El clásico

El orgullo del Barça que el Real Madrid nunca podrá tener

Los azulgranas asaltan al Santiago Bernabéu con una goleada que llena de ilusión al barcelonismo

Enviado especial a MadridComenzaré estas líneas con una confesión que el lector debe tener clara para decidir si me quiere acompañar en este viaje a las entrañas del templo del mal, de lo contrario dicho Santiago Bernabéu, o prefiere abandonar antes de empezar. Este texto está escrito por alguien que trabaja de periodista pero que, en este relato, no tiene intención de esconder que quien escribe es alguien feliz. Muy feliz. Alguien que, pese a las formas que requiere su trabajo, se ha quedado afónico en la tribuna de prensa del Bernabéu.

Éste es el texto de alguien que llevaba todo el día con la barriga removida a la espera del partido. Alguien que se ha despertado y desplazado a la capital del reino pensando "y si el Madrid nos pinta la cara y nos hace bajar de la nube a la que nos ha invitado a subir Hansi Flick" para, a medida que se acercaba el partido, llenar un poco el pecho y decir "cojones, y si ganamos y lo hacemos donde les duele más, en su casa". Y, desde luego, que los hemos ganado. Qué noche. Difícilmente lo olvidaremos.

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Éste es el texto de alguien que teclea con el corazón latiéndole muy revolucionado. Alguien tan emocionado como cualquier aficionado que ama al Barça. Alguien que se abraza a las teclas pensando que miles y miles de azulgranas se han abrazado a sus familiares, a sus amigos, a su pareja, a cualquier desconocido que tuvieran cerca. En definitiva, éste es el texto de alguien que sólo quiere aproximarse a las emociones de todos aquellos que hemos frisado derribando al nuevo Bernabéu.

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Este es el texto de alguien que se ha emocionado viendo cómo un equipo lleno de chavales formados en la Masia ha sacado un orgullo único al coliseo blanco. Un orgullo que el Real Madrid nunca podrá tener, un orgullo que sólo nos pertenece a nosotros, un orgullo moldeado desde la casa, un orgullo que se resume en los brackets de color azulgrana que Lamine Yamal ha lucido en el Bernabéu y que ha exhibido con el tercer tanto. Un orgullo que explica que Iñaki Peña haya hecho un partidazo frente a Mbappé.

Este es texto de alguien que se ha emocionado viendo cómo el centenar de aficionados del Barça desplazados en el estadio blanco cantaban "Ser del Barça es lo mejor que hay" después del 0-3, cuando aficionados blancos , con los rostros largos, renegando a diestro y siniestro, marchaban cabreados y avergonzados de su estadio cuando aún quedaban 15 minutos para el final. Los mismos aficionados que, en la primera parte, mientras tocaba morderse las uñas, no han perdido la esperanza. Eran la resistencia del Bernabéu, arrinconados en una esquina, pero haciéndose sentir hasta el último rincón del estadio. Su fiesta es la fiesta de todos.

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Este es el texto de alguien que ha llamado desesperado y se ha desgañitado cuando Lewandowski ha fallado el hat-trick. Alguien que ya había empezado a gastar la voz con los dos primeros goles de un Lewandowski que, al fin, ilusiona y marca en partidos grandes. Alguien que todavía sufría un mono, un sufrimiento tan catalán, tan seguidor del Barça, pero, al fin y al cabo, alguien que ha acabado perdiendo la poca voz que le quedaba con el tercer y cuartos goles. Dianas de un Lamine Yamal que hasta entonces no estaba brillando como nos tenía acostumbrados, pero que siempre está ahí y de un Raphinha decidido a convertirse en un icono del barcelonismo.

Este es el texto de alguien que se le ha escapado una sonrisa pícara por debajo de la nariz cuando el árbitro ha decidido que sólo se añadirían dos minutos para frenar la sangría. Alguien que quería el quinto. Éste es el texto de alguien a quien Hansi Flick, como a muchos barcelonistas, les ha devuelto la emoción y el orgullo. Nuestro orgullo. Alguien que se ha emocionado viendo que el Barça es un equipo. Un gran equipo. Su equipo.

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