Ousmane Dembélé durante un entrenamiento en la Ciutat Deportiva correspondiente a la semana pasada.
27/12/2021
2 min

BarcelonaSe los tienen que haber encontrado seguro pese a las restricciones. Están entre nosotros, en las sobremesas, los encuentros con amigos, los familiares, las tertulias… Son los dembelistas inasequibles al desaliento. No intenten debatir con ellos, no expongan argumentos sesudos con estadísticas, minutos, incidencia en el juego porque es inútil, una pérdida absoluta de tiempo y energía. Son dembelistas y punto. Están en un universo paralelo donde Ousmane es un genio incomprendido perseguido por gente triste y gris que pretende hundirle con sus oscuras intenciones y sucias artimañas, un ejército del mal con el único propósito de hacer migas al pobre chaval que corre la banda como un potro desbocado sin encontrar compinches que le acompañen. Un verso libre que solo ellos entienden porque son tan especiales como él. Porque, igual, a lo mejor, quizás, de eso se trata. No de Dembélé, sino de ellos.

Los cinco años que lleva en Barcelona y que interpretan a la carta como si se tratara de cinco meses; que si los problemas de adaptación, de aires, de ambiente, de ciudad. Que si los de juventud, como si Gavi o Nico tuvieran 35 y no fuéramos testigo de lo que hacen. Para acabar de encumbrarlo, pese a todo, ha sido necesario un relato plagado de frases grandilocuentes que no provenían de nuestros cuñados y amigotes, no. Ahí estaba Laporta afirmando que es mejor que Mbappé en un ataque de pensamiento mágico marca de la casa y Xavi asegurando que puede ser el mejor en su puesto una semana antes de admitir, atribulado, que hay jugadores que no entienden el juego de posición.

Los dembelistas, de todas formas, no son los peores. Los más plastas, sí. Eso seguro. Pero es que claro, es que hubo un tiempo en el que se retaban a duelo con los coutinhistas, o los riquipuigistas, que se han retirado ahora a sus cuarteles de invierno esperando para apostar por una nueva perla que los demás, el resto, la plebe que no entiende de fútbol, ni entiende ni podrá entender jamás.

Lo último que sabemos de Dembélé es lo mismo que sabe el club: que se ha casado en Marruecos. Y se han enterado igual que los demás: por las redes sociales. Ni un invitado entre sus compañeros, que ni siquiera tenían noticia alguna de que tenía novia. Ni una medida anti-Covid tampoco con la que está cayendo. Pero somos los demás los que no entendemos al genio. Ellos, no.

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