Menos mal que viene Guardiola
A Xabi Alonso no se le ocurrió otra cosa, cuando se va acabar el esperpéntico partido que firmó su equipo ante el Celta, que decir: "Suerte que el miércoles jugamos de nuevo. Lo mejor es que viene la Champions". Solo a él le parecerá una excelente idea jugar contra un Manchester City sin bajas importantes, en buena racha, que necesita ganar porque perdió ante el Leverkusen con un once relleno de suplentes y entrenado por un tal Pep Guardiola, el papo en las pesadillas recurrentes de la mayoría de madridistas. Vamos, que parece un pedazo de plano, ¡sí señor! Sobre todo teniendo en cuenta cómo está el Real Madrid: horrible.
El principal problema del Madrid es que no juega a nada. Seguir señalando a los árbitros como lo intentó hacer Alonso es, además de inútil, mentira. Su equipo no está desquiciado por culpa de los colegiados, sino porque ni siquiera parece un equipo –iba a escribir que cada uno hace la guerra por su cuenta, pero ni eso tienen–. Si Courtois no hace el milagro de turno y Mbappé no las enchufa, adiós Carmeta. Ni presión, ni desmarcadas, ni intensidad, ni jugadas de estrategia, ni solidez defensiva, ni creación en medio del campo. Nada. Cero patatero. Y encima se lesionó lo mejor de la defensa, Militao, que al menos tiene por tres meses.
No creo que el técnico tenga la culpa de todo. Es imposible que les pidiera en el Mundial de Clubes que presionaran y que ahora la consigna sea salir a verlas venir. Xabi Alonso no es el único problema, pero sin duda tampoco es la solución. El rock'n'roll prometido se ha convertido en música insoportable de organillo de feria. La ausencia de tensión competitiva no se le puede atribuir sólo a él, pero sin duda es su responsabilidad porque es él –y nadie más– quien se sienta en el banquillo. Sin fútbol y apostándolo todo al acierto individual, seguir confiando por ejemplo en Rodrygo como primer cambio –cuando lleva 33 partidos sin marcar– es empeñarse en el error sin proponer alternativas.
Así que no, jugar el miércoles ante el Manchester City no alivia nada por más que a él le parezca. Una cosa es mantener un perfil bajo en las ruedas de prensa y otra negar la realidad. Decir que suerte que viene Guardiola no es precisamente el mensaje optimista que Alonso podía ofrecer a la afición.