Derrotas injustas y otras mentiras

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Míchel y Xavi saludándose durante el Girona-Barça.

BarcelonaEl árbitro pitó y la enésima incompetencia del Barça hizo campeón al Madrid. Justo en ese instante, Míchel se apresuró a decirle a Xavi que no sabía cómo el Girona había ganado ese partido. El entrenador azulgrana proclamó de nuevo que la derrota era injusta.

Se equivocan ambos: el Barça merecía el batacazo de ayer, y unas cuantas más. Me explico.

Antes de que la defensa azulgrana nos regalara unrevivaldel mes de noviembre y antes de que Portu entrase en ignición y marcara el gol de su vida, el Barça rondaba el 1-3, había chutado 14 veces por cuatro del rival. Pero el fútbol es una cuestión mucho más importante y complicada que los disparos a puerta. El fútbol es una alquimia y un esfuerzo colectivo que requiere que muchas cosas se hagan bien por ganar. Recordémoslo: es fútbol profesional, todo el mundo quiere vencer y sólo uno puede.

Comprenderán que el año que nos ha regalado la plantilla azulgrana no es propio de un campeón. Varios tótems del once tipos han estado muy lejos de dar un nivel mínimo, un nivel de futbolista titular del equipo que tiene la etiqueta de ser el que mejor juega de todo el planeta. Cancelo, Araujo, Kounde, De Jong, Pedri o Lewandowski cierran un año perfecto para ir de pedo al Villarreal oa alguna liga exótica. Y ellos son medio equipo.

Dovbyk superando a Araujo en una acción del Girona-Barça.

Por su culpa o por culpa de Xavi agoniza una temporada en la que hemos tenido solo ratos de buen juego en un desierto de miserias aderezado de varias humillaciones. Cuando uno no juega bien, ¿qué puede esperar? Somos el Barça, y sólo hemos llegado a la cima jugando de forma excelsa.

Y, claro, luego está el club. Un club de donde la gente con prestigio sale por las ventanas, un club con Masip, con Bojan, con Deco, que eligió gastar el dinero que no teníamos en Vitor Roque. ¿De verdad alguien cree que ayer no merecimos perder? Por favor, por favor.

Al capítulo de la autoexigencia hay que añadir una cuestión aún más etérea llamada karma. La historia reciente del Girona está llena de ascensos frustrados de las formas más crueles e injustas. Verdaderas chorradas. Pero, cuando un equipo hace bien las cosas, el fútbol acaba pagando lo que debe e Iniesta marca el gol en el 93. Claro, para que esto ocurra uno tiene que actuar con profesionalidad durante mucho tiempo, con una hoja de ruta, queriendo -lo mucho. Y quererlo mucho significa no gastar una millonada en la toya de Vitor Roque, ni empezar la Liga sin sustituto para Busquets.

Reiterémoslo: es fútbol profesional, un deporte grandioso y maldito en el que hay que hacerlo todo bien para ganar y en el que ni siquiera la perfección te garantiza nada.

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