Juegos Olímpicos

La valiente decisión de Simone Biles

Cada vez más deportistas piden ayuda después de tener problemas psicológicos

BarcelonaSimone Biles se debía de despertar con el teléfono lleno de mensajes. Una vez se anunció que también renunciaría a la final individual femenina de gimnasia, las muestras de apoyo no dejaron de llegar. Michelle Obama y Jill Biden, las primeras damas de los Estados Unidos. Boxeadores, nadadoras, jugadores de baloncesto, cantantes, políticos... La mujer que tenía que irse de Tokio con la maleta llena de medallas ha vuelto a revolucionar al deporte. Primero lo hizo con sus ejercicios en la pista. Y ahora poniendo en el centro del debate la salud mental de los deportistas, a quienes cada vez se les exige más para obtener mejores marcas, a pesar de que sea llevando al límite el cuerpo y la mente. “Hay que cuidar la salud mental. Es mi prioridad”, explicaba sin perder la risa Biles, como si quisiera recordar que su reto es ser feliz en la vida y que vale más la pena sonreír fuera que ser infeliz compitiendo. 

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Sí, Simone Biles es especial. Una mujer que en los Juegos de Río de Janeiro de 2016 triunfó como gimnasta y ahora se ha atrevido a hacer lo que tantos deportistas antes no han sabido hacer. “Es un deporte especialmente exigente. Cada detalle marca la diferencia y si no estás 100% concentrada, puedes hacerte daño. Una caída en un ejercicio como este te puede llevar al hospital”, dice el exgimnasta Gervasio Deferr. “Pero su gesto es muy importante, puesto que si no das un paso como el suyo tiempo, puedes tener consecuencias después”, añade. Durante muchos años, costaba hablar abiertamente de salud mental, cuando todo el mundo sabía que muchos deportistas profesionales acababan con graves problemas, especialmente una vez se retiraban. “Cuesta luchar contra los demonios interiores, como la presión, contra el miedo a fallar a los otros”, explicaba ayer el ciclista neerlandés Tom Dumoulin, que abandonó la competición durante una temporada porque “no era feliz”. Ayer ganó la plata en la contrarreloj olímpica, mientras valoraba positivamente el gesto de Biles. “Qué importante es romper estos silencios”, dice el ex jugador de balonmano y psicólogo deportivo Xesco Espar. “En el deporte cuesta mucho admitir que estás jodido, puesto que te da miedo que tus adversarios lo utilicen. Te da miedo fallar a quien ha apostado por ti”, recordaba el tenista André Agassi, que ha salido en defensa de Biles. 

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Simone Biles llegaba a Tokio como gran favorita. En el avión que la llevó hacia tierras japonesas, la tripulación la recibió con una pancarta donde celebraban acompañar “hacia la gloria a la mejor de todos los tiempos”. Sin ídolos ya retirados como Phelps, la delegación norteamericana confiaba que ella sería la reina de los Juegos Olímpicos, después de clavar con éxito saltos que ninguna mujer había hecho antes. Y casi ningún hombre puede hacer. Pero en Tokio, la presión de estar obligada a ser perfecta pudo con ella. “Tenía muy poco por ganar y mucho por perder. No solo se trataba de ganar, se trataba de que tenía que hacer cosas nunca vistas, como si fuera fácil”, dice la psicóloga Beatriz Martin.

La vida personal

“No podemos valorar los deportistas sin saber qué han vivido, qué vida tienen. Y ella no lo ha tenido nunca fácil”, añade Martin en referencia a los abusos sexuales del médico de la federación de gimnasia, Larry Nassar, sufridos por una joven que fue alejada de sus padres cuando era pequeña porque eran drogadictos. En la era de las redes sociales, la ansiedad de los deportistas crece, puesto que en caso de fracaso, millones de personas te hacen llegar sus críticas en un segundo. “Y más en unos Juegos. Son cuatro años esperando la cita más global. Y si eres favorito, imagina la presión que llevas encima. En los deportes individuales todavía te afecta más. Y en el caso de Biles, un deporte donde todo se mide por centímetros, imagina”, razona Espar.

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Siguiendo los pasos de Naomi Osaka, Biles ha puesto sobre la mesa unos problemas que siempre han existido, pero que se silenciaban o de los que solo se hablaba cuando el deportista se retiraba, como en el caso del nadador Michael Phelps, que una vez retirado tuvo depresiones y problemas con el alcohol. “El peso de tener que ganar cada vez era más fuerte. Y no me atreví a pedir ayuda hasta el final”, decía ayer. Biles lo ha hecho antes. “Simone abre un camino que espero que haga mejor nuestro deporte”, valoraba Phelps, el atleta con más medallas olímpicas de todos los tiempos. “Cada medalla pesa más que la anterior. Primero compites para ganar y eres feliz. Después todo cambia. Compites para no defraudar a los demás, pensando qué dirán de ti”, ha dicho la grande Nadia Comaneci, la mejor gimnasta de la historia hasta la irrupción de Biles. “Al final, no es mala idea recordar que tienes que hacer lo que sea mejor para ti y no actuar pensando en los demás”, añadía la rumana. 

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Biles tendrá que decidir ahora si participa en las cuatro finales de aparatos de los Juegos. “Si recupera la alegría que tenía cuando era una niña, es evidente que puede competir. La clave es que sea feliz”, remachaba Comaneci. Este es el objetivo de Biles, ser feliz, controlar el destino de su vida. Tan sencillo y tan complicado, cuando todo el mundo te mira.