Futbolistas que lloran

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Morata atendiendo a los medios después de la final ganada por España en Inglaterra

Justo después de coronarse como campeón de Europa, todavía en caliente, Álvaro Morata tenía un reconocimiento público por Andrés Iniesta y Bojan Krkic. Morata ha sufrido y sigue sufriendo mucho las críticas feroces que llegan contra él y su familia. Hasta el punto de que estuvo a punto de tirarlo todo por la borda y tirar la toalla.

La ayuda de dos futbolistas que sufrieron también problemas de salud mental como Iniesta y Bojan le permitió sobreponerse a las adversidades, protegerse de las críticas e ir a Berlín. Precisamente, hace apenas unos días Bojan reflexionaba sobre la ansiedad que sufrió cuando empezaba a despuntar en el Barça y que hizo que rechazara participar en una Eurocopa. El leridano pasó meses enteros mareado, sobreviviendo a base de Trankimazin, llevando casi en soledad su sufrimiento. ¿Y cuál fue el relato dominante en aquellos días? Que Bojan era débil y no servía para el fútbol de élite.

Los futbolistas son ídolos. Superhéroes. A veces los ubicamos en el altar de las divinidades. Muchas niñas y niños quisieran ser jugadores profesionales cuando sean mayores. Son referentes. Además se ganan muy bien la vida. Algunos son millonarios. Esto conlleva que mucha gente vierta todo su odio y frustraciones sobre ellos. Como viven con ostentación y son personajes públicos, todo vale. También desde los medios, que demasiadas veces confundimos crítica –sana y necesaria– con visceralidad y bilis. Cómo les gusta vomitar rencor y rabia a algunos que nunca deberían tener una tribuna pública.

Sin embargo, como nos ha recordado Morata, los jugadores pueden ser vulnerables. Los millones no te hacen impune al sufrimiento. Su coraza puede romperse como la de cualquier otra persona. Antes de ensañarnos sin compasión con ellos pensemos cuántas veces nos equivocamos nosotros todos los días. Antes de las nueve de la mañana yo ya he perdido la cuenta.

El dolor y la angustia que compartió Morata contrasta con la alegría y casi inconsciencia del joven Lamine Yamal. El chico de 17 años llegaba al estadio donde disputaría su primera final como si fuera a jugar un partidillo con sus amigos de Rocafonda, escuchando música con los auriculares mientras cantaba la letra de la canción. A Yamal la presión le resbala. Como a tantos otros. Pero que un niño prodigio como él se tome el fútbol –¿y la vida?– de esta manera no impide que otros muchos compañeros de profesión sufran por su salud mental. Hablar de ello con naturalidad es un primer paso. Si Iniesta y Bojan no se hubieran abierto en canal, Morata nunca habría levantado el trofeo de la Eurocopa.

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