Que el Barça necesitaba un presidente con cara y ojos que guiara la institución en estos tiempos de depresión, después de años de una decadencia irrespirable, era una evidencia científica. Joan Laporta tiene una mirada luminosa que ha convencido a más de 30.000 socios y, a pesar de que en su equipo son conscientes de la dura realidad del club, transmiten confianza y autoestima en el momento más complicado de la historia reciente porque lo tienen a él. Quizás es lo que los culés reclamaban con más urgencia: recuperar las constantes vitales abrazando la magia del “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Este es el gran reto de Laporta: no caer en la trampa de la lírica onírica y darse cuenta de que los años han pasado no solo en el Barça, sino también en la sociedad.
Cuando pienso en la validez de la mística de Laporta, con este magnetismo irrefutable de semidiós que a muchos los deja con la boca abierta y les anula la capacidad de ser críticos, llego a la conclusión de que encarna a la perfección lo que una mayoría de hombres habría querido ser: un líder nato, con carisma, elocuente, astuto, con éxito profesional y, encima, con aura de seductor. Porque qué gracia les hace, también, a este tipo de machos, el Laporta atrevido con las mujeres, y lo premian con risas cómplices del unga-unguismo clásico que, impertérritamente, continúa en el sustrato colectivo. “¡Es que Jan es así, hohoho!” Y nosotras, las que nos fijamos en estas pequeñeces sin importancia que no hacen daño a nadie, somos unas histéricas que tenemos la piel fina. Lo que pasa es que este tipo de referentes cada vez chirriarán más: en la era del Me Too, hay una generación de hombres que, si no se adapta a los nuevos tiempos, corre el riesgo de ser sepultada.
Maria Elena Fort es la excepción en un mar uniforme, la única representante de un tercio del censo en una junta de quince miembros. El nuevo presidente se ha encargado de aclarar unas 327 veces que es muy válida: ya se sabe que la mediocridad solo se la pueden permitir ellos. A las histéricas todo esto nos hace poner los ojos en blanco, porque la foto del 2021 parece una reedición de la del 2003 y ya han pasado 18 años. Queda claro, sin embargo, a la vista de lo que eligieron el 54% de los socios que votaron, que la igualdad no es un tema que entre dentro de sus primeras mil prioridades. Por suerte para Laporta, el universo del fútbol se mueve lentamente, cómodo en la anacronía de ser uno de los bastiones del mundo de antes de copa, puro y Varón Dandy. Pero ahora hay una diferencia: las de la piel fina no le dejaremos pasar ni una.