Juegos Olímpicos

Simone Biles dice basta: “Quiero priorizar mi salud mental”

Después de retirarse de la final por equipos, la gimnasta norteamericana renuncia también a la final individual de jueves

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Simone Biles, a la derecha, felicitando la rusa Melnikova

BarcelonaUna de las mejores deportistas de estos Juegos Olímpicos, Simone Biles, no participará este jueves en la final individual de concurso completo. Su presencia domingo y lunes en las cuatro finales de aparatos que tiene pendientes está en entredicho. Su equipo médico valorará cómo evoluciona de los problemas que la apartaron este martes de la final por equipos debido a un ataque de ansiedad.

Justo después de su primer salto en la final por equipos de gimnasia artística, Simone Biles, seria, marchó hacia la zona de vestuarios. La norteamericana había volado alto, como siempre, pero no clavó el salto a la salida del trampolín, de forma que recibió una nota baja, de 13,766. Poco después, la noticia corría como la pólvora por todo el planeta. Simone Biles, la mejor gimnasta de todos los tiempos, la mujer que ha revolucionado este deporte, ya no participaría más en la final por equipos. Y, sin ella, los Estados Unidos vio como la corona que ya se imaginaban en la cabeza acababa en manos de las rusas. Después de tantos años de presión, Biles había dicho basta.

Tenía que ser el día de su primera medalla en Tokio, pero la gimnasta de Texas no estaba en condiciones de seguir. La presión de tener que ganar siempre no es fácil de soportar. “Quiero centrarme en mi salud mental, después del primer salto he visto que no podía seguir. Por suerte, ahora más que nunca podemos hablar de la salud mental en el deporte. Hay que proteger nuestro cuerpo y nuestra mente, en lugar de hacer siempre lo que los otros quieren que hagas”, explicaría acompañada de sus compañeras al final de la jornada.

Rápidamente, la prensa norteamericana empezó a especular sobre si Biles se había lesionado o era un problema mental. “Noto toda la presión del mundo sobre mío”, había explicado la gimnasta horas antes de competir. Ya en la serie de clasificación individual, la mujer que llevaba años sin fallar se había salido de la superficie del suelo al no controlar toda su fuerza.

La hermana de Biles, en las redes, se encargó de recordar: “Todos habláis de la salud mental hasta que no os beneficia. ¿Cómo podéis ser tan poco considerados?” Y, efectivamente, era un problema mental. “Ya no confío tanto en mí misma, quizás me estoy haciendo mayor. Durante unos días todo el mundo estaba hablando de mí en las redes y he notado la presión. No somos atletas, somos personas. Y en determinados momentos hay que dar un paso atrás. Me ha ayudado oír a otros atletas hablando de sus problemas”, decía Biles en referencia a la tenista japonesa Naomi Osaka.

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El ejemplo de Naomi Osaka

Cosas del destino, el mismo día que Biles decía basta, la japonesa perdía en los octavos de final del torneo femenino de tenis. Osaka volvía a las pistas después de meses alejada de la competición por problemas de “salud mental”, tal como explicó ella misma. “A veces parece que no nos afecta, pero está claro que notas la presión; estamos hablando de unos Juegos” explicaba la misma Biles. “Siento que todo el mundo espera que gane siempre, y que si les fallo me quedaré más sola. Todo el mundo me ve como una deportista, pero, si pierdo, ¿qué soy?”, razonaba Osaka hace unos meses.

Las dos deportistas, de hecho, han vivido vidas complicadas. Osaka ha sufrido el racismo, tanto en Japón como en los Estados Unidos (es hija de un haitiano y de una japonesa). Biles sufrió abusos por parte del médico de la selección de gimnasia Larry Nassar y se enfrentó con la federación por no haber protegido suficiente a las atletas. Además, es hija de unos padres que perdieron su custodia por culpa de las drogas, de forma que se crio con sus abuelos, que no pueden estar en Japón para apoyarle. Mientras todo el mundo imaginaba los saltos imposibles que haría, Biles había ido dejando pistas de todo el peso que llevaba en el corazón. Hace cinco días, cuando le preguntaron cuál era el momento que más disfrutaba en la vida, dijo que era “cuando tengo tiempo libre y ya no tengo que entrenarme”. En las redes, colgaba mensajes positivos, como intentando alejar los fantasmas que la perseguían cada noche recordándole que todo un país esperaba que ganara un montón de medallas de oro.

Durante buena parte de su carrera, Biles siempre había hecho de tripas corazón cuando se sentía triste. “No ganas medallas de oro con una sonrisa”, dijo en directo en la televisión norteamericana. Cada vez que pensaba en los abusos sufridos, se tenía que concentrar para no fallar. Cada vez que daba la mano a los directivos de la federación que no la protegieron a ella ni a centenares de jóvenes gimnastas, tenía que poner buena cara. Cada vez que añoraba a sus padres o sufría racismo en las redes, lo mismo. Como si haciendo ver que su mundo era solo un gimnasio, las cosas irían mejor. Pero Biles poco a poco ha aprendido a levantar la voz. Y se ha enfrentado con la federación, con los críticos y, finalmente, ha preferido pararse para no acabar lesionada intentando uno de estos saltos imposibles que casi ningún hombre sabe hacer. Saltos que ninguna mujer ha hecho antes; solo ella. “No es un juego, no quiero salir en litera. Tengo que estar concentrada”, razonó después de ser suficientemente valiente para hacer aquello que, supuestamente, no tenía que hacer. En una sociedad como la de los Estados Unidos, tan competitiva, no está bien visto decir basta. Y ahora tiene por delante unos días de calma para prepararse para las cuatro finales de aparato después de renunciar también al concurso individual de jueves.

La fiesta, pues, ayer fue rusa. Por primera vez desde la desaparición de la Unión Soviética, han ganado el concurso por equipos tanto masculino como femenino, gracias a la exhibición de gimnastas como Vlasdislava Urazova, Viktoriia Listunova o Angelina Melnikova. La primera en felicitarlas, por cierto, fue Biles.

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