Después de Qatar, llega el turno de los saudíes para comprar el deporte mundial
Además de la Supercopa, el fichaje de Cristiano o el Dakar, quieren organizar un Mundial y unos Juegos Olímpicos de Invierno
BarcelonaEn la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Londres del 2012, por primera vez todas las delegaciones participaron con mujeres. Tres estados se habían negado hasta entonces: Brunéi, Qatar y Arabia Saudí. Las tres mujeres que participaron en la ceremonia de apertura con una bandera saudí en las manos, sin embargo, anduvieron detrás de los hombres, no entre ellos. “Entonces los saudíes no sentían la necesidad de vender una imagen positiva al mundo, no les importaba mucho. En los últimos años, sin embargo, han entendido que la estrategia de sus vecinos, como Qatar y los Emiratos Árabes, es bastante buena. Y usan el deporte para promocionarse y mejorar una imagen manchada por las ejecuciones, el asesinato del periodista Jamal Khashoggi o los pocos derechos de las mujeres”, dice Christoph Wilcke, un experto en Arabia Saudí de Human Rights Watch.
El príncipe heredero al trono saudí, Mohammed bin Salman, ha liderado esta ofensiva que pretende hacer de Arabia Saudí la nueva meca de los deportes, por delante de sus vecinos de Qatar. De hecho, los saudíes tienen más dinero, más recursos, más territorio y habitantes. Qatar y los Emiratos Árabes Unidos eran un grupo de reinos pequeños a su sombra, hasta que gracias al gas y el petróleo supieron jugar sus cartas para hacer camino lejos de los saudíes, uno de los estados más importantes del mundo, puesto que en su territorio están los lugares más sagrados del islam, como la Meca y Medina. Históricamente cerrado y hermético, el reino se ha abierto de una manera sorpresiva en la última década. Si en 2012 el Comité Olímpico Internacional todavía los tuvo que presionar para que permitieran la presencia de mujeres en los Juegos de Londres, ahora son ellos los que usan el deporte para vender una imagen positiva. Esta semana pasada el príncipe heredero estuvo junto a Cristiano Ronaldo cuando el futbolista fue presentado como nuevo jugador del Al-Nassr de la liga saudí. En el acto de presentación, la presentadora no llevaba el pelo cubierto. En un acto que millones de personas miraban en todo el planeta, los saudíes querían ofrecer su imagen más moderna.
La presentación de Cristiano Ronaldo, que pasa a ser el jugador mejor pagado del mundo, se producía la misma semana que el reino acogía de nuevo el rally Dakar, como ya hace años que pasa. Y justo antes de una nueva edición de la Supercopa de España en Arabia Saudí, por tercer año consecutivo. Mohammed bin Salman estará en el palco en la final del domingo, acompañado de los directivos de los clubes y de la Federación Española de Fútbol. Parece que quedan lejos los informes que demostraban su implicación en el asesinato en Turquía del periodista crítico con el régimen saudí Jamal Khashoggi. O la implicación de los saudíes en la guerra civil del Yemen, donde se han documentado crímenes contra la población civil en los últimos años.
Después de Qatar, también quieren un Mundial
El fichaje de Cristiano, la Supercopa y el Dakar, sin embargo, solo son la punta del iceberg. “Los últimos años han decidido apostar por el deporte para consolidar su posición en el mundo”, dice el gallego Raúl Caneda, que ha entrenado al Arabia Saudí. Los nuevos retos de los saudíes son todavía más grandes, como por ejemplo intentar organizar el Mundial de fútbol en 2030. A pesar de que parece improbable repetir una sede en la misma zona geográfica ocho años después del Mundial de Qatar, están invirtiendo dinero para promocionar una candidatura que compite contra la de España y Portugal, y una entre Uruguay, Argentina y Paraguay. Si no consiguen ganar, los saudíes volverán a intentarlo en 2034.
El príncipe heredero, para mantener el poder, ha entendido que hay que evolucionar. Bin Salman ha introducido reformas sociales y económicas, pero no ha tocado nada del sistema político, dictatorial. Ha permitido a las mujeres conducir y no llevar velo, pero no tener poder de decisión. Human Rights Watch continúa documentando ejecuciones, represión a las mujeres, las minorías sexuales y la actividad de las tropas saudíes en Yemen. “En Qatar hay poca disidencia interna, puesto que la población tiene un nivel de vida alto. Los saudíes, como son un país más grande, no lo han garantizado. Ahora apuestan por dar entretenimiento y modernidad a la población, a cambio de que no cuestionen el sistema. Parece que todo cambia para que no cambie nada”, defiende Wilcke.
En los últimos años los saudíes han organizado grandes premios de Fórmula 1, el torneo de tenis fuera de la ATP que ha repartido más dinero y han comprado el equipo de la Premier League inglesa Newcastle United por 413 millones de dólares. A pesar de que el Parlamento británico bloqueó durante dos años esta operación debatiendo sobre si era buena idea vender clubes a regímenes dictatoriales, al final los saudíes se salieron con la suya. Y el Newcastle ya podría volver a la Champions esta próxima temporada. El gobierno saudí está copiando la estrategia de sus vecinos. Si Qatar compró el PSG y los Emiratos Árabes el Manchester City, ellos lo han hecho con el Newcastle.
El proyecto más sorpresivo, sin embargo, es el de organizar unos Juegos Olímpicos de Invierno. A pesar de no tener nieve, ya han conseguido ser escogidos como sede de los Juegos Asiáticos de Invierno del año 2029, prueba de fuego para ver si una candidatura olímpica tiene sentido. Los saudíes quieren organizar esta cita en la zona de montaña de Tabuk, cerca de la frontera con Jordania y el mar Rojo, una zona natural con cumbres de más de 3.000 metros donde nieva de vez en cuando, pero nunca con suficiente fuerza como para poder tener una pista de esquí. Sería necesario, pues, que la nieve fuera artificial. El proyecto saudí, de hecho, está relacionado con una de las grandes apuestas de su gobierno, Neom, una macrociudad que se quiere tener terminada antes del 2030 en la costa del mar Rojo y que tendría unas leyes propias para atraer a profesionales occidentales para vivir y trabajar. Una ciudad futurista que podría llegar a costar 500.000 millones de dólares.