Barça

Araujo evita una nueva derrota de un Barça sin ideas (1-1)

Sin juego pero con mucho corazón, el equipo de Koeman pincha contra un Granada defensivo en un partido frustrante (1-1)

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Araujo, celebrando el gol del empate contra el Granada (1-1)

BarcelonaRonald Koeman le tendrá que regalar una buena cesta de Navidad a Ronald Araujo, si llega a comerse los turrones. Un gol del defensa uruguayo, un jugador irreducible, evitó una nueva derrota en el Camp Nou en un partido en el que el Granada no dio respiro a un Barça con poco fútbol pero con mucho corazón. Koeman ya notaba el sudor frío bajándole por la espalda -cada vez más miradas lo buscan cuando toca encontrar a un culpable- cuando el cabezazo del defensa evitó la derrota en los últimos minutos. Triste consuelo, el de este Barça. Celebrar no perder en casa en el último minuto contra un Granada que todavía no había ganado. En espera de jugar y tener ideas, queda el recurso de luchar. Colgando pelotas de forma desesperada.

Una derrota habría podido acabar con Koeman, que sigue siendo juzgado. En el fútbol, ya lo sabemos, el primero en caer siempre es el técnico. Y el neerlandés hace tiempo que compra números en el sorteo. Si a finales de la temporada pasada el Granada ya lo dejó con un palmo de narices, en un día en el que un Joan Laporta acabado de escoger exigió a los jugadores no volver a perder un partido sin lucharlo, el equipo andaluz volvió a hacer daño en el Camp Nou. En esta ocasión, los jugadores, especialmente los jóvenes, sí lo dieron todo. Y Araujo, que había firmado un gran partido en defensa, encendió el corazón de un estadio que se rindió a su carácter ganador. No quieras tener nunca como enemigo a un futbolista uruguayo. No es buen negocio.

El Barça, con el apoyo de un estadio que nunca dejó de animar, es un animal herido. Un equipo demasiado nervioso, que improvisa. En el que muchas veces el único argumento es el orgullo. Poca cosa, si quieres ser un equipo con cara y ojos. De hecho, ver a este Barça se ha convertido en un acto de fe. Lo haces porque es el Barça, nada más. Al estadio ya no vas atraído por la promesa de ver un buen partido. Vas porque toca, igual que vas a ver una obra de teatro amateur que sabes que será muy mala, pero toca hacerlo porque en el escenario tienes un hijo. O un hermano. No hace tanto, si la pereza te retenía en el sofá un día que hacía frío, te podías perder un gol de Messi imposible. Ahora ya no. Con frío, lluvia, un rival que se dedica a perder el tiempo tanto como puede y este Barça sin una idea clara de juego, ir al estadio es un acto de fe. 

Memphis, durante el partido contra el Granada

En el césped todavía estaban los restos del naufragio del otro día contra el Bayern. Las marcas de las botas de esa máquina trituradora bávara que dejó a Koeman más solo que nunca, atrincherado detrás de su repertorio de excusas. Contra el Granada, sin embargo, Koeman tenía que ser valiente a la fuerza. ¿La gente quería jóvenes? Pues salió con una defensa con una media de edad de 20 años, con Dest, Araujo, Eric Garcia y Alejandro Balde. ¿La gente quería un equipo ofensivo? Pues salió con Demir, Memphis y la triste figura de un Coutinho que sigue buscando por los rincones ese fútbol delicioso que hace tiempo que ha perdido. Y sin Pedri, Sergi Roberto volvía al medio del campo, donde se siente más protegido. Después del abucheo en el partido contra el Bayern, el de Reus mandó al palo una pelota que habría podido cambiarlo todo, pero la suerte hace tiempo que le ha dado la espalda. No le sale nada, a este Barça. Y el Granada marcó ya en el primer minuto de juego en un despiste defensivo de todo el Barça, pero especialmente de Dest, Ter Stegen y Frenkie De Jong. Y con el gol marcado, el equipo de Robert Moreno decidió que se jugaría poco fútbol. Ahora una lesión, ahora una lentilla que se cae, ahora el portero que pierde un minuto para sacar. 

Riqui Puig, indultado

Y el Barça perdió los papeles, consciente de que una derrota significaba una noche de cuchillos largos. Consciente de que ya no le puede pedir más paciencia a una afición que no deja solos a los jóvenes de La Masia, como un Balde que se rompió en la primera parte. Pero una cosa es caer a manos del Bayern y otra muy diferente hacerlo ante los muros de Granada. En la primera parte, más allá de un cabezazo de Araujo y el chut de Sergi Roberto, la producción ofensiva del Barça fue muy exigua. De nuevo, parecía que Koeman no tenía muy trabajado el partido tácticamente.

Consciente de que se juega el cargo, Koeman por fin movió el banquillo con rapidez. Primero, haciendo entrar a Luuk De Jong para ver si cazaba alguna pelota. Y tuvo una, pero la envió al cielo. Y después haciendo sentar a un Coutinho sin alma y apostando por Gavi, que se deja el alma en cada pelota, que corre arriba y abajo. Koeman incluso acabó haciendo entrar a Piqué para ver si ganaba alguna en el área rival, e indultó al alumno rebelde, Riqui Puig, dándole 15 minutos. Pero al final quién le sacó las castañas del fuego fue Araujo. Un gol que fue gritado como si fuera para ganar el partido. A pesar de que solo servía para evitar perder en casa contra el Granada. Sin juego, el Barça colgó pelotas una y otra vez. Es un equipo con pocas ideas, con muchos deberes pendientes, que lucha como puede para quitar el agua del barco.

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