Rivaldo, Gündogan y los héroes en tiempos siniestros

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Montaje con dos imágenes de Rivaldo y Gundohgan respectivamente. Dos Barças de dos épocas distintas

Rivaldo chutaba desde medio campo y la ponía en la escuadra. Gündogan apenas llega a portería desde el córner. Rivaldo tenía un cañón en la pierna que le dio el Balón de Oro. Gündogan falla penaltis y ni ganando tripletes llega a los podios de los grandes galardones. Rivaldo arrancaba desde campo propio y podía driblar a medio equipo rival. Gündogan tiene en carrera lanzada la potencia de una Roomba. Rivaldo solo levantaba la voz por su sueldo y su posición en el campo, Gündogan reclama compromiso y orgullo. Rivaldo, bolsonarista declarado; de Gündogan esperamos algún día postulados civilizados y socialdemócratas.

Y aunque son la noche y el día, un hilo invisible une a estos dos cracks. En este año siniestro, de escasos triunfos y menos endorfinas, conviene rendirse al nivel que está ofreciendo el futbolista alemán de linaje turco y homenajearlo. Gündogan venía de ganarlo todo en un club moderno, exitoso y rico, en un conjunto con el mejor entrenador del planeta y repleto de estrellas en el mejor momento de su vida. Lo cambió para subir a Montjuïc y constatar que Pedri es el primo canario de Prosinecki, que la Liga del pasado año fue un espejismo y que el compromiso de la plantilla del Barça son los padres.

En su día, Rivaldo fue una superestrella mundial durante un lustro. En los dos primeros años ganó un par de Ligas y una Copa del Rey, tampoco nada del otro mundo. Pero en el último trienio, en el de Gaspart, sus milagros sobre el césped solo sirvieron para que no quemásemos la camiseta del Barça, para que mantuviéramos el orgullo de ser azulgranas. La metáfora más exacta es esa chilena de ciencia ficción que solo sirvió para que el Barça terminara cuarto una Liga. Con todo un Rivaldo en la cima de su carrera, ese desastre de rendimiento tenía mérito.

Cuando un futbolista puede jugar en todas partes y elige el Barça, conviene reconocerlo. Especialmente cuando todo se desmorona a su alrededor y él sigue respondiendo, cuando acumula goles y asistencias y sobre todo juego y conocimiento y nos aporta la reminiscencia de que esto es el Barça y aquí las cosas se hacen en medio campo y nunca desde los cuádriceps. Cada vez que sale al campo, serio y concentrado, para completar agónicas victorias contra el Celta, el Mallorca o el Las Palmas, conviene levantarse y aplaudir. Aquello tiene un enorme mérito, muy superior al de los jugadores que han vivido temporadas estallantes de tres goleadas rutinarias por semana.

Dentro de muchos años, convendría recordar a Gündogan, como Rivaldo, en una categoría especial, única, insignia de oro y brillantes: fueron superhéroes en tiempos siniestros.

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