La cruel lesión de Zverev abre las puertas de la final de Roland Garros a Nadal
El manacorí jugará la final por 14.ª vez después del sorprendente final de un partido en el que iba ganando
BarcelonaDurante un partido de tenis de un torneo de Grand Slam pasan tantas cosas que se podrían escribir tratados de filosofía solo sobre un partido. Rafa Nadal vuelve a estar en una final de Roland Garros, donde ha ganado las 13 veces que ha jugado, aspirando a hacer más grande una leyenda que empezó un lejano 2005. con 36 años, el jugador de Manacor ha llegado a la final con la cara seria, casi sintiéndose culpable. Iba ganando la semifinal, pero cuando más bonito estaba el partido contra el alemán Alexander Zverev, el número 3 mundial se ha lesionado intentando llegar a una bola de Nadal. El tobillo se le ha torcido y Zverev ha marchado en silla de ruedas de la pista central.
Nadal, detrás, lo ayudaba a llevar sus bolsas, sus raquetas. Nunca un triunfo en una semifinal se había celebrado tan poco. "Estoy muy triste, Zverev estaba jugando un partido magnífico, sé cómo ha trabajado de fuerte para intentar ganar un Grand Slam. Le deseo lo mejor; un día ganará un torneo de Grand Slam. Más de uno, de hecho", ha dicho Nadal, que había ganado el primero set en el tie-break por 7-6. Y el segundo, estaba destinado al mismo destino, puesto que la bola que Zverev no ha podido devolver servía para hacer subir el 6-6 al marcador. Tres horas de partido y ni tan solo han podido acabar dos sets.
Nadal ha empezado mal. Zverev parecía una máquina, frío, calculador. Con un primer servicio casi perfecto y dominando con cañonazos, mandando en medio de la pista. Su brazo derecho parecía fabricado en una metalúrgica. Pero Nadal es especialista en sobrevivir. Y ha ido esperando su momento para poner nervioso a un Zverev que ha empezado a fallar bolas fáciles. A pesar de todo, Zverev ha salvado tres bolas de siete para forzar un tie break donde se ha situado 6-2 a favor. Ya lo tenía hecho, pero la fortaleza mental de Nadal es sobrenatural. El jugador de Manacor ha salvado seis bolas de siete con un repertorio de puntos increíbles, llegando a todos los golpes de un Zverev que entendía que delante tenía al Nadal de las grandes ocasiones. El discípulo de Sergi Bruguera ya lo había advertido en la previa. "Cuando Nadal juega en Roland Garros es un jugador diferente. Todavía mejor".
En el segundo set, los dos jugadores han decidido hacer del partido una tragedia griega, una epopeya homérica para reflexionar sobre la fortaleza mental, sobre tus miedos, sobre cómo reaccionar cuando todo parecía perdido. Si el primer set ha visto a dos jugadores fríos y calculadores, el segundo ha sido emotivo, con los cuatro primeros juegos acabando con rotura de servicio. Zverev, a pesar de saber que delante tenía a un jugador que sabe jugar con tu mente, sacándote de quicio agotando todo el tiempo del que dispones para sacar, llegando a todas las pelotas, ha querido demostrar que está al mismo nivel, llevando el partido hasta el tie break. Pero justo antes, cuando se ha dejado deslizar sobre la tierra batida para devolver una pelota, su tobillo se ha convertido en el talón de Aquiles. El alemán ha acabado llorando, frustrado, consciente de que ni tan solo tendría la oportunidad de perder luchando. Nadal ha acabado desorientado, sin saber cómo celebrar un hito histórico, aquel de volver a una final en París, cuando hace pocos días iba cojo.
El rival de Nadal, quien de paso evita desgastarse más, será el ganador del duelo entre el croata Marin Cilic y el joven Casper Ruud, de Noruega.