El matrimonio de ancianos que sigue al Girona en todas partes con un Mercedes gran reserva
Josep Aulet y Remei Boada aprovechan los partidos de los rojiblancos para disfrutar de la jubilación
GIRONAHace días que Josep Aulet (1949) y Remei Boada (1950) tienen planificado el viaje para ir a Eindhoven, donde el Girona se enfrenta este martes al PSV en la cuarta jornada de la Liga de Campeones (18:45 horas, Movistar). “Me gusta prepararlo todo con tiempo, sí. Normalmente, cuando dicen el horario, ya reservo el hotel y todo ello. Porque si esperas a última hora es demasiado caro y no hay margen a hacerlo bien”, dice Josep. El matrimonio, que vive en Sant Jordi Desvalls, se hizo viral la pasada temporada porque sigue en coche las aventuras del equipo gerundense desde el 2008. Ahora, con un Mercedes que supera los 450.000 kilómetros y al que le han hecho la revisión recientemente. "Nunca me ha fallado, pero hay que cuidar", añade. Pero Remei no suele entrar en los estadios: aprovecha para pasear, leer o quedarse durmiendo en el coche.
“Hemos rodeado medio mundo, pero nunca hemos estado ni en Bélgica ni en los Países Bajos, así que aprovecharemos el partido para visitarlo. Pensaba salir de casa el domingo a las siete de la mañana, pero Remei dice que, ya que estamos, si nos levantamos antes, llegaremos antes. Y esto haremos”, confiesa, para, a continuación, relatar el plan: “Nos alojaremos en Amberes, a 80 kilómetros de Eindhoven. Tenemos unas 11 horas y 1300 kilómetros, más o menos. Suma dos paradas de unos veinte minutos más la horita de almuerzo. O sea que sobre las 19 horas allí”, preveía en la conversación, a principios de la semana pasada. No se equivocaba de mucho: a las 19.40 horas envió un mensaje al ARA confirmando que ya estaban instalados. Josep retoma el relato: “Lunes por la mañana daremos una vuelta por Bruselas y por la tarde iremos a esperar el avión de los jugadores al aeropuerto, en Eindhoven. ¿Sabes algo? Habrá la hija y el yerno, dentro, que les han invitado y viajarán con ellos. O sea que la familia se encontrará en el extranjero para ver al Girona”, concreta satisfecho.
“Habrá que girar cola para dormir otra vez en Amberes, y el martes, hacia allí otra vez. Pero nos detendremos en Rotterdam. Y que el partido se juegue por la tarde nos va de cachondeo, porque podremos descansar un poco: el jueves tenemos que estar en Barcelona, que tenemos un encuentro con el grupo de amigos. Tenemos que llegar el miércoles a la fuerza, esto seguro”, defiende entre risas. Y el fin de semana, hacia Getafe. Parece un retiro de película.
Multas e idiomas
A cualquier gerundense de bien, mencionarle el nombre del Lugo le provoca un sudor frío. A Josep ya Remei, por un motivo doble. “Sólo me han multado en ese sitio. Estaba convencido de que tenía que ir a 90 en una recta muy larga, el máximo era 80 y me pillaron. Muy educadamente, pero me la jodieron -explica-. En la autopista no puedes pasarte de velocidad, porque te afeitan en seco. Aquí quizá vamos más tranquilos porque tenemos avisos de radares y ya te lo conoces, pero fuera vete a saber dónde se camuflarán”.
Y los idiomas, ¿cómo van? “Nos salimos bien. O utilizamos el teléfono o ya nos hacemos entender. No me preocupa nada. La gente se hace cruces, nos dicen que cómo nos atrevemos. ¡Pero si es supersencillo! El teléfono te deja en la puerta y con la gente, si no hablamos, gesticulamos. ¡No pasa nada!”, recalca, antes de hacer una pequeña reflexión. “Todos tenemos un problema muy grave. He ido al colegio y he estudiado geografía, sé por dónde debo pasar. Y si no lo sé, lo miro. Me adentro en el viaje. Y me gusta ir en coche porque recuerdo aquella época, cuando nos contaban las regiones, las montañas… Y ahora, conduciendo, las tengo delante: paso, me detengo, conozco a gente, me cuentan de qué viven, me enseñan los viñedos… lo que sea. Hoy en día muchos no saben ni la geografía de su casa. Alucinan con nosotros, pero soy yo quien no les entiende”.
La felicidad llena los corazones de Josep y Remei. “No podéis imaginar cómo disfrutamos. Nos encanta vivir historias y que nos sucedan cosas. Hacer amigos, coleccionar experiencias. Todo esto es vida”. La clasificación europea del Girona ha dado otra dimensión a sus viajes. “París fue increíble. Me puso la piel de gallina ver rótulos en catalán donde nos daban la bienvenida. Me aflora el sentimiento patriótico, porque siento mucho las raíces de la tierra. En Milán ya hemos estado, pero repetiremos. Y descubriremos a Klagenfurt, el día del Sturm Graz. Ya tengo el hotel ojado”, presume.
Anécdotas hay para regalar. “Me reencontré con un compañero con el que hicimos el servicio militar y que llevaba décadas sin saber nada. Hemos buscado sitios bonitos que vemos por la televisión, y los hemos visitado. Nos hemos encontrado la autovía cortada y hemos recorrido un montón de carretas secundarias. La gente se hace fotos con nosotros desde que salimos por televisión. Nos han invitado a bodegas donde nos han tratado mejor de lo que nosotros tratamos al rey. ¡Y coincidimos con un amigo de la infancia de Míchel! Cuando se lo dije, no podía creerlo”, asegura, desprendiendo una pasión que se contagia. “Y qué quieres hacer: tomar el coche y pasarlo bien. Por eso estamos. Por eso lo hacemos. Y ese Girona es un gusto. Quizás este año el juego no florece tanto, pero ya se pondrá bien. Estoy convencido”, finaliza.