deporte, que este año dará todos los beneficios al AE Ramassà.

Cuando Bonmatí fue por primera vez a verlas, algunas no sabían quién era. Otros ya le admiraban. Da igual si juegan bien o mal, la idea es que se sientan cómodos. Que se ayuden en el entrenamiento semanal que realizan y en un partido mensual. Se mezclan historias como la de una chica rusa que huía de la homofobia contra las lesbianas con las de mujeres que sufrieron la violencia en Honduras. "Somos un club muy pequeño y modesto. No destacamos por los resultados deportivos, estamos en cuarta catalana, que es la última categoría que existe en Catalunya. En 2014, sin embargo, iniciamos la vertiente más solidaria de la entidad haciendo viajes a diferentes países en busca de diferentes ONG que trabajaran en el terreno. Y, desde entonces, los ayudamos a algunos de ellos. Camerún, donde tenemos una escuela de fútbol y un centro de formación para niños en un barrio de Yaoundé", explicó Marc Larripa, responsable del área social. Y después llegó el proyecto de fútbol femenino inclusivo destinado a chicas recién llegadas, refugiadas y solicitantes de asilo. La entrenadora es una integradora social que durante la semana habla con las jugadoras y se asegura de que no les falte nada.

Para celebrar los 50 años de vida, el AE Ramassà invitó a la Federación Saharaui de Deportes ya la selección nacional del Sáhara Occidental, con el objetivo de reforzar los vínculos de cooperación y solidaridad con estas entidades. Después de dar charlas y encuentros, se jugaron amistosos entre los equipos masculino y femenino del Ramassà y la Selección Nacional Saharaui. "Agradecemos mucho todos los actos de ayuda hacia nuestro pueblo. Llevamos cincuenta años refugiados y estamos olvidados. Estamos en una situación muy complicada, ya que no sabemos si nuestras familias podrán cenar esta noche. Tenemos el deber y la obligación moral de continuar con la lucha, y el deporte es una buena arma para combatir", dijo Ali Ah.

También este año el equipo de fútbol sala del Ramassà hizo un viaje a Mongolia, para colaborar con la ONG Lantuun Dohio, que crea espacios seguros por todo el país que tienen como objetivo dar respuesta a los problemas que afronta Mongolia en cuanto a tráfico de menores, abuso y violencia infantil. Los jugadores visitaron dos de los centros que la ONG tiene en barrios periféricos de la capital, Ulaanbaatar, para jugar al fútbol y entregar material. Una forma de seguir demostrando que otro fútbol es posible.

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