No son laportistas, son laportianos

Tiene mérito seguir defendiendo en estos momentos la gestión de Joan Laporta y compañía al frente del club. Hay que esforzarse un montón para persistir en la idea de que es un gran presidente que los enemigos acechan y los medios trituran hasta el punto de tergiversar y no apreciar cómo está haciendo de todo, muy bueno. Se requiere una fe inquebrantable, una ausencia absoluta de pensamiento crítico y una imprescindible adhesión a la figura del líder que ejerce un poder carismático entre sus adeptos. Forman parte de una comunidad cerrada, insensible al desánimo, a los hechos y que no sólo niegan la realidad de un club en quiebra económica, deportiva, social e institucional, sino que también propagan la tesis de una conspiración contra la cabeza patrocinada por terribles poderes, intereses oscuros y un ejército de periodistas bartomeurosellistas o de mercenarios florentinistas.

Son testigos de la crisis permanente, de las promesas incumplidas, de la falta de transparencia, del toreo al Código Ético por parte de la junta directiva con el caso de los avales, de la falta de respeto a mitos barcelonistas incuestionables que han salido de malos modos como Messi, Koeman y Xavi, pero ahora están muy ilusionados con la llegada de Hansi Flick y exigen al resto que recen su credo pese a no saber, no tener ni idea, de qué pretende hacer el técnico alemán . Ni lo saben ellos ni lo sabe nadie. Flick no ha sido presentado, pero tampoco les importa, porque no se pueden, no es necesario, cuestionar las decisiones de Laporta. Dudar no está permitido.

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Han comprado el discurso del proyecto y la estabilidad pese a la fuga de perfiles profesionales del club en puestos directivos y ejecutivos ya pesar de que hayan prescindido de Xavi Hernández, Roger Grimau y Edu Castro. Jonatan Giráldez y Jesús Velasco se marchan por voluntad propia. Solo Carlos Ortega, técnico de balonmano, tiene asegurada, por ahora, su continuidad. Uno de seis.

Desde perfiles anónimos en las redes sociales señalan a los disidentes e intentan crear un estado de opinión apuntando a periodistas que consideran enemigos de su querido líder y que reciben, día sí y día también, toneladas de odio con el objetivo de incomodarlos y, en última instancia, silenciarlos. Han decidido, en definitiva, crearse un universo paralelo. No son solo barcelonistas, ni laportistas: son laportianos.

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