Djokovic, el campeón tan tozudo que no sabe si podrá competir en el US Open
El serbio ha levantado cabeza en la temporada en la que el mundo le ha dado la espalda por su decisión de no vacunarse contra el covid-19
Barcelona"Es muy tozudo", explica Goran Ivanisevic sobre Novak Djokovic. Hay que serlo para poder levantarse tal como lo ha hecho el serbio en esta temporada 2022 convertida en una montaña rusa emocional. Cuando empezó el año, todo el mundo daba por hecho que el jugador de Belgrado dominaría el circuito. El 2021 ya había ganado tres de los cuatro torneos grandes. Era su momento para convertirse en el jugador con más títulos de Grand Slam de toda la historia. Pero Djokovic acabó deportado por las autoridades australianas cuando se descubrió que no se había querido vacunar contra el covid-19. De hecho, el serbio mintió cuando entró en territorio australiano, donde aspiraba a revalidar el título de campeón de Melbourne. El torneo que lo tenía que coronar como el primer jugador con 21 títulos de Grand Slam acabó con un conflicto diplomático, Djokovic deportado y Rafa Nadal quitándole la gloria.
"No ha sido una temporada fácil, hasta ahora", admite el serbio, de 35 años, que recibió una lluvia de críticas muy merecidas a medida que la prensa informaba de todas las mentiras con las que había intentado esconder que no se quería vacunar. Ya durante la pandemia, de hecho, provocó un brote del virus en los Balcanes cuando organizó un torneo de tenis que acabó con más de una fiesta con un montón de jugadores dando positivo. Djokovic pasó de escurrir el bulto cuando le preguntaban por la vacuna a admitir públicamente que ni se había vacunado ni pensaba hacerlo, hecho que le cerraba la puerta a poder jugar torneos en Estados Unidos, donde es obligatorio estar vacunado para pasar la frontera. Y terco como es, sigue decidido a no hacerlo a pesar de que esto significa que no podrá volar a Nueva York el 29 de agosto. Si gana en Flushing Meadows el próximo US Open, Djokovic igualará a Nadal con 22 títulos de Grand Slam. Pero de momento las autoridades norteamericanas no tienen pensado hacer ninguna excepción con él. "Espero buenas noticias de Estados Unidos", dice el serbio, que considera que la realidad del covid-19 tendría que permitir relajar la normativa.
Djokovic ha pasado de ser el dominador del circuito en 2021 a caer a los infiernos. La decisión de no vacunarse lo marginó, lo arrinconó. Alteró totalmente su calendario, puesto que no podía participar en los torneos de Estados Unidos, donde solía poner en acción su juego, como los Másters 1000 de Indian Wells o el de Miami. En su regreso a las pistas, en Dubai, en febrero, se lo vio nervioso. Tenso, enfrentado con el mundo. Necesitó tiempo para centrarse en el juego. En Madrid, el joven Carlos Alcaraz lo arrinconó, pero pocos días después el serbio ganaba por fin un torneo esta temporada sobre la tierra batida, en Roma. En Roland Garros, sin embargo, no pudo con un heroico Rafa Nadal, con todo el público animando al jugador de Manacor, volviendo las espaldas al serbio. "No es fácil jugar así, noto que la gente tiene ganas de verme perder", admitiría el jugador. Pero la terquedad le ha permitido levantar cabeza en Wimbledon, el torneo que ya ha ganado siete veces, una menos que Roger Federer. Sobre el césped del sur de Londres, Djokovic se ha sentido campeón de nuevo y ha sido el primer hombre en más de 80 años capaz de ganar la copa a pesar de perder el primer set tanto en los octavos de final como en los cuartos, las semifinales y la final. "Ciertamente, este año no ha sido como los últimos años. Ha empezado como ha empezado y me ha afectado definitivamente en los primeros meses del año. No me sentía genial en general. Quiero decir que mentalmente, emocionalmente, no estaba en un buen lugar", explicaba Djokovic después de ganar. El serbio forma parte del club de los grandes campeones polémicos fuera de las pistas, pero brillando dentro de ellas. Su entrenador, el croata Goran Ivanisevic, defiende que "pocos hombres pueden reaccionar como él. Después del linchamiento mediático recibido, no todo el mundo se levanta". Campeón el 2001 en Wimbledon, Ivanisevic ha ayudado mucho al serbio. Se trata de una de aquellas amistades por encima de las fronteras nacidas en los 90. Dos indómitos balcánicos trabajando juntos, puesto que tienen mucho en común.
"Ahora ha digerido todo lo que le ha pasado y se ha centrado de nuevo en el juego", decía Ivanisevic, a pesar de que su juego no ha sido tan sólido como en otros triunfos en Wimbledon. El joven italiano Janick Sinner llegó a ponerse dos sets por delante, pero la fortaleza mental del serbio le permitió superar el reto. "Está acostumbrado a sufrir", dice Ivanisevic. Si Nadal ha conseguido jugar soportando el dolor físico, Djokovic sabe construirse una armadura contra los problemas fuera de la pista. Nacido en Belgrado, empezó a jugar cerca de las pistas de esquí de la región de Kopaonik, al sur de Serbia, donde su tío era monitor de esquí y sus padres tenían una pizzería para los clientes de las pistas. Tanto su padre, Srdjan, como su madre, Dijana, hicieron de su hijo un buen esquiador, pero todo cambió en 1999. Aquel año, después de décadas de violencia en Kosovo, justo al lado de Kopaonik, la OTAN entró en acción bombardeando Serbia después de acusarla de crímenes contra la humanidad. Las pistas de esquí cerraron y los Djokovic se marcharon a Belgrado, donde les tocó pasar alguna noche en los refugios antiaéreos. El joven jugador, que ya había descubierto el tenis, entrenó durante muchos meses en una piscina vacía que tenían cerca de casa, puesto que el club de tenis de la zona de Nuevo Belgrado estuvo cerrado durante meses. Aquella época, en la que el jugador tenía 12 años, marcaron mucho el carácter de una persona que se empeñó en ser el mejor tenista de la historia construyéndose un mundo propio complicado, donde se ha obsesionado con la alimentación y con no hacer entrar en su cuerpo productos que no conoce. Y de aquí ha saltado a rechazar la vacuna contra el covid, una decisión que lo ha dejado sin el privilegio de ser el jugador con más títulos de Grand Slam, de momento, y le ha complicado la carrera. En espera de saber si podrá viajar a Estados Unidos, sin embargo, Djokovic ha demostrado que su juego está fuera de debate. Lo que hace fuera de pistas, en cambio, sigue siendo muy dudoso.